No importa dónde, mientras esté lejos. Ese es el lugar que le acomoda a Deftones: distante de las tendencias que imperan en la actualidad o de las que hizo durante los primeros días de su carrera; apartados de sus contemporáneos en muchos aspectos, sobre todo de las convicciones en la relación con la industria o con la integridad del inherente concepto artístico. De esa manera se embarcaron en una travesía que los convirtió en familia, recorriendo juntos, pero en solitario, un camino sin huellas ni rastros de la presencia de algún explorador anterior. Viaje en el que, además, se quedaron sin la compañía de un hermano que encarnaba el alma misma de la banda, cuyo destino era trascender tempranamente, pero en otro plano, no el físico, para luego alojar algo de esa esencia en cada uno de estos amigos que optaron por continuar, siguiendo con vida en la música a través de ellos, quienes no pierden ocasión para recordar cuánto aman aún a su compañero.
Coherentes y responsables con ese sentimiento que los une, el deceso de Chi Cheng fue (y quizá será) la única oportunidad en la que se han decidido por el reemplazo de un miembro, a pesar de los “días oscuros”, período que comprende desde el álbum homónimo de 2003, hasta el “Saturday Night Wrist” de 2006, cuando hubo problemas que amenazaron de forma seria la continuidad del conjunto, tal como Moreno y Cunningham lo indicaron en una entrevista hace un par de años.
Esa es tal vez la cualidad principal del arte de los californianos: el temperamento de sus canciones. Estas siguen un curso que es muy humano, muy orgánico. Primero está la emoción antes que el estilo o herramienta a utilizar, por lo tanto cada registro es una historia aparte, un reflejo demasiado honesto y visceral de las personas que son en ese momento y de lo que las constituye como tal, transformando ese rasgo en una de las claves de la relación incondicional que el grupo tiene con sus fanáticos. La obra, la discografía, es un ser en sí mismo, que en un comienzo era un adolescente en el que crecía la disconformidad con el mundo y con su propia persona, que gritaba a todo pulmón lo aburrido que estaba, pero que a la vez era capaz de construir mensajes lúgubres a través de una estructura delicada de matices sutiles.
El método que Deftones usó para configurar su propuesta manipulando la vorágine, esa que todos vivimos, es lo que se convirtió en el rasgo diferenciador que los posicionó en un lugar de privilegio al que no llegaron sus pares de la época. Así, lo que ocurre entre Deftones y sus seguidores es mucho más que sólo el nexo lógico entre un artista y su público; acá hablamos de algo que va más allá, como la amistad o el amor.
Es posible aseverar que la mayoría del público interesado en ellos era bastante joven cuando los conoció, en tiempos en que la cadena MTV hacía honor a su nombre y el alcance del rock y el metal a niveles masivos estaba condicionado por lo que antes se hizo en otras corrientes. Muy populares en aquel entonces –tanto como el grunge, por ejemplo-, de alguna manera facilitó la entrada de la banda a la difusión y correspondiente expansión de su alcance, debido a que comparte algunas cosas con dicha generación, aunque poseían una actitud en el escenario mucho más cercana a la vibra del hardcore, como lo que hacía una de sus influencias más citadas: Bad Brains. En ese punto es donde aparece la importancia de Carpenter, responsable del sello final y del “peso” metalero que exudan en muchas partes de su obra, porque gracias a ese aporte se consigue el equilibrio, con la voz etérea de Chino Moreno y la ejecución precisa pero por sobre todo potente del resto, conexión que se traduce en un fenómeno particular que atraviesa espectros muy variados entre sí, abarcando desde ortodoxos de los sonidos más duros hasta la esquiva audiencia femenina para este tipo de música.
Hoy gozan de una reputación muy merecida, que siempre los ubica en la cabeza de cuanto festival los invita a presentarse, como esta primera versión de Santiago Gets Louder, que los trae por quinta vez a Chile (con cinco presentaciones anteriores), además de recibir la venia de la crítica con su trabajo de estudio más reciente “Koi No Yokan” (2012), al igual que su antecesor, “Diamond Eyes” de 2010. Atrás quedaron los momentos en que Moreno casi no cantaba y apenas llegaba a las notas altas que antes alcanzaba con facilidad, mientras se movía con fuerza y frenesí por el escenario; las diferencias y el distanciamiento entre ellos es ahora sólo parte de la historia, como una anécdota más, y da la sensación de que todo lo ocurrido con el irreemplazable Cheng fue el gatillante de la consagración definitiva y de la extirpación de las dudas y conflictos que los rodeaban hasta ese entonces. De ahí en adelante, cada actuación, cada disco, cada canción tiene un componente extra, una emotividad renovada en comparación al pasado, que les entrega un nuevo aire para continuar una carrera sin recesos, que los ha tenido activos y principalmente relevantes durante más de 25 años.
Pese a que su origen y concepto es otro, la canción “Heroes” de David Bowie dice que podemos ser héroes sólo por un día, pero también que lo podríamos ser por los siglos de los siglos. El domingo 19 de diciembre en Chile no sólo se decide quién será el próximo presidente, sino que están en juego los derechos y la dignidad de una gran parte de nuestra sociedad con la amenaza que representa uno de los candidatos.
El resultado de la elección es tan incierto, que, tal como lo indicábamos hace unas semanas en nuestra columna “Contra La Amenaza Fascista”, el riesgo de perder derechos fundamentales está a la vuelta de la esquina, además del inminente apagón cultural y un sistema de control totalitario al no darle cabida a la pluralidad, en caso de que la opción de ultraderecha resulte electa. Y, habitualmente, los seres humanos no somos conscientes de este tipo de peligros hasta que ya estamos lamentando las consecuencias.
Este texto no es un llamado a quienes van por la opción 2 para que reevalúen su voto porque sería extremadamente inútil. No hay argumento que se pueda esgrimir, por mucho fundamento que contenga, para hacerlos entrar en razón. Esto va dirigido a un grupo específico no menor que puede guiar la historia de esta decisión: las personas jóvenes que no creen en la política y que tienen derecho a sufragio.
Quienes alcanzamos la edad para tener derecho a voto a fines de los 90, recordamos vívidamente aquella etapa de floreciente juventud, donde afirmábamos que daba lo mismo participar en elecciones porque todo iba a seguir igual y que dichos procesos en realidad no servían para nada. Pese a que estábamos equivocados, de alguna manera el quehacer de la política y su nulo impacto –con el objetivo de mantener el statu quo– nos daba en parte la razón, sin embargo, con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que todo es política, y cada dirección que nuestras vidas toman está supeditada a las decisiones de quienes nos gobiernan y le dan forma al tipo de sociedad en el que tenemos que desempeñarnos.
En base a lo anterior, en esta semana crucial hacemos un llamado a aquellos que no han participado de estos procesos, a los desencantados con justa razón, a quienes piensan que no marcan diferencia por ser sólo uno entre tantos, a que voten en esta segunda vuelta por la opción 1, Gabriel Boric. El poder que ustedes tienen juntos es el que realmente puede decidir las vías de cambio que la sociedad chilena necesita; si no quieren mantener el statu quo, no sean el statu quo.
Si gana la ultraderecha, ¿para qué fue toda la demostración de hastío que se expresó hace más de dos años? ¿Creen realmente que el candidato republicano se preocupará de sus vidas y velará por generar los cambios que necesita para mejorarla? A esta última interrogante la respuesta es un rotundo no. En el programa de Gabriel Boric hay una real intención de mejorar la vida del ciudadano común, y si no se cree en lo que está escrito en papel, al menos está la seguridad de que tiene el corazón en el lado correcto y una evidente empatía. Quizás van a sentir que en realidad no hicieron mucho yendo a votar, pero les aseguro que las personas que ustedes serán en el futuro mirarán hacia atrás y se sentirán orgullosas de que fueron héroes por los siglos de los siglos y no sólo por un día.
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