La cantidad de sensaciones que producen las canciones son gigantes. La empatía que se puede obtener ante múltiples hablantes líricos es enorme. Ese nexo puede cruzar fronteras, e incluso configurar entendimientos de situaciones casi imposibles. Por ejemplo, que un público santiaguino esté conmovido genuinamente por postales más acordes al invierno ruso, tal como ocurre con las canciones de Motorama, banda que ha construido un nexo emotivo con la audiencia chilena a tal nivel, que ya no es ninguna sorpresa encontrar un Club Blondie repleto para su segunda vez en nuestro país, tras un exitoso debut en el mismo recinto hace tres años.
La jornada no partió con los de Rostov-on-Don, sino que casi a las 21:00 hrs. con los chilenos Playa Gótica. No es la primera vez que expresamos en un review lo potente del sonido y lo única de la propuesta del conjunto, ni tampoco lo arrollador del carisma de Fanny Leona como, tal vez, la mejor frontwoman en Chile hoy, o cómo cada músico, en su estilo muy particular, aporta al todo. Pero sí debemos recalcar cómo es que, detrás de una carcasa de baile y diversión, se agazapan temas como el acoso (“Pigman”) o la presión social (“Reptil No Gentil”) en canciones de alto impacto.
Pese a problemas de sonido y ciertos acoples, la banda seguía adelante –porque ese es el trote que tienen a estas alturas– y con varias canciones nuevas ya sonando en el setlist, como “Anilina” o “Fuerte”, mezcladas con hits como “Extraños Visitantes” o “Fuego”. Aunque el final con “La Noche” se sintió abrupto (considerando que en el setlist estaba escrita “Vacaciones”, usual cierre), todos esos contratiempos no derribaron la idea de que Playa Gótica va a seguir adelante pase lo que pase, incluso con una fecha solista en este mismo escenario próximamente.
La incertidumbre llenaba las mentes tan rápido como algunos pasaban para adelantarse en la cancha para quedar más cerca del trío ruso, buscando calor y también comunión, esa que se convertía en erupción de energía cuando el grupo se subió al escenario. Pero, pese a que la intro (una grabación de “La Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky) daba la impresión de que el show comenzaría, esta fue puesta en loop varias veces para que los músicos ajustaran detalles y, así, seis minutos después, a las 22:07, sí irrumpieran los primeros sonidos de “You & The Others”, una de las nueve canciones que sonaría de “Many Nights” (2018), disco que la banda venía a presentar en este show, en el marco del ciclo aniversario 26º de Club Blondie.
Luego, inmediatamente vino una de las más esperadas, “Heavy Wave”, cuyos punteos eran seguidos con el coreo del público para luego también hacer lo mismo con la letra. Es intrigante cómo canciones que hablan de frialdad y de desesperanza calen tan hondo en la gente. Es otoño, una noche fría de otoño, y eso ayuda a adentrarse en ese espíritu (aunque la Blondie tiene una temperatura precisa, templada pero no hirviendo, como ocurre con tantos recintos en Santiago). Quizás es la sensación de aislamiento y de desastre inminente en la gente, la desconfianza imperante que canciones de dolor y angustia como “Wind In Her Hair” logran retratar, al mismo tiempo de tener un ritmo que se puede bailar. Si Pina Bausch operaba dándole un matiz sin par a la obra de Stravinsky, Motorama consigue que el público genere su propia coreografía de la frialdad y el escapismo, siendo una suerte de consagración del otoño.
También por ello, quizás, es que el disco más vitoreado a lo largo de la jornada sea “Alps” (2010), que es el álbum que muestra estas vibras en su mayor esplendor opaco. En medio, canciones como “Kissing The Ground” o “I See You” también van construyendo en esta dinámica que, entre pasos de bailes, precisos ritmos de la batería eléctrica de Mikhail Nikulin y la intensidad con aroma a hielo de Vladislav Parshin y su profunda voz anhelante, van desentrañando emociones y también letras, historias, paisajes. Muchos paisajes y fotografías.
Sólo con iluminación, sin pantallas usadas o visuales de ningún tipo, todo lo que había era Vladislav y la capacidad de llegar a la gente, lo que, en canciones como “Empty Bed” o en “She Is There”, iba dejando al cantante como nexo claro con la audiencia, mientras Mikhail y Maxim Polivanov mantenían una consistencia digna del Bolshoi. Sólo hubo pequeñas escaramuzas sonoras, como cuando en “He Will Disappear” las programaciones quedaron desconfiguradas y la mitad de la canción sonó extraña, pero fuera de ello y de temas limitados con el retorno, el show fue todo lo que tenía que ser en lo técnico.
“To The South” quizás muestra la mayor idea de qué transmite Motorama. “Mira afuera. Ve cómo el invierno está dejando nuestra ciudad (…) Estábamos pasando el tiempo en nuestra casa de campo disfrutando de la nieve”. Esta estrofa, en tono movido y celebratorio, también habla de dejar atrás y de un paisaje completamente ajeno al chileno, sin embargo, logra conectar con la gente. Es algo que se repite con “Rose In The Vale” o “Ghost”, canción que cierra el main set para luego de dos breves minutos tener de vuelta al trío que hace “Ship” y “Tell Me” para cerrar todo, en hora y cuarto de añoranza y frío cálido, de ese que abraza al alejarse para tomar sonidos únicos y seguir teniendo esa frescura incomparable.
Acá nos falta mucho conocer qué pasa con los sonidos soviéticos que tanto gusta de mencionar Vladislav en entrevistas y textos, pero al menos por un rato hubo, en este ballet improvisado, con pogos, crowdsurfing y más manifestaciones de la gente, una cuota del norte del mundo y una bocanada de nieve fresca, en la pista de la Blondie para hacer que gocemos y sintamos en el fondo de los huesos, como bien lo sabe hacer Motorama.
Era el esperado turno de los liderados por Perry Farrell tras su cancelación el año pasado. La banda, que debutaba en Cerrillos en el escenario Banco de Chile, sufrió la baja de uno de sus icónicos integrantes, lo que no fue impedimento para que resolvieran aquella deuda con nuestro país.
Dave Navarro sería sustituido por Josh Klinghoffer, quien de bajo perfil resolvió con oficio y actitud. Así, Jane’s Addiction partía su set con un doblete de “Nothing’s Shocking” (1988), encendiendo el ambiente con “Up the Beach” y “Ocean Size”. Es innegable la calidad e influencia que Jane’s Addiction ha tenido en una generación completa de músicos y público.
Y es que su líder, además de dominar completamente el espectáculo, también ha podido administrar con visión parte de una industria, liderando desde sus inicios la marca Lollapalooza. Hoy, las nuevas generaciones se mezclaron con los viejos emblemas del rock y juntos lograron encarnar la filosofía de cualquier festival donde lo que más importa es la música.
Con el sol golpeando nuevamente sobre las cabezas en un repleto escenario, Perry Farrell se dedicó a hablar e interactuar envalentonado por una botella de vino tinto. El cantante se refirió al calor e incluso al Presidente, provocando la positiva reacción del público. Para quienes buscaban clásicos, la banda deleitó. Repasó sus mejores éxitos y permitió a su guitarrista de emergencia soltarse en pasajes de la incansable “Three Days” y hasta reversionaron “Jane Says” en clave acústica.
Fieles a su estilo, la banda fue acompañada por bailarinas y una puesta en escena tipo burlesque. Jane’s Addiction regresa con el único peso de la experiencia en su espalda, sin intentar demostrar nada nuevo. Sin embargo, su presencia en un festival de estas características es siempre un deleite, agregando siempre un toque de oficio y experiencia.
Alain Johannes Trio
Para Alain Johannes la vida no ha sido fácil. El músico chileno regresaba a nuestro país tras la dolorosa pérdida de uno de sus mejores amigos, Mark Lanegan y parecía que esta sería la mejor oportunidad para un homenaje. Secundado por su banda local, Johannes se subió al escenario alternativo Aldea Verde y repasó gran parte de su nutrida trayectoria musical.
Con una seguridad y un toque de emoción, Johannes entregó una versión casi idéntica de “Can’t Change Me” de Chris Cornell, la cual trabajaron juntos y la frenética “Hangin’ Tree”, dedicada a Lanegan. La riquísima experiencia de Johannes daría para un show muchísimo más extenso e íntimo, con canciones de todos los estilos y generaciones que ayudó a producir.
Sin embargo, el músico se las arregla para condensar aquello y recorrer parte de ese camino musical. Así pasó por su excelente etapa de “Spark” e incluso Eleven, tocando “You’re my Diamond”, entre otras. Johannes es una joya y uno de los puntos altos dentro de la representación local en el festival. El músico, que además gozó de un correcto nivel técnico en el escenario, tiene aún mucho que mostrar hasta ponerse completamente al día con el país que ya logró conquistar.
Twenty One Pilots
Tenían la difícil tarea de ser el reemplazo de Blink-182, los cabeza de cartel. Sin embargo, Twenty One Pilots, saben lo que hacen y ya cuentan con la experiencia y el público chileno en el bolsillo. Así, el dúo se presentó sobre el escenario Costanera Center tras el eléctrico y psicodélico show de Tame Impala, marcando un quiebre en cuanto a lo que necesita cada número para resaltar.
Los norteamericanos tienen una base fiel de seguidores que pacientemente los esperó y se alegró de que, pese a que no estaban haciendo giras, hayan podido regresar a nuestro país. Aquello no fue impedimento para que el dúo de Tyler Joseph y Josh Dun se entregaran al máximo con un show renovado y con sorpresas.
Totalmente encapuchados, los músicos saltaron a escena con los primeros acordes de “Guns for Hands” y “Morph”, con Joseph acompañado del piano en todo momento. No fue sino hasta “Holding on to You” que la banda ya tenía cautivado al grueso de los asistentes que se hacían camino entre quienes ya abandonaban el parque.
Siempre al piano, el carismático líder se apoderaba de todo el escenario hasta que se apoyaron por primera vez con banda, dejando al dúo al descubierto para el espectáculo. La parte más interesante de la noche estaría a cargo de una sección de trompeta que incluyó guiños a Chico Trujillo y Los Jaivas, desatando la locura de los asistentes.
Una banda de estas características sabe bien cómo encantar y respetar a su público. Con pequeños detalles y una entrega siempre al cien, lograron emocionar y también consolar a quienes veían con resignación al reemplazo de su banda favorita. Pero para eso, la banda tendría otra sorpresa más: despachar un cover de “First Date” y prender a todo el parque. Casi como agradecimiento por las casualidades de la vida que los devolvió a Chile, la banda se plantó como siempre con un show impecable y divertido.
Pese a las dificultades que surgieron tras la repentina cancelación de Blink- 182, plato fuerte de la versión 2023 de Lollapalooza Chile, el festival que ya cumple 11 años logró salir ileso una vez más, encantando y cautivando a un público que encontró en la variedad un refugio. Si bien el choque generacional fue demasiado dramático en esta nueva versión, terminó convenciendo y reuniendo a casi todos por igual, que disfrutaron de lo que ofrecieron números como Billie Eilish, Rosalía o Tame Impala.
Son esos detalles los que encarnan la filosofía de un festival que ya cumple más de una década y que contó, una vez más, con su fundador como parte del cartel. Si hoy fallaron artistas, sus reemplazos dieron el ancho y congregaron mas no dividieron. Durante las tres jornadas de un nuevo y caluroso marzo, Lollapalooza Chile sigue dando muestras de ser un festival para todos los gustos y con presentaciones de primer nivel, pese a las críticas -válidas- de su otrora público objetivo. El festival se consolida, encanta pero aún no convence tras su segundo año en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Será tarea aún pendiente mejorar los accesos y otros puntos al interior del recinto para que la experiencia sea aún más accesible y cómoda.