Uno de los puntos más ofensivos de la campaña de la derecha chilena en las últimas elecciones fue el uso del concepto “Chilezuela” como algo sucio. La inmigración vista como algo malo per sé fue dañina, y también demostró el miedo a la mezcla, a la introducción de nuevas costumbres. Aunque la incipiente colonia venezolana en nuestro país no ha resentido aquello, sin duda que esa mirada por el rabillo del ojo es dolorosa de notar, y algo por lo cual los chilenos debiéramos estar más enojados. Pero la comunidad venezolana es alegre y se concentra en el trabajo y en pasarlo bien, y a veces en reunirse como fue en el evento “Amigos Desordenados” en la Cúpula Multiespacio, recinto que se llenó de gente en ambiente festivo, también impulsado por el carismático –aunque a veces demasiado protagonista– DJ Rui, “el DJ de los venezolanos de Chile y el mundo” quien animaba a la gente bastante efectivamente, mientras afuera las cervezas Zulia y las arepas se multiplicaban. La buena onda era palpable desde temprano, en una jornada que entre retrasos y relajos se extendería hasta la madrugada.
Media hora después de lo anunciado, Los Amigos Invisibles se subieron al escenario ante la algarabía de la gente, y también con un gran sonido. Pese a que la mayoría los conoce por tracks muy pop y sosos como “La Que Me Gusta”, lo cierto es que han cultivado un sonido claramente asociable al white funk y acid jazz similar a Jamiroquai, con una cadencia más cercana al trópico. Ese sonido tiene calidad y elegancia, sin ser aburrido o poco desarrollado, y eso se nota desde “Sabrina” y “Sueño Erótico” en adelante, a pesar de los problemas con la pedalera que tuvo al principio el guitarrista Daniel Saa. Algo necesario en el estilo de una banda como esta es tener a un bajista capaz de llevar adelante figuras que enriquezcan un ritmo que siempre va para adelante, y en “Dime” o “Ultra Funk” se nota el oficio de José Rafael “El Catire” Torres en las cuatro cuerdas, sin ser excesivo en los gestos, sino que muy eficiente en cómo hacer que el piso se mueva y las canciones se eleven.
El hit más coreado fue “Mentiras” –como era de esperarse–, permitiendo a “Chulius” Briceño sacar más la voz que en otros temas, donde marca la letra sin tanta fuerza. En “Mentiras” aflora su energía completa, igual que en “La Vecina”, que hace bailar a todos. Donde la gente también se volvió loca fue en una canción que, literalmente, dice “Lo que yo quiero es ponerte a ti en cuatro” y se aprovecha del doble sentido. Es fuerte escuchar letras así en un contexto como el actual, con el acoso y el respeto a la mujer por delante, pero al mismo tiempo era más fuerte ver cómo el público era feliz bailando y coreando, en una pegada perfecta con “Cuchi Cuchi”, un tema amoroso que era transición precisa a la sosa “La Que Me Gusta”.
La hora y media de Los Amigos Invisibles culminó con “El Baile del Sobón” y “Esto Es Lo Que Hay”, con el baile en alto y también un sonido correcto, que supera lo que se puede esperar de la banda desde el punto de vista más comercial. Ahí queda en claro cómo un género bien llevado a cabo puede lograr ser propio y disfrutable.
Cincuenta y cinco minutos después, Desorden Público se subió al escenario para simplemente conectar con la gente y hacerla bailar. Aunque Los Amigos Invisibles son muy populares, se notaba que la asistencia se reunió ahí para ver a esta agrupación que acumula más de tres décadas de trayectoria. No sólo emerge la sensación de que existe una reverencia a los años, sino que también a la posibilidad de que ese legado haga sentido hoy.
Pese al tono festivo de “Zapatos Resbalosos”, “Látex” o “Los Zombies Están de Moda”, el show está cruzado por la sensación de estar lejos de casa, y el agradecimiento con el pueblo chileno por la acogida, pero a la vez también existen muchos mensajes contra el gobierno de Nicolás Maduro sin siquiera mencionarlo, con gran acuerdo de la gente, lo que incluso se nota más crudo con una canción como “Gorilón” o la nostalgia terrible y apesadumbrada que se percibe en “Los Que Se Quedan, Los Que Se Van”.
Musicalmente, Desorden Público es impecable, y su dinámica es llevada por un ska estricto y vacilón, que se nota más en el final del set principal en “Música de Fiesta” y “Allá Cayó”, antes de seguir referenciando al estilo musical en el encore con “Esto Es Ska” o “Ska Mundo Ska”, justo antes de homenajear al asesinado músico venezolano Evio DiMarzo con un cover de “Selva del Tiempo”. Luego, se supone que todo acabaría con “Tiembla”, pero la efervescencia de la gente hizo que salieran nuevamente a dar el golpe final con “Políticos Paralíticos”.
Noventa minutos de calidad, baile, mensaje y acercamiento, que culminaron la música de una jornada definida muy bien por Horacio Blanco, vocalista de Desorden Público, como “chévere, bacán”, y es difícil no estar de acuerdo con él, en especial con la energía desplegada durante la extensa jornada en una cúpula donde se pudo capear ese frío que afuera congelaba huesos y almas.
Era el esperado turno de los liderados por Perry Farrell tras su cancelación el año pasado. La banda, que debutaba en Cerrillos en el escenario Banco de Chile, sufrió la baja de uno de sus icónicos integrantes, lo que no fue impedimento para que resolvieran aquella deuda con nuestro país.
Dave Navarro sería sustituido por Josh Klinghoffer, quien de bajo perfil resolvió con oficio y actitud. Así, Jane’s Addiction partía su set con un doblete de “Nothing’s Shocking” (1988), encendiendo el ambiente con “Up the Beach” y “Ocean Size”. Es innegable la calidad e influencia que Jane’s Addiction ha tenido en una generación completa de músicos y público.
Y es que su líder, además de dominar completamente el espectáculo, también ha podido administrar con visión parte de una industria, liderando desde sus inicios la marca Lollapalooza. Hoy, las nuevas generaciones se mezclaron con los viejos emblemas del rock y juntos lograron encarnar la filosofía de cualquier festival donde lo que más importa es la música.
Con el sol golpeando nuevamente sobre las cabezas en un repleto escenario, Perry Farrell se dedicó a hablar e interactuar envalentonado por una botella de vino tinto. El cantante se refirió al calor e incluso al Presidente, provocando la positiva reacción del público. Para quienes buscaban clásicos, la banda deleitó. Repasó sus mejores éxitos y permitió a su guitarrista de emergencia soltarse en pasajes de la incansable “Three Days” y hasta reversionaron “Jane Says” en clave acústica.
Fieles a su estilo, la banda fue acompañada por bailarinas y una puesta en escena tipo burlesque. Jane’s Addiction regresa con el único peso de la experiencia en su espalda, sin intentar demostrar nada nuevo. Sin embargo, su presencia en un festival de estas características es siempre un deleite, agregando siempre un toque de oficio y experiencia.
Alain Johannes Trio
Para Alain Johannes la vida no ha sido fácil. El músico chileno regresaba a nuestro país tras la dolorosa pérdida de uno de sus mejores amigos, Mark Lanegan y parecía que esta sería la mejor oportunidad para un homenaje. Secundado por su banda local, Johannes se subió al escenario alternativo Aldea Verde y repasó gran parte de su nutrida trayectoria musical.
Con una seguridad y un toque de emoción, Johannes entregó una versión casi idéntica de “Can’t Change Me” de Chris Cornell, la cual trabajaron juntos y la frenética “Hangin’ Tree”, dedicada a Lanegan. La riquísima experiencia de Johannes daría para un show muchísimo más extenso e íntimo, con canciones de todos los estilos y generaciones que ayudó a producir.
Sin embargo, el músico se las arregla para condensar aquello y recorrer parte de ese camino musical. Así pasó por su excelente etapa de “Spark” e incluso Eleven, tocando “You’re my Diamond”, entre otras. Johannes es una joya y uno de los puntos altos dentro de la representación local en el festival. El músico, que además gozó de un correcto nivel técnico en el escenario, tiene aún mucho que mostrar hasta ponerse completamente al día con el país que ya logró conquistar.
Twenty One Pilots
Tenían la difícil tarea de ser el reemplazo de Blink-182, los cabeza de cartel. Sin embargo, Twenty One Pilots, saben lo que hacen y ya cuentan con la experiencia y el público chileno en el bolsillo. Así, el dúo se presentó sobre el escenario Costanera Center tras el eléctrico y psicodélico show de Tame Impala, marcando un quiebre en cuanto a lo que necesita cada número para resaltar.
Los norteamericanos tienen una base fiel de seguidores que pacientemente los esperó y se alegró de que, pese a que no estaban haciendo giras, hayan podido regresar a nuestro país. Aquello no fue impedimento para que el dúo de Tyler Joseph y Josh Dun se entregaran al máximo con un show renovado y con sorpresas.
Totalmente encapuchados, los músicos saltaron a escena con los primeros acordes de “Guns for Hands” y “Morph”, con Joseph acompañado del piano en todo momento. No fue sino hasta “Holding on to You” que la banda ya tenía cautivado al grueso de los asistentes que se hacían camino entre quienes ya abandonaban el parque.
Siempre al piano, el carismático líder se apoderaba de todo el escenario hasta que se apoyaron por primera vez con banda, dejando al dúo al descubierto para el espectáculo. La parte más interesante de la noche estaría a cargo de una sección de trompeta que incluyó guiños a Chico Trujillo y Los Jaivas, desatando la locura de los asistentes.
Una banda de estas características sabe bien cómo encantar y respetar a su público. Con pequeños detalles y una entrega siempre al cien, lograron emocionar y también consolar a quienes veían con resignación al reemplazo de su banda favorita. Pero para eso, la banda tendría otra sorpresa más: despachar un cover de “First Date” y prender a todo el parque. Casi como agradecimiento por las casualidades de la vida que los devolvió a Chile, la banda se plantó como siempre con un show impecable y divertido.
Pese a las dificultades que surgieron tras la repentina cancelación de Blink- 182, plato fuerte de la versión 2023 de Lollapalooza Chile, el festival que ya cumple 11 años logró salir ileso una vez más, encantando y cautivando a un público que encontró en la variedad un refugio. Si bien el choque generacional fue demasiado dramático en esta nueva versión, terminó convenciendo y reuniendo a casi todos por igual, que disfrutaron de lo que ofrecieron números como Billie Eilish, Rosalía o Tame Impala.
Son esos detalles los que encarnan la filosofía de un festival que ya cumple más de una década y que contó, una vez más, con su fundador como parte del cartel. Si hoy fallaron artistas, sus reemplazos dieron el ancho y congregaron mas no dividieron. Durante las tres jornadas de un nuevo y caluroso marzo, Lollapalooza Chile sigue dando muestras de ser un festival para todos los gustos y con presentaciones de primer nivel, pese a las críticas -válidas- de su otrora público objetivo. El festival se consolida, encanta pero aún no convence tras su segundo año en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Será tarea aún pendiente mejorar los accesos y otros puntos al interior del recinto para que la experiencia sea aún más accesible y cómoda.