Fue hace tres años cuando los norteamericanos realizaron su show más épico hasta la fecha en la capital. En el marco de la última edición del extinto Maquinaria Festival, Kiss puso pirotecnia y rock & roll a los cerros del sector sur de la capital, en una noche donde todos pudimos comprobar que no hay show más espectacular que el de los dirigidos por la dupleta de Paul Stanley y Gene Simmons. Este año regresaron para ofrecer un concierto “más íntimo” en el Movistar Arena, en el marco de la celebración de sus cuarenta años de carrera, ofreciendo un espectáculo que recorrió sus mejores éxitos y que volvió a poner a las luces, los diversos efectos especiales, disfraces y maquillaje, como los principales atractivos de una jornada que reunió a fanáticos de todas las generaciones y a familias enteras. El Kiss Army repletó el Movistar Arena y disfrutó a concho del quinto concierto del cuarteto en suelo nacional.
La verdad es que no había muchas sorpresas con respecto a lo que nos íbamos a encontrar durante la noche. El libreto sigue casi intacto desde hace unos cuantos años, y esta vez hubo un poco menos de lo que pudimos ver en 2012 –sobre todo en cuanto a la infraestructura-, pero la emoción era la misma. Y es que presenciar a Kiss en vivo es como ver a unos verdaderos ídolos inmortales, cortesía de un maquillaje que ayuda a ocultar el paso de los años y que remite a lo más icónico de la cultura pop. Se sea o no un fanático de la banda, todos conocemos y hemos crecido con Kiss presente en nuestras vidas, es por eso que su show va más allá que un simple concierto de rock, es un encuentro con una parte de nuestra memoria y vivencias. De hecho, más allá del concierto en sí mismo, la satisfacción llega al momento de terminar la noche y salir con la sensación de haber sido testigo de un hito, aunque haya sido por el puro gusto de verlos en vivo, y comprobar que existían en carne y hueso, más allá de los posters, los videos y los himnos que han creado, el poder decir “vi a Kiss en vivo”. Por lo menos, esa fue la sensación que este redactor tuvo cuando los vio por primera vez hace tres años.
Anoche esa sensación se repitió y desde la salida del grupo, con “Detroit Rock City”, todo fue en ascenso, en un ambiente demasiado familiar para tratarse de un concierto de rock, con niños maquillados sobre los hombros de sus padres y una sensación cálida, en comparación a la euforia que se suele apoderar del respetable en un recital de estas características. Hasta en ese punto el concierto fue especial, comenzando antes de las 21:00 hrs., para que luego los asistentes no tuvieran problemas para alcanzar locomoción y llegar temprano a sus casas. Mención aparte se lleva el “Kiss Room”, un espacio exclusivo para los que pagaron la entrada preferencial y donde tenían acceso a una exposición de la banda, videojuegos, degustación de tragos, entre otros. Kiss sabe cómo funciona el negocio y ofrece el mejor trato a sus seguidores, además de grandes canciones como “Creatures Of The Night” y “Psycho Circus”, las que siguieron en el set.
Si hubo algo que no estuvo a la altura desde un principio, fue el sonido, que no dejó apreciar todo con claridad durante los primeros minutos. La parafernalia ayudaba a despistar al oído, hasta que todo se arregló con la llegada de “War Machine” y “Do You Love Me”, instantes en que el entusiasmo fue bajando un poco –por lo menos en la cancha preferencial- y todos comenzaban a acomodarse en sus puestos para continuar apreciando una presentación que pasó por todos los lugares comunes del rock de estadio, con los típicos “Santiago, you are the number one!”, entre otros recursos que ya son marca registrada de los norteamericanos, y que, aunque no nos creamos ninguno, igual los correspondemos con fervor. “I Love It Loud”, “Deuce”, y el último gran sencillo del grupo, “Hell Or Hallelujah”, destacaron por su potencia musical, más allá de las explosiones y los lanzallamas.
Luego del explosivo solo de guitarra de Tommy Thayer, “Parasite” y la celebrada “Lick It Up” volvían a poner la fiesta a punto, dejando el terreno listo para uno de los momentos más esperados de la noche, cuando Gene Simmons asciende por los cielos, botando sangre por la boca y ubicándose en la parte superior del armazón de luces, para interpretar “God Of Thunder”, en una postal que ya hemos visto un millón de veces en videos y fotografías, pero que en vivo siempre es un gran momento que se vive con intensidad y emoción.
Con todo el mundo prendido, se daba por terminada la primera parte del show, tirando toda la carne a la parrilla con “Hide Your Heart”, “Love Gun” y “Black Diamond”, estas dos últimas interpretadas por Stanley desde la mitad del Arena, hasta donde llegó en un canopy que pasó por sobre los asistentes y lo dejó sobre una plataforma coronada por una gran bola de disco que iluminó a cada uno de los presentes, quienes no tardaron en pedir más.
La banda volvió enseguida y, como si los estuvieran apurando, lanzaron los tres últimos hits de la noche. “Shout It Out Loud”, “I Was Made For Lovin’ You” y “Rock And Roll All Nite” se mezclaron entre los clamores del público, el confeti y los fuegos artificiales. Un final que siempre deja pidiendo más y que termina justo en el clímax. Sólo Kiss sabe crear un epilogo que sobrepasa cualquier expectativa imaginable. Las ganas de seguir disfrutando estaban ahí, pero los enmascarados ya habían dejado el edificio, luego de haberse despachado un show para el recuerdo.
Personalmente, el show fue satisfactorio, pero el haber vivido antes la experiencia de Kiss en vivo coartó el asombro en este nuevo concierto. Además, al tratarse de un espectáculo más “pequeño”, la locura que se vivió hace tres años sigue imperando como el mejor concierto de la banda en el país hasta la fecha. Lo que más se rescata es aquella sensación mencionada antes en este texto, esa de ver a un grupo de personas que significan algo más que una simple banda de rock, quienes, haciendo uso de sus disfraces estrafalarios, maquillaje y maquinaria parafernálica, pueden hacernos sentir como un niño una vez más. Y para este redactor, eso es magia. La magia del rock.
Era el esperado turno de los liderados por Perry Farrell tras su cancelación el año pasado. La banda, que debutaba en Cerrillos en el escenario Banco de Chile, sufrió la baja de uno de sus icónicos integrantes, lo que no fue impedimento para que resolvieran aquella deuda con nuestro país.
Dave Navarro sería sustituido por Josh Klinghoffer, quien de bajo perfil resolvió con oficio y actitud. Así, Jane’s Addiction partía su set con un doblete de “Nothing’s Shocking” (1988), encendiendo el ambiente con “Up the Beach” y “Ocean Size”. Es innegable la calidad e influencia que Jane’s Addiction ha tenido en una generación completa de músicos y público.
Y es que su líder, además de dominar completamente el espectáculo, también ha podido administrar con visión parte de una industria, liderando desde sus inicios la marca Lollapalooza. Hoy, las nuevas generaciones se mezclaron con los viejos emblemas del rock y juntos lograron encarnar la filosofía de cualquier festival donde lo que más importa es la música.
Con el sol golpeando nuevamente sobre las cabezas en un repleto escenario, Perry Farrell se dedicó a hablar e interactuar envalentonado por una botella de vino tinto. El cantante se refirió al calor e incluso al Presidente, provocando la positiva reacción del público. Para quienes buscaban clásicos, la banda deleitó. Repasó sus mejores éxitos y permitió a su guitarrista de emergencia soltarse en pasajes de la incansable “Three Days” y hasta reversionaron “Jane Says” en clave acústica.
Fieles a su estilo, la banda fue acompañada por bailarinas y una puesta en escena tipo burlesque. Jane’s Addiction regresa con el único peso de la experiencia en su espalda, sin intentar demostrar nada nuevo. Sin embargo, su presencia en un festival de estas características es siempre un deleite, agregando siempre un toque de oficio y experiencia.
Alain Johannes Trio
Para Alain Johannes la vida no ha sido fácil. El músico chileno regresaba a nuestro país tras la dolorosa pérdida de uno de sus mejores amigos, Mark Lanegan y parecía que esta sería la mejor oportunidad para un homenaje. Secundado por su banda local, Johannes se subió al escenario alternativo Aldea Verde y repasó gran parte de su nutrida trayectoria musical.
Con una seguridad y un toque de emoción, Johannes entregó una versión casi idéntica de “Can’t Change Me” de Chris Cornell, la cual trabajaron juntos y la frenética “Hangin’ Tree”, dedicada a Lanegan. La riquísima experiencia de Johannes daría para un show muchísimo más extenso e íntimo, con canciones de todos los estilos y generaciones que ayudó a producir.
Sin embargo, el músico se las arregla para condensar aquello y recorrer parte de ese camino musical. Así pasó por su excelente etapa de “Spark” e incluso Eleven, tocando “You’re my Diamond”, entre otras. Johannes es una joya y uno de los puntos altos dentro de la representación local en el festival. El músico, que además gozó de un correcto nivel técnico en el escenario, tiene aún mucho que mostrar hasta ponerse completamente al día con el país que ya logró conquistar.
Twenty One Pilots
Tenían la difícil tarea de ser el reemplazo de Blink-182, los cabeza de cartel. Sin embargo, Twenty One Pilots, saben lo que hacen y ya cuentan con la experiencia y el público chileno en el bolsillo. Así, el dúo se presentó sobre el escenario Costanera Center tras el eléctrico y psicodélico show de Tame Impala, marcando un quiebre en cuanto a lo que necesita cada número para resaltar.
Los norteamericanos tienen una base fiel de seguidores que pacientemente los esperó y se alegró de que, pese a que no estaban haciendo giras, hayan podido regresar a nuestro país. Aquello no fue impedimento para que el dúo de Tyler Joseph y Josh Dun se entregaran al máximo con un show renovado y con sorpresas.
Totalmente encapuchados, los músicos saltaron a escena con los primeros acordes de “Guns for Hands” y “Morph”, con Joseph acompañado del piano en todo momento. No fue sino hasta “Holding on to You” que la banda ya tenía cautivado al grueso de los asistentes que se hacían camino entre quienes ya abandonaban el parque.
Siempre al piano, el carismático líder se apoderaba de todo el escenario hasta que se apoyaron por primera vez con banda, dejando al dúo al descubierto para el espectáculo. La parte más interesante de la noche estaría a cargo de una sección de trompeta que incluyó guiños a Chico Trujillo y Los Jaivas, desatando la locura de los asistentes.
Una banda de estas características sabe bien cómo encantar y respetar a su público. Con pequeños detalles y una entrega siempre al cien, lograron emocionar y también consolar a quienes veían con resignación al reemplazo de su banda favorita. Pero para eso, la banda tendría otra sorpresa más: despachar un cover de “First Date” y prender a todo el parque. Casi como agradecimiento por las casualidades de la vida que los devolvió a Chile, la banda se plantó como siempre con un show impecable y divertido.
Pese a las dificultades que surgieron tras la repentina cancelación de Blink- 182, plato fuerte de la versión 2023 de Lollapalooza Chile, el festival que ya cumple 11 años logró salir ileso una vez más, encantando y cautivando a un público que encontró en la variedad un refugio. Si bien el choque generacional fue demasiado dramático en esta nueva versión, terminó convenciendo y reuniendo a casi todos por igual, que disfrutaron de lo que ofrecieron números como Billie Eilish, Rosalía o Tame Impala.
Son esos detalles los que encarnan la filosofía de un festival que ya cumple más de una década y que contó, una vez más, con su fundador como parte del cartel. Si hoy fallaron artistas, sus reemplazos dieron el ancho y congregaron mas no dividieron. Durante las tres jornadas de un nuevo y caluroso marzo, Lollapalooza Chile sigue dando muestras de ser un festival para todos los gustos y con presentaciones de primer nivel, pese a las críticas -válidas- de su otrora público objetivo. El festival se consolida, encanta pero aún no convence tras su segundo año en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Será tarea aún pendiente mejorar los accesos y otros puntos al interior del recinto para que la experiencia sea aún más accesible y cómoda.