La popularidad y la influencia son coordenadas que cuando coinciden en una banda hacen de esta una institución musical perdurable en el tiempo. En muchos pasajes de su extensa trayectoria de más de 30 años de vida, U2 logró fusionar ambos elementos construyendo una imagen y un sonido que, de alguna manera, los hizo ser algo más que una buena banda de pop-rock. Pero todos sabemos que –para bien o para mal- el mundo ha cambiado tan velozmente, que es difícil reconocer al héroe de antaño que nos regaló arquitecturas sonoras tan completas y complejas como “The Joshua Tree” (1987) y “Achtung Baby” (1991), sólo por nombrar algunas de sus obras más reputadas. Pese a todo, después del innegable fracaso de “No Line On The Horizon” (2009), y de 5 años de silencio y especulaciones, los irlandeses acaban de publicar su décimo tercer trabajo de estudio.
En una inteligente pero no poco contradictoria estrategia de marketing, U2 lanzó “Songs Of Innocence” en alianza con Apple, empresa que se comprometió a poner el disco a disposición de los usuarios de manera gratuita, a un cotidiano click de distancia. Más allá de este evidente negociado moderno, la placa está atravesada por una estética vocal e instrumental muy propia de la agrupación, privilegiando sonoridades frescas, tranquilas y ambientales. En total nos encontramos con 11 canciones de naturaleza diversa en cuanto a intensidad, arreglos y, obviamente, calidad, pero por sobre todo es este un disco que a lo largo de sus composiciones se transforma en testimonio íntimo y personal de las preocupaciones de unos ya adultos irlandeses.
Extrañamente, el tema que inaugura el disco se titula “The Miracle (Of Joey Ramone)”. Cualquiera que leyese el título podría imaginar la potencia del punk y la actitud del vocalista de Ramones recorriendo el espectro sonoro de U2, sin embargo, esta canción es una evocación de Bono al recordar la primera impresión después de oír a la banda de Nueva York, presentándolo como el sonido más hermoso que el vocalista alguna vez oyó. En “Every Breaking Wave” oímos una balada apacible adornada con una línea de guitarra eléctrica marcadamente melodiosa y suave, y una percusión pausada. La canción posee grandes momentos cargados de nostalgia, que dan cuenta del agotamiento de una relación amorosa: Amor, con algunas dudas de la historia, tú sabes que estamos enamorados a pesar de la derrota. Con “California (There Is No End To Love)” el disco se enciende en una canción que posee un claro guiño a los sesenteros Beach Boys. La presencia de unos pegadizos coros y efectos vocales en medio de un juego de sintetizadores y solos de guitarra, entrega una atmósfera festiva y enérgica. Con su suave instrumentación de guitarra acústica, “Song For Someone” lentamente se va encendiendo, hasta llegar a un estribillo bien vocalizado por Bono y así transformarse en una canción que se emparenta muy bien con el tenor general del disco. “Iris (Hold Me Close)” muestra el lado más personal del disco, ya que es el recuerdo de un Bono maduro reflexionando sobre la prematura muerte de su madre cuando él sólo tenía 14 años. Tiene un comienzo lánguido, donde lentamente se van incorporando la percusión, el bajo y la guitarra, desembocando en un crescendo sonoro intenso y multiforme. “Volcano” destaca por la fuerza de una encendida guitarra eléctrica, y una batería pesada y profunda que rememora fuertemente los mejores momentos de la banda hacia finales de los ochenta: puro power pop.
Llegamos a “Raised By Wolves”, una composición con tintes de crítica política cuyo tema central es un intento de volar un vehículo en Dublín. La canción posee un estribillo potente, que es prácticamente un alarido de Bono, adornado con una batería y un bajo pegadizo que progresivamente van adquiriendo protagonismo. La sutileza del punteo de guitarra inicial que nos presenta “Cedarwood Road” nos recuerda el virtuosismo de The Edge. Esta canción es el momento más pesado y rockanrolero del disco, siendo uno de los puntos altos del trabajo. “Sleep Like A Baby Tonight” impresiona por su apuesta hacia lo electrónico, al incorporar un sintetizador que define de comienzo a fin el paisaje sonoro de una canción triste en medio de un ritmo reposado. “This Is Where You Can Reach Me Now” está sacada de la época más prodigiosa y atrevida de la banda, a comienzos de los noventa, cuando la cadencia, explosividad y armonías conseguidas en la ejecución de los instrumentos, construía un convincente diálogo entre un pop elegante y un rock adecuadamente renovado. “The Troubles” se encarga de cerrar el disco con una composición melancólica, cuya originalidad se encuentra en la incorporación de unos violines que juegan muy bien con la melódica voz de la sueca Lykke Li.
Si ha de buscarse la mejor cara de los irlandeses, habrá que explorar y perderse en su primera década de existencia y trabajo. Pese a ello, el encanto de “Songs Of Innocence” se encuentra en su naturaleza introspectiva, intimista y reflexiva de músicos que, con la madurez suficiente, son capaces de explorarse tanto asimismo, como de compartir con el público sus evocaciones sobre el mundo. En lo inmediato, los diversos pasajes el disco conectan adecuadamente con el propio sentir y etapa de los integrantes de U2 (que sin lugar a dudas supera el traspié de su anterior trabajo), sin embargo, y de forma lamentable, la alianza comercial con una de las empresas tecnológicas más importantes en la actualidad hizo ver que U2 es en 2014, antes que una banda, una marca. Bono y sus muchachos son importantes para el mundo de la música, y ellos lo saben, pero el mercado –a ratos- también impone sus reglas.
A veces pareciera que la figura de Víctor Jara irrumpe mucho más potentemente en el extranjero que en nuestro país, esto porque, si bien es considerado un ícono de nuestra historia musical y cultural, el inmenso legado que dejó como activista trascendió las barreras incluso del idioma. Bajo este contexto, no resultaría tan extraño que un artista como James Dean Bradfield, acostumbrado a un rock de guitarras más convencionales en Manic Street Preachers, decidiera concentrarse en la vida y obra del hombre de “Manifiesto” para entregar “EVEN IN EXILE”, un trabajo que, mediante 11 composiciones, aborda diferentes episodios de Jara y su inmenso legado.
En poco más de 48 minutos, el artista entrega una colección de canciones recopilando distintos pasajes de la vida de Jara, mostrando su inmensa capacidad como compositor con diversos elementos sacados del pop, el rock progresivo, e incluso la música latinoamericana, descifrando diversos mensajes en una clave fresca y bastante radial para tratarse de un álbum conceptual. Dicho eso, basta sólo el inicio con “RECUERDA” para ir comprendiendo las diversas postales de la historia chilena que Bradfield entrega desde el arranque, con “THE BOY FROM THE PLANTATION”, el single principal del LP, introduciéndonos al viaje que nos contará la historia de Víctor Lidio Jara Martínez.
Todos los elementos sonoros que James incorporó en el desarrollo de “EVEN IN EXILE” se funden en una obra que permite analizar una mirada externa de una figura tan importante como la de Víctor Jara, todo esto gracias a las sublimes palabras del poeta galés Patrick Jones, quien es el encargado de cada uno de los poemas musicalizados en este trabajo. Desde ahí radica cómo un disco en homenaje a la figura de Jara puede transformarse a la vez en un detallado ejercicio de su música y legado, sobre todo abordando la importancia que tuvieron en la vida del intérprete personas como su madre Amanda Martínez, su esposa Joan Jara o la influencia de Violeta Parra, todas ellas encontrando su momento en el disco para abordar dichos lazos, como en “UNDER THE MIMOSA TREE”, “FROM THE HANDS OF VIOLETA” o “WITHOUT KNOWING THE END (JOAN’S SONG)”, completamente dedicada a la viuda de Víctor.
Por supuesto que otros hitos del período más complejo de nuestro país también se hacen presente en varios tracks, desde la desolación de “THERE’LL COME A WAR” o la profunda inmersión en el relato que logra “SEEKING THE ROOM WITH THE THREE WINDOWS”. Asimismo, “LA PARTIDA”, una canción donde lo primero que uno podría identificar es la vibra del italiano Alessandro Alessandroni, se centra en las viudas de los Detenidos Desaparecidos y su incansable búsqueda por el desierto de Atacama, fundiendo la historia hacia “THE LAST SONG”, en la que, mediante una indudable sensación de derrota, Bradfield narra una prosa que bien representa los últimos días de Jara, así como los del presidente Salvador Allende.
Las canciones de Jara seguirán sonando siempre, incluso para las nuevas y futuras generaciones, pero nunca es tarde para reflexionar en el sentido de cómo su obra ha sido tan relevante incluso, en lugares tan lejanos como Europa. “No hay ningún cantante de protesta como él”, ha dicho Bradfield en reiteradas ocasiones, y evidentemente tanto él como Patrick Jones lo comprendieron muy bien, abriendo así una puerta a que el legado de Víctor llegue a influenciar aún más gracias a este documento de historia viva, de palabras que cobran una fuerza por sobre el recuerdo de un artista excepcional, donde de alguna u otra forma su influencia se sentirá en cada cantar que vaya desde el corazón. “Ahí donde llega todo, y donde todo comienza. Canto que ha sido valiente, siempre será canción nueva”.