Beethoven señaló que el genio se compone de un dos por ciento de talento y de un noventa y ocho por ciento de trabajo. Si se miran los dos últimos LPs de Trivium –el excelente “Silence In The Snow” (2015) y el que nos ocupa ahora, “The Sin And The Sentence”–, la frase del compositor alemán los describe genuinamente, puesto que ambos, si bien distintos en sus arreglos compositivos, son frutos no tanto del talento innato de los floridanos, sino del trabajo duro y perseverante, sobre todo de su líder Matt Heafy.
Y es que, más allá de la persistencia y tenacidad que muestra Trivium en sacar un disco de metal de calidad, este marca notorias diferencias con su antecesor. De partida, estamos en presencia de un álbum descomplejizado del trauma que parecía rondar a la banda por no ocupar un sitial junto a sus congéneres consolidados del metal. En ese sentido, este disco orgánicamente es más completo y versátil, desde el espectacular trabajo en batería del debutante Alex Bent, hasta el progresismo virtuoso de composiciones como “The Revanchist”, o “The Wretchedness Inside”, frutos justamente de esa liberación de Trivium, en donde lo que interesa es la naturaleza intrínseca del sonido. Es por eso que la banda puede pasar sin dudas de la pesadez en “Thrown Into The Fire” (una de las mejores de su catálogo) a la parsimonia más accesible de “The Heart From Your Hate”, conectada más con los temas del año 2015. A su vez, esta emancipación de etiquetas y de deseos aspiracionales permite la utilización del recurso gutural de manera más correcta y en los momentos precisos.

La construcción de los temas también es un punto alto. Aun cuando se percibe que son creados desde las cuerdas, los beats en la batería aportan profundidad, creando distintos matices que se pueden ir percibiendo con las escuchas sucesivas del álbum. Es el caso de “Betrayer” y “Sever The Hand”, canciones en las que la contribución de Alex Bent –algunos en clave jazz– convierten buenas composiciones en feroces, similar a lo que sucedía en el Slipknot de Joey Jordison. Incluso en algunas escritas en clave sencilla (“Beauty In The Sorrow”) se enriquecen por el trabajo descomunal del nuevo integrante.
Sin perjuicio de lo anterior, y entre los aspectos criticables del álbum, Trivium parece convivir con una maldición en la elección de sus productores. Las perillas esta vez estuvieron a cargo de Josh Wilbur, cuyo perfil parece no encajar a la perfección con la música de la banda, aunque sin caer al nivel de David Draiman en “Vengeance Falls” (2013). Que esto en todo caso no lleve a error: “The Sin And The Sentence” suena bien, pero algunos detalles se pierden, como ciertos riffs filosos en la canción homónima, u otros errores menores que podrían haber sido mitigados, como el sonido plástico del bombo al inicio de “Beyond Oblivion”. Como sea, esto son aspectos menores que no ensucian la calidad del disco, aunque hubiese gustado un sonido más envolvente, considerando la elevada factura de los temas.

El trabajo en el bajo de Paolo Gregoletto también es un punto alto de la placa; se complementa a la perfección con la batería y le entrega una base pesada a las guitarras, cuyo sonido es a veces muy pulcro. Esto se puede notar en “Other World”, donde las cuatro cuerdas son protagonistas incluso por sobre el trabajo armónico de Heafy con Corey Beaulieu. Lo mismo aplica en “Endless Night”.
No es exagerado decir que este disco aun siendo diferente a su predecesor, lo empata o incluso en momentos lo supera en composición. El trabajo arduo por ganar un espacio, por buscar el sonido en el mundo del rock ha tenido su paga, y Trivium con este disco ya no es la eterna promesa. ¿Qué les falta para estar en el podio de los grandes de este milenio? Quizás seguir explorando por lo desconocido y continuar con el metal honesto y sin compromisos, tal como este álbum brinda.
Artista: Trivium
Disco: The Sin And The Sentence
Duración: 57:18
Año: 2017
Sello: Roadrunner Records
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