Que difícil debe ser crecer bajo la sombra de un monstruo como Bob Dylan. Si cabe alguna de esta aseveración, sólo bastaría con preguntárselo a Jakob Dylan, quien después de un medianamente exitoso debut con el disco homónimo de The Wallflowers (1992), tuvo que ver cómo sus siguientes cuatro producciones pasaron completamente desapercibidas por la siempre crítica escena rock norteamericana. Sin embargo, nunca es tarde para volver a intentarlo, y es así como los californianos retornan tras siete años de silencio con su sexto álbum de estudio, titulado “Glad All Over”, que será distribuido bajo la etiqueta Columbia Records.
De la alineación original de la banda se mantienen Dylan en voz y guitarra, además del bajista Greg Richling y del tecladista Rami Jaffee, incorporándose al proyecto el guitarrista Stuart Mathis y el experimentado baterista Jack Irons, quien ostenta el haber colaborado con Red Hot Chili Peppers, Eleven y Pearl Jam, entre otros grandes. El disco fue grabado en los estudios Easy Eye Sound de Nashville, propiedad de Dan Auerbach, una de las mentes tras The Black Keys. La producción de la placa corrió por cuenta de Jay Joyce y fue mezclada por el prestigioso Rich Costey, quien ha trabajado con artistas de la talla de Bruce Springsteen, Foo Fighters y Arctic Monkeys.
El primero de los 11 cortes que componen el disco es “Hospital For Sinners”, que desde un principio presenta una tendencia a los sonidos más sintetizados. Una canción interesante, que a pesar de fundamentarse en un riff plano, ofrece una atractiva melodía que, no siendo tan dinámica, ofrece muy buenas secuencias. “Misfits And Lovers” se mantiene en la línea de los medios tiempos, pero sin ofrecer nada particularmente atractivo, salvo su llamativo estribillo. El álbum continúa con “First One In The Car”, una pieza con matices mucho más sensibles y donde resalta la interpretación de Dylan, convirtiéndolo en uno de los buenos temas de la placa. “Reboot The Mission” es el primer sencillo que se desprende del disco y cuenta con la colaboración de lujo de Mick Jones, guitarrista y primer vocalista de The Clash, quien aporta con el virtuosismo de su guitarra para conformar una excelente carta de presentación. Un tema muy bien logrado, que resalta por sus coros a múltiples voces y su pegajosa melodía. En “It’s A Dream” el protagonismo lo asume el teclado, que de la mano de la batería imprime una buena dosis de energía que, sin embargo, no alcanza para configurar una buena canción.
“Love Is A Country” abre la segunda parte del disco, que de inmediato llama la atención por una melodía mucho más brillante que sus predecesoras, además de ser más enérgica y armónica. Sin lugar a dudas, uno de los mejores cortes del álbum. Llega el turno de “Have Mercy On Him Now”, una canción lúdica con algunos tintes de dance hall, que gana en potencia y fuerza, pero que no termina por convencer. “The Devil’s Waltz” vuelve a bajar las revoluciones con una melodía mucho más pausada, ofreciendo una interesante instrumentación, con buenas secuencias de cuerdas y teclado. La atmósfera se llena de optimismo con “It Won’t Be Long (Till We’re Not Wrong Anymore)”, un tema rebosante de energía y buenas vibras, que fluye por la línea donde The Wallflowers obtiene sus mejores dividendos. “Constellation Blues” se esfuerza en ofrecer algo original y atractivo, pero sólo se queda en buenas intenciones y una melodía que no logra captar la atención. El cierre corre por cuenta de “One Set Of Wings”, que en algunos pasajes hace recordar a “One Headlight”, el mayor éxito de la banda. Un sonido llamativo, que ofrece algunos tintes de folk rock y que termina de la mejor manera el recorrido por el álbum.
“Glad All Over” confirma que la fortaleza de The Wallflowers no radica en las melodías potentes e intensas, obteniendo sus mayores réditos en los cortes más sensibles y relajados. El retorno de Jakob Dylan y compañía, probablemente no estará entre los discos más recomendados de 2012, pero tampoco se podría considerar como un nuevo paso en falso en su carrera, muy por el contrario, se agradece la intención de reinventarse, para volver a ganarse un espacio en una escena donde la competencia y la crítica no dan lugar a errores.
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