El motor de The National es la rabia y la desorientación causada por la falta de respuestas. No hay un ánimo de responder a las dudas, y probablemente nunca lo haya en las canciones del conjunto de Cincinnati, Ohio, sino que de plantear lo que está mal, a ver si alguien se da cuenta de eso y le interesa. Aunque no existen despliegues políticos explícitos en las canciones del conjunto, sin duda que su surgimiento y desarrollo ha ido en paralelo a los momentos más acontecidos de EE.UU., ese “Fake Empire” al que le cantaban mientras se estaba medio despierto.
En su séptimo disco no sólo hay un “imperio falso”, sino que este se encuentra en un declive evidente, quizás desde lo moral más que desde lo pragmático, y las eclécticas letras a lo largo del álbum pueden funcionar tan bien para un matrimonio a punto del colapso, como para un país dividido en problemas. Aunque la fórmula pareciera ser la misma desde “Alligator” (2005), hay matices mucho más oscuros en lo lírico –entregado de forma magistral por el intenso y profundo Matt Berminger– en medio de una luminosidad engañosa desde lo instrumental, con atmósferas donde los rayos se cuelan y dejan ver las sobras de un festín ajeno… ¿o tal vez será del propio?

Cuando se analiza la letra del track que le da nombre al disco, cerrando el trabajo con aires sonoros que hacen eco de otras canciones, se cae en cuenta que es toda una maquinaria del desecho humano la que se narra en “Sleep Well Beast”, y que esa bestia no es alguien en específico, sino que una forma de sentir y de llevar la vida que se manifiesta constantemente. Las emociones no son algo válido para los individuos si en ellas no reside un provecho individual, que se mida en valores de mercado como el ganar, perder, deber y mantener como propiedad.
En el disco más experimental que haya lanzado The National desde que se hicieron conocidos a nivel masivo, lo que trasciende puede ser el regreso de los coros pegotes que se extrañaron en el plano “Trouble Will Find Me” (2013), pero lo que subyace es el retrato de una forma completa de sentir, bastante triste y bastante pertinente al momento que se vive. Una búsqueda de la luz al saber que la oscuridad soñada por el sistema vive en cada uno de nosotros, y por lo tanto la esperanza no sólo puede ser vista desde lejos, sino que es algo externo. Las sobras de un festín o de cualquier hecho pasado son las de una forma de sentir que ya no es posible.

En medio de un eclecticismo evidente, las guitarras de los hermanos Aaron y Bryce Dessner no sólo construyen riffs y solos, sino que a veces consiguen configurar atmósferas que, más allá de la melancolía de parejas a punto del quiebre, también pueden servir para ciudades con polución o para bosques devastados. Los elementos electrónicos sirven con este fin, también, dando un componente más ambiental que se toma tracks como la radioheadesca “Guilty Party”, o que entregan un aire incómodo al propio deambular en la intrigante “Walk It Back”, que no sólo termina con un dramático giro con la frase “No te me oscurezcas / Está bien. Si algún día vuelvo a ti / te necesitaré iluminada”, sino que además presenta un (cuestionado) discurso atribuido al arquitecto político de la administración Bush, Karl Rove, donde se dice que “somos un imperio ahora y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad”.
En medio de música consistente, con un ritmo claro en las intenciones sonoras, The National no sólo entrega su disco con más riesgos en mucho tiempo, sino que también lo hace sin dejar pasar la chance de sumergirse en el estado mental de un mundo más oscuro que nunca, que, sin embargo, suena cautivante y brillante, con más colores factibles de ver y sentir que nunca. De imperios y refugios.
Artista: The National
Disco: Sleep Well Beast
Duración: 57:37
Año: 2017
Sello: 4AD