¿Hasta qué punto se considera un cambio de dirección? Muchas veces se genera un debate cuando una banda decide incursionar en otras veredas sonoras en algún momento de sus carreras, algo que la mayoría de las veces va ligado a la necesidad de avanzar y no estancarse por décadas haciendo lo mismo entre un disco y otro.
En el caso de Sleater-Kinney, desde el momento que apareció el primer adelanto de “The Center Won’t Hold” quedó claro que la banda iría por un lado bien diferente a lo que fue su triunfal regreso “No Cities To Love” (2015), y muchos apuntaban a St. Vincent y su labor de productora como la principal artífice de un sonido que dejaba de lado los atrevidos guitarrazos que el trío solía mostrar en sus obras por un sonido más moderno, tanto estética como sonoramente más plástico que de costumbre. Así fue como este álbum ya venía con un prejuicio que no hizo más que incrementarse luego de que su baterista Janett Weiss abandonara la agrupación, apelando al no deseo de participar en la nueva dirección que Corin Tucker y Carrie Brownstein estaban tomando. Más claro echarle agua: para los fans, Sleater-Kinney nunca más sería lo mismo.

Con todo el peso de esos antecedentes, el noveno álbum de la banda se presenta desde el primer minuto con una propuesta mucho más arriesgada, abriendo con el track que da nombre al disco y que se construye pausadamente hasta llegar a un clímax que suena al Sleater-Kinney de siempre, pero claramente con matices que dan el paso a otros instrumentos. Siempre que se presenta una propuesta que tenderá a dividir a los fanáticos, esta avanza a paso lento, muchas veces poco firme, pero no queda duda de que este no es el caso, ya que la forma en que el álbum se va desentrañando a medida que avanza es de una manera segura, confiada de lo que está mostrando y estableciendo un parámetro muy importante: los cambios radicales no siempre tienen que ser malos. Y es que, seamos justos, el cambio acá no es algo tan espantoso como todos podrían imaginar (excepto tal vez por una canción tan fuera de lugar como “LOVE”), pero, independiente de que el álbum señale a gritos “producido por Annie Clark” en todos lados, eso no impide que entregue momentos de genialidad en su desarrollo.
Si hay que nombrar algunos de dichos momentos, canciones como “Reach Out” y “Bad Dance” juguetean con elementos típicos del trío de una manera actualizada y acorde a la totalidad del producto que ofrecen, reiterando la idea de que esta es una obra que sabe muy bien lo que está siendo, por ende, plantarle la etiqueta de “experimentación” no va mucho al caso cuando existe una coherencia en todo el proceso. Distintas señales se pueden tomar de cosas como la interpretación, la duración total del disco o lo limitado del recurso de dos voces con Brownstein y Tucker, que ha entregado momentos altísimos en la discografía de la banda, pero que ahora no está tan presente como muchos quisieran.

Ese tipo de cambios, que terminan por amplificar el espectro de interpretación de la banda para ocasiones en vivo, son parte de una panorámica mayor, donde es hora de que comencemos a plantearnos la necesidad de abordar estos procesos de cambios para los artistas, de esos que muchas veces leímos, pero pocas veces vivimos. Este álbum, dentro de todo lo que se pueda desprender de él, termina siendo el primer capítulo de una nueva saga que comienza a escribirse para el conjunto, coronándolo con una composición de aquellas, como “The Future Is Here”, cuyo mensaje es evidente frente al escepticismo de la fanaticada. La banda los necesita, el futuro ha llegado, y ya no hay vuelta atrás. Si “The Dog/The Body” es la escena final, entonces “Broken” es los créditos, en un movimiento que puede desconcertar a los fans, pero que exponen un cambio positivo que es muy difícil de negar.
Muchas veces solemos leer sobre tal o cual disco que cambió completamente la forma en que cierto artista hacía música, y esos procesos se estudian con mucha admiración, abordando los contextos que rodearon su creación o de cuán positiva fue la decisión de modificar algunos factores dentro de su interpretación. Cuando esos procesos se viven en tiempo real, la gente suele ser más injusta, despotricando incansablemente debido a una sociedad que muchas veces teme a los cambios, principalmente por el miedo natural que puede significar el salir de la zona de confort. Sleater-Kinney se atrevió, y apostó por seguir adelante y avanzar en la dirección que ellas sienten que es necesario. Podremos estar de acuerdo o no, pero finalmente el tiempo irá demostrando que este fue un punto de inflexión para una etapa diferente y, como todo inicio, podrá ir armándose en base a ensayo y error hasta equilibrarse en su totalidad. Es tiempo de avanzar, porque el futuro está aquí y ya no podemos volver.
Artista: Sleater-Kinney
Disco: The Center Won’t Hold
Duración: 36:10
Año: 2019
Sello: Mom + Pop