Ya sea como parte del extinto dúo musical Moloko, o bien en su carrera como solista, Róisín Murphy ha destacado siempre por su tacto extravagante y original a la hora de componer y lucir en lo escénico. Es decir, en una dimensión integral del concepto de música, aunque no siempre tuvo completa libertad para trabajar a sus anchas, algo que sí pudo realizar esta vez con “Róisín Machine”, su quinto álbum de estudio. En compañía de un fiel colaborador, DJ Parrot (o Crooked Man), la artista irlandesa da cierre a un ciclo de canciones sueltas que venían sonando desde hace años como sencillos sin destino fijo. Es aquí donde les otorga un merecido espacio para revivir, editando y reconstruyendo para hacerlas calzar con el concepto musical al que tributa este álbum: la música disco en diálogo con otros variados subgéneros de la electrónica.
Desde el principio la propuesta suena atractiva, pues aparecen los elementos más hipnóticos del dance y del house, en temas como “Simulation” o “Kingdom Of Ends”. Resulta interesante también prestar atención a las letras, ya que, en términos generales, pareciera ser un relato de distintos momentos por los que atraviesa una voz femenina que deja en el aire la sensación de ser alguien autosuficiente y muy segura de sí misma, aunque también algo caprichosa.

En “Something More” se declama a modo de intro el deseo de “querer algo más”, sobre una tenue base melódica de teclados, que luego desencadenan en un sonido con cierto encanto melancólico, en el que Róisín canta: “Una corona sobre mi cabeza, diez amantes en mi cama, pero yo quiero algo más / Un billón en el banco, títulos de alto rango, pero yo quiero algo más”. En “Sellfish Mademoiselle” asistimos a la genialidad de mezclas de electrodance cargadas de una resonancia groove, mientras en las vocales el relato se escucha un poco más contingente: “Sé que no debería estar bailando en este momento, pero puedo ser una mademoiselle egoísta”.
Es agradable constatar que todas las canciones están entrelazadas entre sí, formando esta gran máquina sonora, pues cada outro da paso al intro del siguiente track de forma armónica. Las rupturas están en la amalgama misma de las composiciones, en los cambios de ritmo e intervenciones vocales y musicales de los distintos géneros que se combinan. Dicho de otro modo, a la Róisín-Máquina nada se le escapa, y podemos advertir lo fascinante de estas mixturas a lo largo de todo el disco. En “Incapable”, por ejemplo, resuena algo de tecno en afinidad con toques de funk, en tanto que la voz nos cuenta que nunca ha tenido el corazón roto, por lo que se siente incapaz de amar. “We Got Together”, por su parte, afloja en las letras, pero es contundente en sintetizadores, sonidos robóticos y algo de house industrial, lo que le da al tema un carácter netamente bailable que no resta profundidad, sino que lo contrario.

“Murphy’s Law” es una de las piezas destacables del álbum por su sonido funky-jazz y un icónico intro que reza: “Siento que mi historia aún no ha sido contada, pero haré mi propio final feliz”. Una base boogie se suma a realzar el ritmo. Y como si se tratara de un augurio entre líneas, nos vamos acercando a la tripleta final del disco, compuesta por “Game Changer”, “Narcissus” y “Jealousy”, todas canciones que siguen en la lógica del juego entre seductor e hipnotizante, que convierte la escucha en una experiencia cautivadora y catártica, y con la que terminamos casi dando gracias a Murphy por el lanzamiento precisamente en este año de abulia generalizada, que parecía cada vez más insalvable desde varios puntos de vista.
Dicho esto, termina siendo complejo y completamente innecesario buscar algún defecto o desacierto que haga tambalear la extraordinaria máquina de Róisín Murphy, pues esta llega a refrescar el panorama musical y colectivo con un sonido meticulosamente trabajado, que tiene mucho de sensual y experimental a la vez (y esto hay que pensarlo a otro nivel del adjetivo), lo que resulta revitalizante. “Róisín Machine” es, en definitiva, un disco que motiva –o al menos apacigua– ciertas fallas del mundo real a través de sonoridades que, aunque ya existían, aquí son puestas a bailar de manera ingeniosa y sagaz.
Artista: Róisín Murphy
Disco: Róisín Machine
Duración: 54:27
Año: 2020
Sello: Skint / BMG