Un sonido más maduro y una vuelta a sus orígenes es lo que promete Jimmy Eat World con “Damage”, su octavo álbum de estudio y sucesor de “Invented” (2010). Un disco que fue grabado en Los Angeles, en el estudio casero del destacado músico chileno Alain Johannes, quien ha colaborado con artistas de la talla de Queens Of The Stone Age, Chris Cornell, Mark Lanegan, entre muchos otros, y que también se hizo cargo de la producción de la placa, mientras que la mezcla de los diez cortes que estructuran este nuevo material fue responsabilidad del reconocido ingeniero James Brown. Los oriundos de Arizona rompieron su vínculo con Interscope Records durante 2012 y ahora se unieron a RCA Records para la edición y distribución de este álbum.
Una sólida ejecución de cuerdas marca el comienzo de una dinámica “Appreciation”, que da paso a la consistente secuenciade batería de Zach Lind y toda la energía que inyecta la voz de Jim Adkins, apoyado de buena manera por Tom Linton en el estribillo. Las revoluciones bajan un par niveles con la melodía a medio tiempo de “Damage”, que ofrece una percusión con muchas más variantes que su predecesora y con el bajo de Rick Burch sonando preciso en un segundo plano. “Lean” transita sobre un terreno un tanto ambiguo, con una propuesta poco definida y donde sólo destaca su base rítmica fundamentada en las guitarras de Linton y Adkins. El ambiente se llena del sonido acústico de “Book Of Love”, presentando una hermosa pieza llena de optimismo y vitalidad, con una velocidad controlada y esas justas pinceladas de sensibilidad, tan propias del estilo emo. El cierre de la primera mitad del álbum llega de la mano de su primer sencillo, “I Will Steal You Back”, tema que no esconde su matiz pop punk, con una melodía que crece en intensidad, fusionando secuencias de cuerdas potentes y decididas, con pasajes levemente más sosegados.
Toda la melancolía y sentimiento de la bella “Please Say No” se apodera del disco, con la guitarra acústica conviviendo en perfecta armonía con la definida voz de Jim Adkins, estructurando en conjunto, líneas rebosantes de nostalgia y sensibilidad. La intensidad se incrementa con la melodía de “How’d You Have Me”, en donde la batería de Lind suena potente y decidida, complementándose de buena manera con las sólidas secuencias de la guitarra de Linton, que golpea como ráfagas de energía. “No, Never” vuelve a cambiar el ritmo, bajando las revoluciones y dándole mayor protagonismo al sonido del bajo de Burch, que si bien aporta con nuevas texturas, no termina por configurar una apuesta del todo arriesgada. La hermosa y pausada ejecución de “Byebyelove” catapulta la experiencia a otro plano, con guitarras y batería sonando en su justo volumen y velocidad, para plasmar una pieza llena de carácter, dolor y profundidad. El último track de la placa es “You Were Good”, que en su primera parte tiene como protagonista excluyente el sonido acústico de la guitarra, para posteriormente compartir créditos con la áspera y característica voz de Jim Adkins, teniendo como principal virtud su capacidad para transmitir una amplia gama de emociones, con una cantidad limitada de elementos.
“Damage” es un álbum que transcurre de manera simple y fluida, haciendo que los diez cortes que lo componen sean fácilmente digeribles. Sin lugar a dudas los mejores dividendos los obtienen las canciones con matices más nostálgicos y sensibles, como “Book Of Love”, “Please Say No” o la misma “You Were Good”, quedando una deuda pendiente con las texturas más cercanas al punk y al rock alternativo, que sólo quedan en evidencia en el single “I Will Steal You Back” y el tema “How’d You Have Me”. Hay que destacar el atrevimiento de los nativos de Arizona, que optaron por una propuesta concisa, precisa y eficiente, sin caer en la tentación de echar mano a canciones fácilmente descartables para hacer más robusta una placa que, con lo que tiene, le basta y le sobra para encumbrarse como uno de los buenos elementos dentro de la discografía de Jimmy Eat World.
Pasar de un sonido arrollador e irrefrenable hacia una propuesta etérea y mucho más sobria, es un movimiento que causa sorpresa viniendo de una banda como Genghis Tron. Luego de más de una década de ausencia discográfica, “Dream Weapon” es un giro inesperado, que deja la sensación de reinvención por sobre la consigna de continuidad. Un trabajo donde el riesgo es alto, pero cuyo resultado es sólido y mira hacia adelante.
El factor tiempo fue uno de los primeros ingredientes que componen este nuevo álbum. Ya han pasado 13 años desde que “Board Up The House” posicionó a la banda dentro de un espacio donde convive la música extrema con los arreglos electrónicos, marcando una huella profunda, que incluso suena novedosa en la actualidad. No fue hasta principios de este año que los estadounidenses dieron las primeras luces de un tercer trabajo. Mediante los singles “Dream Weapon”, “Ritual Circle” y “Pyrocene”, Genghis Tron despertaba interés y dejaba en claro que este retorno se articularía desde una fórmula diferente. Estos adelantos son, precisamente, una ventana al concepto sonoro del disco, donde las guitarras ceden protagonismo a los sintetizadores, generando composiciones sumamente hipnóticas, en las que los guiños al ambient y el krautrock viajan con fluidez a lo largo del tracklist.
La apertura instrumental con “Exit Perfect Mind” es el inicio apropiado para generar esta idea de abstracción y luego situarse de forma brusca en “Pyrocene”, donde las voces oníricas del sencillo despiertan otro de los factores más evidentes de este regreso. Mookie Singerman ya no forma parte del proyecto, dejando atrás los alaridos y abriéndole camino a un trabajo vocal más refinado a cargo de Tony Wolski. Del mismo modo, Nick Yacyshyn marca una diferencia significativa en comparación a las producciones anteriores. Las canciones se alejan de las máquinas de ritmos, optando esta vez por un sonido orgánico donde resalta la calidad artística del baterista, reconocido también por su banda mater, Sumac.
Más allá de descansar en los cortes de adelanto, “Dream Weapon” goza de un cuidado equilibrio y cohesión, que incluye interludios tales como “Desert Strais” y extensas composiciones donde se aprecia un sólido desarrollo de esta nueva etapa. “Alone In The Heart Of The Light” destaca como uno de los momentos más altos del álbum, donde la progresión de sintetizadores y cambios de ritmo no tienen nada que envidiar a su pasado más caótico, sino que nutren la versatilidad de la banda. Mediante una fórmula bastante similar, “Great Mother” es el cierre de este viaje surreal, que no deja de ser apoteósico ni demoledor, pese a la atípica aura de templanza que lo rodea.
En definitiva, el contundente retorno de Genghis Tron con “Dream Weapon” está compuesto de una serie de elementos frescos e inusuales, considerando la trayectoria de la banda, siendo un claro ejemplo de aquellos casos donde el factor sorpresa resulta una virtud más que un desacierto. Un cambio interesante, que deja el camino abierto y donde sólo el futuro dirá si se trata de una nueva faceta o tan sólo es un aire de experimentación por paisajes nebulosos y espaciales.