En el mundo, hoy son las voces femeninas las que reciben una atención inusitada, en parte remediando las lógicas machistas y masculinizadas que han caracterizado a la industria musical (y al arte, en general). Pero en general se analiza lo malo y lo que debe repararse, sin detenerse en otros aspectos que podrían dar mayores luces de dónde atacar o pensar, o incluso amplificar la empatía. Por eso es interesante lo que hace un tiempo viene haciendo Christina Rosenvinge, que hace unas semanas lanzó el que se advierte como su trabajo más sólido, bajo un concepto profundo y con muchas capas.
“Un Hombre Rubio” es un nuevo paso en su comprensión de la masculinidad y cómo la opresión también opera en ese lado del río. Para esto, Rosenvinge se toma de la relación “horrible” –como ella ha definido en entrevistas múltiples– con su padre, algo que generó una fricción que ahora canaliza a través de canciones que tensionan diferentes facetas de la represión. En el séptimo disco en solitario de su carrera, Christina no dice cosas por ella misma, mas sí intenta comprender su circunstancia, su pasado y las huellas que este dejó en el presente.

El inicio con “La Flor Entre La Vía” delimita la indefinición de género del hablante lírico en el disco, para luego, en “Romance de la Plata”, explicar una relación tormentosa con un padre al que nadie llorará en el funeral, pero que ofrece un consuelo en la rehabilitación mediante el propio reflejo del hoy: “¿Cómo no voy a entenderte, padre, si es mi misma soledad?”. En “El Pretendiente”, mediante la metáfora de la conquista romántica, se aborda el estado dubitativo de la inmigración, pensar en lo desconocido, mientras la música invita con pasajes que van dejando la oscuridad atrás. Así, “Ana y Los Pájaros” también presenta la ligereza de lo súbito, usando la figura del nido, apelando a lo pasajero, pero también la aspiración extraña de asentamientos más estrictos.
Christina elige elementos poéticos que difuminan los significados claros, pero, donde puede verse algo obtuso, la música es más clara que nunca. No está la complejidad o la oscuridad de “La Joven Dolores” (2011) o “Lo Nuestro” (2015), sino que sonoridades más luminosas, aunque no por ello menos interesantes. Guitarras precisas, ya sea en acústico o eléctrico, sintetizadores y pianos profundos, voces dulces, agudas, graves, roncas incluso. No hay elementos al azar y cada canción posee destellos diferentes, como el dinamismo de los beats en tiempos cambiantes de “Berta Multiplicada” –dedicada a una activista hondureña asesinada en 2016– o el gancho pop del crudo relato de la crianza en conflicto de “Niña Animal”.

Aunque la música es ejecutada con maestría, y la producción en solitario de Rosenvinge es exacta y florida en medio de la penumbra aparente, lo cierto es que los detalles más ricos de conocer y analizar se dan en lo lírico, sea en las inflexiones vocales de una Christina dúctil y generosa, o en los recovecos de las letras. La cruda “Pesa La Palabra” posee el peso de la toma de la voz del padre, explicando su aparente ausencia e implacable silencio, y nuevamente es lo dicho lo que se releva. No por nada hay una canción –tal vez la más llena de añoranza desesperanzada del disco– llamada “Afónico”. La voz literalmente pierde la batalla de la ausencia para dar paso a “La Piedra Angular”, en un amor redescubierto, consuelo de la soledad, tal vez a punta de fallas, pero con la posibilidad de tener expectativas redescubiertas.
He ahí la mayor recompensa de este trabajo: esa sensación de redescubrimiento de una empatía perdida, que inevitablemente cierra el disco, y el arco narrativo que, mediante un juego clave de difuminación del género y la puesta en escena de múltiples perspectivas, muestra brutalmente a Christina Rosenvinge hurgando en su pasado para entender su presente. Quizás desde este lado del mundo no se entiendan todas las referencias a lo español o a lo danés, esos trayectos migratorios que forman parte de las cicatrices del disco, pero lo cierto es que son esas huellas las que otorgan un carácter casi perfecto a un disco tan femenino como masculino, y enhorabuena que resulta así.
Artista: Christina Rosenvinge
Disco: Un Hombre Rubio
Duración: 41:35
Año: 2018
Sello: El Segell del Primavera