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Charly García – “Random”

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Impredecible. Probablemente este es uno de los mejores adjetivos para definir a Carlos Alberto García Moreno. Hace sólo unos meses cerraba el año deshidratado, febril y hospitalizado, dejando una vez más la puerta abierta para especular en torno al futuro de su carrera. Sin embargo, bastó poco más de un mes para que, sin mediar aviso, el bonaerense nos regalara el primer single de “Random”, decimotercer álbum de su carrera solista, dejando finalmente atrás siete años de silencio creativo. Muy en su estilo, García volvía a mirarnos de reojo para tomarnos por sorpresa, igual que en 2000, cuando decidió saltar desde el noveno piso a la piscina de un hotel en Mendoza sólo para darse el gusto. Un provocador a la antigua.

El nombre del álbum refleja de excelente forma el concepto detrás de la entrega. No se trata de un disco homogéneo, por el contrario, se trata más bien una colección de diferentes Charlys: el nostálgico, el contestatario, el crítico y el melómano seguidor del rock inglés. Por cierto, en esta dinámica no todos los Charlys se lucen de la misma forma, dando como resultado un disco que combina momentos de fantástica lucidez, con otros no tan brillantes. En el grupo de los primeros está “La Máquina de Ser Feliz”, tema sencillo, de ánimo nostálgico, que luego de tomarse unos segundos para revivir los años en el conservatorio Thibaud Piazzini con un breve saludo a Chopin, deja en lo lírico a un Charly cálido y pausado, que en algo más de cuatro minutos construye un paisaje de conmovedora y sencilla progresión melódica.

Por fortuna, el disco “Random” es mucho más que un buen single, y “Primavera” es la mejor prueba de ello. Canción redonda, contagiosa desde el primer segundo gracias a una guitarra disfrazada de banjo y percusiones que en tono de marcha van sumando paulatina y cautivadoramente al resto de los instrumentos, llegando a un clímax sonoro cerca del minuto y medio para posteriormente mantener las cosas en tono y dar espacio para que “Mr. Say No More” denuncie, entre otras cosas, la irritante desprolijidad gramática de la nueva generación digital. “Lluvia” entra en esta misma línea, dulce y llena de matices, de esos temas que invitan a no dejar escapar ningún detalle; para escuchar con audífonos.

“Believe” y “Spector”, por otro lado, se mueven por la senda del Charly melómano, dándose el gusto por un lado de tributar el rock británico de los sesenta con “Believe”, mientras que con “Spector” juega francamente al homenaje, tomando la conocida base sonora de “Be My Baby” (uno de los clásicos del inventor de la muralla de sonido) para contarnos una historia de agridulce amor urbano. En esta misma esquina, “Mundo B” se despliega cansina y pesada, ideal para el rango vocal que actualmente tiene García, cerrando con un saludo a los cuatro de Liverpool en un loop que repite “I want to hold your hand” y “She loves you, yeah, yeah, yeah”. Inevitable para quién dice haber comenzado a ver el mundo en colores gracias al cuarteto. Sin embargo, no todo es luz en este nuevo capítulo del catálogo del autor de “Yendo De La Cama Al Living”, y así como hay cortes que sobresalen sin problemas como los ya mencionados, los momentos entregados por canciones como “Ella Es Tan Kubrick” y “Amigos De Dios” sin ser abiertamente pobres, quedan muy por detrás del resto del álbum, restándole consistencia al larga duración a la hora de revisarlo como un todo.

A pesar de lo anterior, lo cierto es que de forma completamente inesperada Charly saca de debajo de la manga un disco de excelente nivel, con ripios menores, algunos que tienen que ver únicamente con el paso de los años (como los desafortunados problemas de dicción que se dejan ver por momentos) y no con su calidad como compositor, la que pareciera estar en perfecto estado. Tratándose de García, es difícil saber si se trata del despertar de un gigante o tan sólo de un nuevo destello transitorio en su carrera. Como sea, el único autor capaz de decirle a Bruce Springsteen “Acá El Jefe Soy Yo” aún parece poder deleitarnos con su talento. Sería un desperdicio no darse el tiempo de disfrutarlo.

Discos

Weyes Blood – “And In The Darkness, Hearts Aglow”

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Tres años pasaron desde que Natalie Mering estrenara el cuarto trabajo de estudio de su proyecto Weyes Blood, llevándose el reconocimiento general y un sinfín de aplausos con una obra tan completa como “Titanic Rising” (2019). Aunque la artista se acostumbraba a las buenas críticas, las expectativas serían aún mayor al momento de enfrentarse a un próximo larga duración, misión que tiene pendiente con la llegada de “And In The Darkness, Hearts Aglow”, un trabajo donde la premisa de oscuridad absorbe gran parte de la trama, pero que la interpretación desde el corazón la transforma en una obra con una belleza e intensidad por partes iguales, haciéndole justicia a su título, más allá de las palabras. Todo esto se debe a la manera en que el disco se desarrolla, así como las capas que resisten el análisis o de cualquier prejuicio a la profundidad y efectividad de dichas composiciones.

Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.

De esa forma de estructurar es cómo podemos ver el funcionamiento secuencial de inmensas composiciones, como “Children Of The Empire” o “Grapevine”, en las que Weyes Blood se luce en una interpretación muy rica en detalles, donde su voz logra tomar primer plano incluso con una sección instrumental tan cuidadosa y robusta como la que implementan en la guitarra y batería los hermanos Brian y Michael D’Addario, ampliamente reconocidos como el dúo The Lemon Twigs. Entre el sinfín de influencias y comparaciones que recibe la artista, los nombres de Brian Wilson y Karen Carpenter siempre estarán presentes en la manera compositiva e interpretativa, respectivamente, pero lo cierto es que Natalie ha sabido nutrirse de esos elementos para entregar un enfoque fresco y de manera más directa, evitando plagios o reminiscencias tan explicitas en su música. Un ejemplo de ello es la melancólica “God Turn Me Into A Flower”, donde la hipnótica presencia vocal de Mering se toma cada espacio con una delicadeza e intensidad que ha transformado en sello propio.

“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.

Siempre es complejo analizar una obra cuando se pueden tomar tantas referencias a la hora de desmantelar su estructura, pero lo cierto es que es en ese ejercicio donde verdaderamente podemos notar cuánto hay de inspiración y de reinterpretación, o si, en el peor de los casos, existe algún atisbo de plagio. Los artistas más nuevos enfrentan el gran problema de un panorama musical a veces desgastado, donde todo fue inventado y nadie puede ser el primero a la hora de querer aplicar sus ideas o entregar una versión más fresca de algo que ya esté arraigado en el oído colectivo. Lo de Weyes Blood no es por ninguna parte algo novedoso o diferente a muchos discos que podamos oír previamente, pero su principal gracia se encuentra en cómo esos elementos se presentan e interpretan, y ahí es donde la artista se desmarca de sus pares y logra salir adelante como una compositora que tiene mucho que ofrecer con su arte. Cinco discos y sólo aciertos es algo que pocos pueden contar, sobre todo a una edad tan temprana, donde el legado musical no puede hacer otra cosa que reforzarse de aquí en adelante.


Artista: Weyes Blood

Disco: And In The Darkness, Hearts Aglow

Duración: 46:22

Año: 2022

Sello: Sub Pop


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