

Discos
Carl Barât & The Jackals – Let It Reign
Publicado
Hace 7 añosen
Cinco años fueron tiempo suficiente para que el ex The Libertines decidiera volver a los sonidos que lo caracterizan, dejando atrás el ejercicio nostálgico y revisionista de su última entrega en formato solista, “Carl Barât” (2010). En esta oportunidad, el regreso de Barât a las guitarras distorsionadas y el aire garage rock no parece accidental. Por un lado, decide dejar la producción a Joby J Ford, guitarrista de la escena punk de la costa Oeste de Estados Unidos con su banda The Bronx y, además, en una jugada que al menos se puede catalogar como atrevida, realiza un llamado a través de su cuenta de Facebook para formar, a su gusto, lo que hoy día son sus “Jackals” (Billy Tessio en guitarra, Adam Claxton en bajo y Jay Bone en batería).
Desde el comienzo del disco es posible ver cómo el amor de Barât por la escena setentera (y por los vocales de Joe Strummer) se apodera del disco. El inicio con “Glory Days” disipa de inmediato cualquier duda respecto al sonido de lo que nos trae hoy: rock en clave The Libertines, guitarras distorsionadas de corte protagónico y ese sonido “sucio” que siempre se extrañó en el pasado cuando se dejó ver con los Dirty Pretty Things. “Victory Gin” toma el testimonio del tema anterior y lo perpetúa con una letra digna de ser escuchada en vivo, sonando desafiante y seguro en el coro: “No le tememos a nadie / desafío al que quiera, a decirme que estoy equivocado”, y la verdad es que, con este arranque, definitivamente no parece equivocarse.
Ya de lleno en el centro del álbum, Barât se da espacio para comenzar a matizar los sonidos, alternando temas de corte melódico con otros que retoman el camino trazado al inicio. En la vereda más pausada destacan “A Storm Is Coming” y “Beginning To See”, siendo este último el que quizás más se acerca en lo musical a lo que ofreció el año 2010, con delicados arreglos de cuerdas en el coro, que más que sonar fuera de lugar en un disco de aires abiertamente más rock, se instalan como una excelente pausa en la mitad del álbum. En el extremo opuesto, por otro lado, “March Of The Idle” y “War Of The Roses” se encargan de mantener las guitarras en alto, el primero en formato de crítica social, y el segundo con una arrastrada linea de bajo que logra ambientar de forma precisa esta canción acerca de noches, amigos, drogas y chicas (dificil no pensar que se trate de algún tipo de guiño a su ex compañero de banda).
Hacia el final y justo a tiempo para evitar que el disco pierda ímpetu, “The Gears” se anota con el corte que, por urgencia, guitarras y duración, marca el momento más punk del trabajo, poniendo una vez más los ánimos arriba. Luego de esto, el álbum cierra con “Let It Rain”, tema que en lo lírico es el más confesional, contemplativo y pausado del trabajo, como para despedirse sin prisas.
Primer capítulo para Carl Barât & The Jackals. Hasta acá, se inscriben con un trabajo de ideas claras y buena energía, donde predomina el sonido garage rock, pero que además deja espacio suficiente para matizar la entrega, evitando caer en lo repetitivo. Parece ser un buen momento para Barât; nuevos compañeros, nuevo disco y próximo regreso con la banda que lo vio nacer. Se escucha cómodo en este formato, certero en las letras y en lo musical, pisando terreno familiar, sin duda, pero por sobre todo siendo capaz de hacer sentir que hay más ideas de donde salió este puñado de buenas canciones.
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Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.
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“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.
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Disco: And In The Darkness, Hearts Aglow
Duración: 46:22
Año: 2022
Sello: Sub Pop
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