De vez en cuando aparecen discos que, más allá de llamarnos la atención, traen algo especial consigo, un “qué se yo” que nos saca más de alguna sonrisa. Con la nueva placa de Ana Tijoux, “Vengo”, sucede esto. Algo se nos había adelantado de este trabajo, principalmente el track que le da nombre al disco y el tema “Somos Sur”, donde comparte líricas con Shadia Mansour, rapera de origen palestino. A pesar de ello, algo faltaba por conocer de un trabajo cuyas características y fortalezas hace rato que no nos las encontrábamos en un registro de estos lares.
Mezclando ritmos y culturas, la ex Makiza nos tira una bomba sonora de 17 temas, que pasa desde el tinku hasta el hip hop más ácido y contestatario, incluyendo matices instrumentales con manifiestos emocionales, políticos, llenos de contingencia, carencias sociales y culturales conocidas por todos. Prueba de ello es “Vengo”, track inicial y que da nombre a la placa; la mencionada “Somos Sur”; “Antipatriarca”, dedicada expresamente a la liberación femenina y reivindicación de la mujer en nuestra sociedad; y “Somos Todos Erroristas” la que, siguiendo en la línea de las colaboraciones, posee el aporte de Hordatoj.
Luego del interludio instrumental “Er-rrro-r”, viene “Los Peces Gordos No Pueden Volar”, canción dirigida a su hijo, pero que bien podría ser adoptada por todos, donde por medio de su lírica le muestra las verdades de nuestro sistema, la injusticia y como él (nosotros) podemos hacer de nuestro entorno un espacio mejor y más amigable. Le sigue el tema “Creo En Ti”, que cuenta con la compañía de Juanito Ayala de Juana Fe, con una letra alegre, positiva, cargada de conciencia y esperanza, matizada con sones de charangos, quenas y redobles nortinos, demostrando la versatilidad de estilos conjugados en el presente trabajo. Esta colaboración arremete conectada con “Los Diablitos” e “Interludio Agua”, canciones que, más que hacer relleno dentro del disco, preparan el terreno a su sucesora “Río Abajo”, tema que nuevamente exacerba ritmos autóctonos con una letra reivindicadora.
El disco continúa con “Oro Negro”. Sacando a relucir la versatilidad de su voz sin perder la rítmica del hip hop como base, Tijoux esboza nuevas críticas, esta vez contra la guerra y la ambición que hay tras ella. Un canto a la paz en su estilo, con una armonía agradable que logra su objetivo: llamar a la reflexión y dar a entender que las luchas bélicas por el poder y el enriquecimiento sólo hacen del pueblo alimento para la muerte. Otro punto alto dentro del presente trabajo.
“Delta”, “No Más” y “Todo Lo Sólido Se Desvanece En El Aire” aterrizan el disco y lo llevan a un plano más conocido en la obra de Ana, pero no por ello menos creativo y siendo siempre fiel a su estilo musical de origen. Sin embargo, “Emilia”, con el aporte de RR Burning, lo eleva nuevamente a un nivel similar a “Los Peces Gordos No Pueden Volar”, donde destacan consejos de vida y de agradecimiento permanente a la existencia del otro, seguida de “Rumbo Al Sol”, quizás una de las mas melancólicas rítmicamente hablando. Al cierre nos encontramos con “Mi Verdad”, de la banda sonora de la serie de televisión “El Reemplazante”, una suerte de sandía calada para cerrar un muy buen disco, tanto en lo lírico como en lo sonoro.
Fuera de ciertas comparaciones odiosas que puedan darse con similitudes a otras bandas e intérpretes latinoamericanos, Tijoux logra imprimir en esta placa lo mejor de sí, una variedad de ritmos y colaboraciones que la ponen al tope de la originalidad, con un hip hop instrumental que repasa un variopinto de ritmos locales y autóctonos que logran dar un baño nuevo al ambiente musical local, además de abrirle la puerta a nuevos exponentes en busca de la consagración. Todo un acierto.
Tres años pasaron desde que Natalie Mering estrenara el cuarto trabajo de estudio de su proyecto Weyes Blood, llevándose el reconocimiento general y un sinfín de aplausos con una obra tan completa como “Titanic Rising” (2019). Aunque la artista se acostumbraba a las buenas críticas, las expectativas serían aún mayor al momento de enfrentarse a un próximo larga duración, misión que tiene pendiente con la llegada de “And In The Darkness, Hearts Aglow”, un trabajo donde la premisa de oscuridad absorbe gran parte de la trama, pero que la interpretación desde el corazón la transforma en una obra con una belleza e intensidad por partes iguales, haciéndole justicia a su título, más allá de las palabras. Todo esto se debe a la manera en que el disco se desarrolla, así como las capas que resisten el análisis o de cualquier prejuicio a la profundidad y efectividad de dichas composiciones.
Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.
De esa forma de estructurar es cómo podemos ver el funcionamiento secuencial de inmensas composiciones, como “Children Of The Empire” o “Grapevine”, en las que Weyes Blood se luce en una interpretación muy rica en detalles, donde su voz logra tomar primer plano incluso con una sección instrumental tan cuidadosa y robusta como la que implementan en la guitarra y batería los hermanos Brian y Michael D’Addario, ampliamente reconocidos como el dúo The Lemon Twigs. Entre el sinfín de influencias y comparaciones que recibe la artista, los nombres de Brian Wilson y Karen Carpenter siempre estarán presentes en la manera compositiva e interpretativa, respectivamente, pero lo cierto es que Natalie ha sabido nutrirse de esos elementos para entregar un enfoque fresco y de manera más directa, evitando plagios o reminiscencias tan explicitas en su música. Un ejemplo de ello es la melancólica “God Turn Me Into A Flower”, donde la hipnótica presencia vocal de Mering se toma cada espacio con una delicadeza e intensidad que ha transformado en sello propio.
“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.
Siempre es complejo analizar una obra cuando se pueden tomar tantas referencias a la hora de desmantelar su estructura, pero lo cierto es que es en ese ejercicio donde verdaderamente podemos notar cuánto hay de inspiración y de reinterpretación, o si, en el peor de los casos, existe algún atisbo de plagio. Los artistas más nuevos enfrentan el gran problema de un panorama musical a veces desgastado, donde todo fue inventado y nadie puede ser el primero a la hora de querer aplicar sus ideas o entregar una versión más fresca de algo que ya esté arraigado en el oído colectivo. Lo de Weyes Blood no es por ninguna parte algo novedoso o diferente a muchos discos que podamos oír previamente, pero su principal gracia se encuentra en cómo esos elementos se presentan e interpretan, y ahí es donde la artista se desmarca de sus pares y logra salir adelante como una compositora que tiene mucho que ofrecer con su arte. Cinco discos y sólo aciertos es algo que pocos pueden contar, sobre todo a una edad tan temprana, donde el legado musical no puede hacer otra cosa que reforzarse de aquí en adelante.