No caben dudas de que el cine de superhéroes vive un momento inmejorable. Con los personajes de Marvel controlados por Disney siendo grito y plata, con un reinicio de Spider-Man que funcionó y que ya tiene segunda parte, y con un proyecto de Liga de la Justicia que se ve cada vez más cerca, este tipo de producciones goza de días de gloria. La película que inició este verdadero boom fue “X-Men” (2000), tras ella vendrían la primera trilogía de “Spider-Man”, el “Batman” de Nolan, y “Iron Man”, pero fue la cinta de los mutantes la que puso la primera piedra. Sin embargo, el haber dado el punto de partida no le significó un éxito económico a la franquicia. En otros términos, 20th Century Fox inició todo, pero Warner y Disney se han llevado la tajada más grande del pastel. El estudio vuelve a la carga para empezar a ganar el terreno perdido con “Wolverine: Inmortal”, sexta película salida del universo de los X-Men.
Logan (Hugh Jackman) se ha alejado de los mutantes luego de haber sufrido una dura pérdida. Se mantiene aislado e intentando no ser descubierto por nadie. Esto hasta que una joven lo halla y lo convence para que la acompañe a Japón, donde un antiguo conocido desea poder encontrarse con él.
El primer gran acierto de los realizadores es haber trasladado la acción a otro escenario y tener como punto de partida una historia a la que jamás se ha aludido en los anteriores episodios. La película, si bien continúa lo sucedido en la tercera parte (“X-Men: The Last Stand”) recogiendo elementos para adornar esta nueva trama, se siente fresca y renovada en un comienzo. En ese sentido, aprovecha todas las posibilidades que le brinda mover el relato a otro país: plantea situaciones y secuencias de acción que no habrían sido posibles en caso de que la elección hubiera sido otra. Las certeras decisiones tienen como resonancia un arranque impecable, con un montaje que no da respiro. De ahí en más, las sorpresas y giros no cesan, aunque no todos estén completamente justificados, sobre todo los cercanos al final.
Quizá lo más interesante es que el guión ubica como telón de fondo un drama familiar, que podría incluso funcionar sin la presencia del protagonista. Es un conflicto que parece sacado de otro tipo de cine, lo que le da un cariz distinto al relato. No obstante, si la película acierta en la definición del conflicto central, cojea en cuanto a la exploración personal del protagonista. Los dilemas interiores no quedan expresados con la fuerza y claridad requeridas, junto con que en la pantalla grande continúa siendo un personaje carente de matices en su psicología. Por el contrario, gana atractivo cuando su imbatibilidad como mutante es puesta en duda.
Tiene el valor de ser una película que no se hace cargo de flancos que quedaron abiertos en la anterior entrega, ni tampoco de armarse con los retazos de esta. Es decir, no es una secuela de “X-Men Origins: Wolverine” (2009), sino que más bien es una continuación de lo contado en “X-Men: The Last Stand” (2006), sólo que centrada únicamente en un mutante: Logan.
El primer responsable de los aciertos es el equipo de guionistas, pero no hay que olvidar la firme labor de James Mangold a cargo de este buque. Se muestra como un obediente alumno en su debut en la dirección de adaptaciones de superhéroes, lo que no es menor viniendo de un cineasta capaz de producciones estimables como “Walk The Line” (2005) y “3:10 To Yuma” (2007), y también de horrores como “Knight & Day” (2010), que esta vez inyecta nuevos bríos y consigue uno de sus mejores trabajos.
Puede que no tenga el espesor ni el ingenio de las dos películas de superhéroes estrenadas en lo que va de año, pero eso lo suple con acción de calidad. De hecho, tiene por lo menos un par de asombrosas secuencias para enmarcar. Si a eso le sumamos que se blinda con atractivos nuevos personajes y una historia construida con bastante habilidad, el resultado es una certera y satisfactoria apuesta de género.
Al final, le terminan sobrando giros y personajes, además de que terminada no se siente tan fresca como en un comienzo, pero son dos horas de buena acción que se pasan volando y, cosa menor, tiene más crudeza que cualquier blockbuster estrenado en lo que va de 2013.
El cine nacional avanza y cada vez más, ya que está siendo más recurrente ver películas chilenas en las grandes de ligas de este rubro. Tras su victoria con “La Once” en 2016, la directora Maite Alberdi vuelve a estar nominada a los Premios Goya, que se realizarán el próximo 5 de marzo en su versión número 35 en España, teniendo un lugar en la categoría Mejor Película Iberoamericana, por su nueva entrega “El Agente Topo”.
El año 2020 fue un periodo glorioso para Alberdi y su reciente documental, ya que desde su estreno en Sundance ha sumado elogios. Entre los hitos sucedidos, podemos destacar la nominación de la realización en los Premios Ariel, en México, además del hecho que será la película que representará a nuestro país en la carrera por los Oscar, luego de ser seleccionada por la Academia de Cine de Chile.