La revisión cinematográfica de relatos populares o personajes provenientes de, a estas alturas, una muy amplia cultura pop, es un recurso que en el cine de un carácter más comercial se puede observar reiteradas veces en las carteleras. En este sentido, la re-lectura de estos relatos puede tomar diversos caminos, entre ellos, elegir una coherencia con la esencia que dio origen y encumbró a estas historias y personajes en lo más alto del conocimiento colectivo, o bien, tomar la figura popular y en torno a esta construir un nuevo relato acorde con los intereses propios de contextos particulares, géneros y estilos. Este último camino es el presentado por “Victor Frankenstein”, que se apropia de la famosísima figura de Frankenstein y su historia, para plasmarla de manera tal, que los clichés del cine de grandes estudios marcan la pauta, y con los que de manera explícita ve en estas figuras una cómo llegar al público de manera rápida y sencilla, pero sin respetar los motivos y características esenciales que hacen de estos personajes y relatos ser parte de la cultura del mundo entero.
Igor (Daniel Radcliffe), un joven payaso jorobado, es rescatado del circo donde trabaja por un excéntrico científico llamado Victor Frankstein (James McAvoy), quien se encuentra en pleno proceso de su más ambicioso proyecto, el que para poder ser llevado a cabo requerirá de romper los límites de la sociedad y de ambos.
En 1818, Mary Shelley publicaría “Frankenstein, O El Moderno Prometeo”, novela en la que desarrollaría temas tales como la ética científica, la figura religiosa de dios, la muerte y la locura humana. Con estos tópicos dio forma a una historia que oscilaba desde la fantasía al terror, y donde se incluían implícitamente procesos de cambio en la sociedad de ese entonces, tales como el advenimiento de una época industrial y el desarrollo científico. En este sentido, el matiz que inunda esta obra refiere a una oscuridad que proviene desde el propio ser humano en relación a su entorno y los principales cuestionamientos pertenecientes a su época, los que, cabe mencionar, muchos de ellos aún perduran hasta el día de hoy. Todo esto parece estar claro en esta cinta, que si bien da atisbos de tocar estas temáticas, nunca logra darles un sentido y profundidad manteniendo el respeto por aquella obra en la que se sustenta su guión.
Por otra parte, y a diferencia de otras películas basadas en la creación de Shelley, esta retoma y recuerda al personaje muchas veces olvidado de Victor Frankstein, el científico del cual proviene el nombre de la bestia, lo que sin duda alguna alude a una visión de la ciencia como monstruosa y perversa, perspectiva que en este metraje adquiere un matiz de cuasi comedia, a partir de la integración de un personaje antagonista que encarna estereotipos y clichés religiosos que rozan lo burdo. La encarnación de Victor está llevada a cabo positivamente por un correctísimo James McAvoy, que se perfila como lo mejor de la cinta, dotándola de locura y originalidad, y donde uno podría imaginarse al protagonista de esta historia robándose todas las miradas y opacando a un débil Daniel Radcliffe, que no logra convencer y sustentar aquel conflicto paralelo a la historia más clásica de Frankenstein, y que no aporta en prácticamente nada a esta cinta.
La trama, si bien enfocada y contada desde la visión de un personaje que acompaña las aventuras del científico, no logra encaminarse en ningún momento hacia un lugar definido, divagando en torno al humor, la acción –muy al estilo de películas como “Sherlock Holmes” (2009)-, levemente incursionando en el terror –extraño, dado el fuerte carácter de terror de las primeras apariciones de este monstruo en la cultura popular-, e inclusive experimentando en ciertos momentos con un relato romántico, no concretando y consolidando ninguno de los anteriores de una manera eficiente, lo que genera, ya llegado el final, que la sensación sea únicamente de confusión mezclada con un poco de inocente diversión.
En conclusión, si bien existen momentos de entretención vinculada a un cine comercial y de grandes públicos –no es casualidad que tengan entre sus filas a dos actores con un buen arrastre-, esta cinta no logra cautivar y llegar al meollo de los asuntos de los que se sustenta a partir de la novela, presentándose como un producto más cercano a la lógica de los ingresos y la taquilla, que a un cine que retoma relatos y personajes de la cultura colectiva para presentarlos en la pantalla, los que, si bien son conocidos por todos, no implica que no posean una profundidad por la que merezcan ser respetados. Respeto que, en este caso, existe sólo en el título del metraje.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.