El mundo se mueve bajo nuestros pies. Sin saberlo, estamos en constante movimiento, aunque no podamos percibirlo. Nuestros sentimientos y emociones también viajan, permutan y emprenden el vuelo. Quizás el engaño está en pensar que tenemos un punto estable, un pedestal donde sentirnos seguros, ya no sólo eso que llamamos “hogar”, sino en esa posibilidad de escapar, huir, elegir una alternativa y cambiar nuestro destino. Lo interesante es pensar ¿realmente la tenemos? y si la aprovechamos, ¿dónde nos llevará? El viaje como cambio y renovación es lo que propone “360”, la nueva apuesta del director brasileño –ahora ciudadano del mundo- Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”, “El Jardinero Fiel”), presentando un abanico de figuras que se cruzan en cada ruta que toman, buscando con ello variar su monótona existencia.
Estamos ante una narración coral, donde lo importante son los personajes y cómo cada uno se relaciona, esta vez con Europa, Estados Unidos y Brasil de escenario. La prostituta novata (Lucia Siposová) que es acompañada por su hermana (Gabriela Marcinkova) a cada “cita”; para quien su primer cliente es un empresario inglés (Jude Law) cansado de la monotonía de su matrimonio, mientras su mujer (Rachel Weisz) lo engaña con el fotógrafo (Juliano Cazarré) de la revista donde trabaja; quien es abandonado por su novia brasileña (Maria Flor), que decide volver a Rio; y en el vuelo se encuentra con un anciano (Anthony Hopkins) que lleva varios años buscando a su hija desaparecida y con un ex convicto (Ben Foster) condenado por violación, en su primera salida de la cárcel luego de obtener libertad vigilada. Entre medio, un devoto dentista musulmán (Jamel Debbouze) duda de confesar sus sentimientos a su asistente rusa (Dinara Drukarova), quien está casada con el chofer de un jefe mafioso (Mark Ivanir). Todas estas vidas se mezclan y entrelazan en los constantes traslados y en esa ilusión de zafar de la rutina tan sólo tomando la alternativa.
Son estos caracteres los que sostienen las distintas tramas, sus giros, recovecos y entresijos. Sin las interpretaciones de los actores, la cinta no tendría mayor valor. Para ser sincero, son sólo algunos los que logran un nivel más que aceptable, y es justamente en su interacción donde se configuran los instantes más notables del metraje. La tensión acumulada en el encuentro del ex convicto con la joven carioca, o el discurso del hombre cansado de buscar a una hija que probablemente lo abandonó, o el recorrido tierno y cómplice por las calles de Viena del chofer y la hermana de la prostituta, todos estos momentos están resueltos con pulcritud técnica y economía narrativa, y son el punto alto de la película. Lo lamentable, en este caso, no es lo que estos episodios aportan, sino el lastre que arrastran.
Porque, para ser sinceros, a “360”le sobran demasiados minutos. Pese a que los dos pasajes más destacados son también los más extensos (juntos abarcan más de la mitad del filme), lo demás es tan intrascendente, que todo el concepto encerrado en la trama, todas las ideas que filtra acerca del viaje y la necesidad de cambio, se quedan en la pura enunciación. Parece ser que la participación de tres nombres de “primera división” de Hollywood, como son Jude Law, Rachel Weisz y Anthony Hopkins, obligara a incluir de alguna manera sus intervenciones. Sin embargo, sólo el tercero justifica a cabalidad el argumento que se teje a su alrededor, más por su calidad actoral que por la verdadera importancia de una subtrama a todas luces intrascendente.
Hasta en eso la cinta siempre opta por el camino alternativo. No hay protagonistas definidos, y cuando se cree –por la extensión de una escena centrada en uno de ellos- que este será el principal, el foco se centra rápidamente en otro pasaje y personaje, lo que impide concentrarse e involucrarse, tomarle el peso emocional a cada avatar. Son los eventos antes detallados los que logran mayor profundidad dramática, los que definen a la historia con su premisa “toma la bifurcación”, elige el camino alternativo, y los que convencen que no fueron dos horas las perdidas en el visionado. Aun así, el relato tiene demasiados espacios intrascendentes, no sólo por el poco tiempo dedicado a ellos, sino que además por lo baladí de sus conclusiones.
El viaje como concepto en el cine y en toda la rica tradición expresiva del ser humano, es el arquetipo del cambio, la renovación, el aprendizaje. En “360”lo que ronda es esa pequeña posibilidad que, con gestos casi imperceptibles, con una mínima desviación del camino trazado racionalmente para la propia existencia, se pueda cambiar el “camino” y salir de la monotonía, o dejar atrás los fantasmas del pasado, o liberarse de una carga emocional. Son esas pequeñas acciones las que definen nuestra realidad, aunque tengamos que recorrer la ruta para darnos cuenta de cómo habría sido si no hubiéramos optado por esa bifurcación, ese desvío de la carretera principal. Porque, a pesar que cada viaje es finalmente circular y todos los caminos lleven a Roma, sólo al moverse la vida puede cambiar en algo.
El cine nacional avanza y cada vez más, ya que está siendo más recurrente ver películas chilenas en las grandes de ligas de este rubro. Tras su victoria con “La Once” en 2016, la directora Maite Alberdi vuelve a estar nominada a los Premios Goya, que se realizarán el próximo 5 de marzo en su versión número 35 en España, teniendo un lugar en la categoría Mejor Película Iberoamericana, por su nueva entrega “El Agente Topo”.
El año 2020 fue un periodo glorioso para Alberdi y su reciente documental, ya que desde su estreno en Sundance ha sumado elogios. Entre los hitos sucedidos, podemos destacar la nominación de la realización en los Premios Ariel, en México, además del hecho que será la película que representará a nuestro país en la carrera por los Oscar, luego de ser seleccionada por la Academia de Cine de Chile.