El conflicto central es una trampa de arena de la cual es muy complicado escapar. Sin exagerar, casi toda la narrativa cinematográfica está sustentada en el relato de tres actos, basado en una única y simplificada lucha entre dos fuerzas que se oponen entre sí, casi siempre representadas por el concepto del bien y el mal. Quizás por su carácter comercial, o porque se nos hace más fácil entender esa dicotomía arquetípica, casi todo el cine que consumimos y las cintas taquilleras, rara vez escapan de esa prerrogativa. Pero, claramente, desde el advenimiento del cine sonoro y la introducción de nuevas herramientas expresivas (la profundidad de campo, por ejemplo), que los artistas del celuloide han tratado de superar ese límite, escapando del molde y creando relatos complejos y difíciles de abordar.
Actualmente, hay muchos directores que se aventuran con historias corales, con hilo conductor difuso, o en el rompimiento de la linealidad narrativa. Uno de ellos es Paul Thomas Anderson, quien ha sustentado una carrera atípica para el mainstream hollywoodense, y obteniendo una fama no menor para su arriesgada propuesta. Un ejemplo claro de esta relación es “The Master”, que llega a la cartelera compitiendo por tres de los cuatro Oscar para actores: el principal y los dos de reparto.
Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es un veterano que regresa a Estados Unidos, tras combatir en el frente asiático durante la Segunda Guerra Mundial. Sin intereses más que la satisfacción de su adicción al alcohol (que el mismo fabrica), deambula por diversos trabajos, hasta que en una noche de borrachera aborda el barco de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), carismático líder de una especie de secta llamada “La Causa”. Desde ese instante, Dodd intentará adoctrinar al polizón, mientras lucha contra acusaciones de estafa y el cartel de charlatán que sus detractores intentan colgarle por ideas relacionadas con reencarnaciones, viajes espaciales y esoterismo.
Son varios los puntos que hacen difusa la lectura de un film tan enigmático como “The Master”. En primer lugar, por la manera en que fue “vendido”. Porque sí, esta es en parte la historia ficcionada del fundador de la Cienciología, L. Ronald Hubbard. Sin embargo, él no es el protagonista. Y este es quizás el factor más decisivo frente a cualquier interpretación: el personaje que encarna Joaquin Phoenix jamás tiene un propósito, al volver de la guerra, en su vida, o en el engranaje del movimiento fundado por Dodd. Al no tener algo que lo motive, tampoco puede aportar un punto de vista frente a las enseñanzas de su maestro. La actuación de Phoenix es indescifrable, no porque haya excluido emociones, o arrebatos de ira, o hasta sentimientos románticos; sino porque nada parece afectarlo. Él ve pasar el mundo frente a sus ojos, sin afectarlo ni modificarlo.
Por otro lado, Hoffman, quien debería ser el protagonista, también entra en ese juego de nula definición, al mostrarse temeroso, influenciable, manipulable, frente a su familia y a Peggy, su mujer, interpretada por Amy Adams. Porque la cinta se encarga, además, de impedir cualquier conclusión acerca de las enseñanzas del maestro, esta nueva “religión”, que a ratos parece un cuento que se escapa de las manos, tomado por gente insegura, o ignorante, o deseosa de poder, para justificar sus existencias. Hasta cierto punto la paranoia que envuelve la vida de Dodd termina por consolidar esa idea, al ser incapaz de mensurar los reales alcances de sus improvisados preceptos.
Claro, tampoco ayuda la propuesta visual de Anderson, con una imagen limpia, sin sobresaltos, acompañada por una música incidental que más que involucrar aleja, para que simplemente con el lente mostrar este devenir de hechos a ratos improvisados de la vida de Quell, y esas ideas que salen de la boca de Dodd, que a cada momento se contradicen con la verdad que el fotograma verbaliza. El director, en este caso, logra ocultar su mano y hacer que los personajes se desenvuelvan, revelando una virtual improvisación, que no es otra cosa que una meticulosa y casi obsesiva planificación de detalles.
Cuesta asumir, en el común de las discusiones que convocan películas, en el ejercicio más social de la cinefilia, la sinceridad que significa confesar que no se “entendió” una cinta. Porque sí, el mainstream hollywoodense es dado a servir en bandeja ideas simplificadas y fáciles de digerir, en envoltorios estandarizados y familiares. “The Master”, a título muy personal, es difícil de descifrar, y exige una cuidadosa reflexión respecto a lo que propone, y de qué manera se podría deconstruir el relato. Para el gusto de los que gozamos el cine, muchas veces estas películas difíciles son las que más satisfacciones traen, en ese continuo descubrir que significa el visionado constante e inagotable.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.