El reinicio del universo trekkie, que partió en 2009 con “Star Trek” y que se consolidó cuatro años después con “Star Trek Into Darkness“, demuestra que los reboots, cuando son orquestados con tanta audacia como respeto por la línea argumental original, son excelentes adiciones a los propios universos de cada franquicia. El trabajo de J. J. Abrams y compañía en ambas producciones dejó contenta a la crítica, a los fans y al público general, y con razón: ambas entregas fueron comprensivas tanto en explicar los orígenes y motivos de los personajes principales, como en introducir nuevos argumentos manteniendo siempre una profunda –en algunos casos invisible, pero presente– conexión con la saga original. Punto extra para el sello Abrams: suspenso y emoción, efectos especiales de primera y su ya insigne lens flare.
Ahora, la última entrega de esta línea de tiempo alternativa, que vuelve a conectarse hábilmente a la versión original, llega hoy de la mano de Justin Lin y con el desafío encubierto de mantener el gran nivel de sus predecesoras, sin sumarse a la mala fama de las terceras partes. Pero, ¿hay realmente más historias que contar?
La misión del USS Enterprise de “explorar mundos desconocidos, buscar nuevas civilizaciones e ir donde ningún otro hombre ha llegado” cumple tres de sus cinco años de duración. A su llegada a la estación espacial Yorktown, para abastecer provisiones, le es encomendado al capitán James T. Kirk (Chris Pine) y su tripulación rescatar una nave perdida en el ignoto planeta Altamid. No obstante, en su tarea se encontrarán con el poderoso enemigo Krall (Idris Elba), cuya motivación por recuperar un extraño artefacto irá más allá de lo que el personal de la nave estrella de la Flota Estelar cree.
Sin caer en los instrumentos predecibles de los blockbusters de ciencia ficción y fantasía, pero manteniendo suficiente espectacularidad visual como para no dejar de maravillarnos en ningún momento, “Star Trek: Sin Límites” cumple con expandir aún más esta reciente saga, trabajando en mayor medida con las capas superficiales que se ciñen a la historia, pero jamás olvidando dar espacio para el desarrollo, descubrimiento y aprendizaje de los personajes principales, elemento distintivo que podemos encontrar en cada una de las entregas de la franquicia.
Si bien, de buenas a primeras el argumento principal suena bastante pobre, la finura con que se trabajan cada uno de los elementos que conjugan esta cinta propone una mirada fresca y nostálgica a la vez, en la que, gracias a que la realidad ficticia ya está instaurada, se puede relatar un nuevo episodio dentro de la saga sin tener que perder tiempo en vuelcos de relleno, incluso dando pincelazos sobre temas actuales más sensibles, tal como en los 60 lo fuera la inclusión de personajes de nacionalidades.
Y aunque no cuente con el tinte de suspenso de Abrams, Lin impregna una versión llena de acción y gracia, una completa y capaz de sí misma, características que por supuesto tienen que ver más con estilos de autor que propósitos diferentes. Otro de los grandes puntos a favor es la real conexión que ya existe entre los actores, un equipo que se nota trabaja completamente cohesionado, inclusive con los nuevos personajes que se van agregando. Así, Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Karl Urban, Simon Pegg, John Cho y Anton Yelchin configuran un grupo entrañable, que se relaciona auténticamente, mientras cada uno le va otorgando a sus papeles las características especiales y distintivas en cada caso.
Es cierto que el pool de personajes es un peligro porque puede significar perder el enfoque principal al querer abarcar más de lo posible. Rompiendo con ello, en esta oportunidad incluso se llega a dar pantalla a personajes históricamente radicados a intervenciones menores, sin ello resultar en un problema. El único que deja que desear –no por su actuación sino que por su desarrollo a nivel de escritura– es el villano Krall, quien, pese a los esfuerzos de darle un peso substancial, no logra contener un protagonismo real en la cinta, al contrario de lo que fue en “Star Trek Into Darkness”.
Algo que no se puede obviar es el tono especial en ciertas escenas, dadas por lo conmovedor del reciente fallecimiento de Anton Yelchin, quien personificó con una gracia exquisita al ruso Chekov en tres oportunidades y, por supuesto, al ilustre Leonard Nimoy. La ausencia de ambos es algo que se va a sentir en cada una de las secuelas que vendrán.
El detonante de esta decimotercera película de la franquicia, es que es una cinta redonda sin ser la típica sci-fi palomitera sin contenido. Aunque no tenga tanto elemento rebuscado, logra mantener e incluso superar las expectativas. Desde la dirección de arte y la fotografía, el diseño de personajes de distintas especies, la inteligente y ad hoc musicalización –tanto la incidental del gran Michael Giacchino como el soundtrack noventero que destaca con creces en una escena particular–, los efectos especiales, las actuaciones y un guión concentrado y entretenido, “Star Trek: Sin Límites” es un excelente cierre de la trilogía, y un puente seguro hacia la siguiente producción del reboot.
El cine nacional avanza y cada vez más, ya que está siendo más recurrente ver películas chilenas en las grandes de ligas de este rubro. Tras su victoria con “La Once” en 2016, la directora Maite Alberdi vuelve a estar nominada a los Premios Goya, que se realizarán el próximo 5 de marzo en su versión número 35 en España, teniendo un lugar en la categoría Mejor Película Iberoamericana, por su nueva entrega “El Agente Topo”.
El año 2020 fue un periodo glorioso para Alberdi y su reciente documental, ya que desde su estreno en Sundance ha sumado elogios. Entre los hitos sucedidos, podemos destacar la nominación de la realización en los Premios Ariel, en México, además del hecho que será la película que representará a nuestro país en la carrera por los Oscar, luego de ser seleccionada por la Academia de Cine de Chile.