Si bien, una película como “Mi Vieja y Querida Dama” nunca se siente completamente necesaria, es bien recibido el tener contenido apuntado directamente a adultos, que no comprometa lo que quiere ser por un par de bromas fáciles, o que suavice los conflictos de sus personajes. Es la adaptación de la obra de Israel Horovitz, escrita y dirigida por él mismo en su debut cinematográfico, y se presenta como una historia sencilla: tres personajes, una locación y la cantidad de secretos y omisiones que se ha acumulado a través de los años.
Mathias Gold (Kevin Kline) es un abatido estadounidense con tres divorcios a su haber, varios intentos de novelas fracasadas y, por lo mismo, poco que perder. Sin mayores expectativas, llega a Francia a reclamar la herencia de su padre: un enorme departamento con una excelente ubicación en el centro de París. El problema es que, debido a un particular sistema inmobiliario francés, el lugar viene con la condición de que Mathias debe mantener a la ex dueña, Mathilde (Maggie Smith), una lúcida anciana de más de noventa años, hasta que muera.
La premisa es sencilla y, a pesar de que esta junto al liviano tratamiento inicial pueden sugerir que la cinta será una comedia de enfrentamientos entre dos personajes completamente disímiles, rápidamente se convierte en algo distinto. Maggie Smith y Kevin Kline efectivamente tienen intercambios de esta naturaleza, y verlos atacarse sutilmente para conseguir lo que quieren tiene su encanto, pero progresivamente la película va dejando atrás la comedia y empieza a calar más hondo en las razones detrás de los deseos de los personajes, y estas motivaciones distan mucho de buscar hacer reír.
Si originalmente vemos las riñas entre una estrafalaria anciana, su desconfiada hija (Kristin Scott-Thomas) y un amargado hombre fuera de lugar en esta ciudad pulcramente representada, la cinta se convierte en un melodrama existencial cuando se empiezan a develar los vínculos entre Mathilde y el padre de Mathias, además de exponer los tormentos a los que sus personajes han sido sometidos durante sus vidas. Es una buena estrategia de progresión dramática para una película que originalmente corre el riesgo de convertirse en un drama de bienes raíces, pero la trayectoria de comedia ligera a esta versión más oscura no es completamente sutil.
Afortunadamente, como es menester en adaptaciones teatrales al cine, la elección de los intérpretes se vuelve fundamental, y en este caso ellos son razón suficiente para que dicho paso de comedia a drama, además de los extensos monólogos y las situaciones a las que se enfrenta cada personaje, sea convincente. Kristin Scott-Thomas y Maggie Smith están indiscutiblemente entre las mejores actrices de sus respectivas generaciones, por lo que incluso en personajes no tan desarrollados pueden encontrar sutilezas y volverlos interesantes. Kevin Kline es también una opción acertada, sino engañosa en un principio. El actor, reconocido principalmente por sus papeles cómicos, es una ingeniosa elección, lográndose por su mera presencia afable que la deconstrucción y el desmoronamiento de su personaje sean más efectivos.
Quizás lo más original de la película sea la premisa inicial, la comedia liviana de la que intenta escapar y que rápidamente deja atrás. Y aunque por la necesidad de darle relevancia y humanidad a una historia sin mayor peso, la película cae en lugares comunes y conflictos ya vistos, seguir al trío de actores mientras se enfrentan con emociones que van desde el cariño hasta el rencor, es suficiente para hacer que “Mi Vieja Y Querida Dama” sea una experiencia agradable.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.