El humor puede ser el reflejo de una cultura pues revela sus creencias e ideologías de la manera más honesta. Sin duda la comedia es un género que busca hacer reír, pero encuentra su dificultad en que roza constantemente con la subjetividad y sensibilidad del espectador, sumado a la innovación constante que deben sufrir sus temáticas. Para lograr esta renovación a veces se decide empujar sus recursos al límite, conduciéndolos hacia la irreverencia o el absurdo y probando la capacidad de tolerancia de quien observa. Entre las últimas propuestas cómicas que transitan por esa frontera se encuentra “Mi Abuelo Es Un Peligro”
Dirigido por Dan Mazer (quien trabajó junto a Sacha Baron Cohen en los guiones de “Ali G Indahouse”, “Borat” y “Bruno”), el filme presenta la historia de Jason Kelly (Zac Efron), un joven y conservador abogado que tiene el matrimonio a la vuelta de la esquina. Justo antes de concretar su compromiso es convencido por su abuelo Dick (Robert De Niro) de acompañarlo en un viaje, con el pretexto de fortalecer sus lazos. Así, ambos se embarcan en una aventura que pronto se transforma en la oportunidad de Dick para disfrutar de su vida desenfrenadamente y de paso persuadir a su nieto para que haga lo mismo.
Históricamente, la comedia ha sido uno de los canales para reflexionar sobre la naturaleza humana, generando espacios de crítica social al establecer discusiones sobre temas contingentes. Sin embargo, no podemos olvidar que la misión de una comedia en su pura esencia es hacer reír y el punto de discusión es como se ejecuta ese objetivo. Mucho se ha debatido sobre la existencia de un límite en el humor, dando paso a preguntas como: ¿De qué nos podemos reír? ¿Cuándo es apropiado hacerlo? Sin lugar a dudas las posibilidades son múltiples y se apela al sentido común e inteligencia de cada individuo. Pero para que temas que son considerados sensibles puedan ser retratados desde el humor debe existir un contexto, siendo éste primordial para trabajar la comedia de una manera inteligente. En el caso de “Mi Abuelo Es Un Peligro” se evidencia que dicha discusión no fue considerada, y en un afán de lograr la risa de manera fácil la cinta se equivoca en cada paso que da, abusando de la delgada línea entre el buen y mal gusto.
La cinta está construida a base de escenas breves y gags que pretenden funcionar en su objetivo de divertir, no obstante estas secuencias exceden en chistes racistas, sexistas, homofóbicos e incluso, ya en un terreno derechamente perverso, con referencias al abuso sexual infantil. Elementos que juegan con la tolerancia del espectador y que hablan de la falta de sutileza en el guión al tratar estos temas, evidenciando el intento desesperado de lograr la risa forzada, con una comedia desastrosa como vehículo. Y peor aún, todas estas intervenciones no tienen el contexto adecuado que las pueda sostener. Además, la trama de esta producción tampoco logra llegar a puerto, pues intenta apoyarse en clichés propios del género que poco aportan al relato; asimismo, la incongruencia de hechos y la contradicción generada en algunos personajes hacen que la historia se desmorone, develando solamente una progresión de situaciones supuestamente graciosas pero inconexas entre sí.
Robert De Niro en esta cinta se aleja por completo de todos esos títulos que lo hicieron un gigante del cine, y se acerca más a la comedia ligera de “Meet the Fockers” (2004), aunque esta vez exacerbando la cualidad burda de su personaje, la que se refleja en cada uno de los diálogos que mantiene con los secundarios. Si el objetivo era retratar a un hombre obsceno e indecente, De Niro cumple el propósito y en algo ayuda la química que tiene con Zac Efron. Pero vale cuestionar la decisión de aceptar involucrarse en un proyecto como este, puesto que en nada ayuda a mantener vigente su peso actoral. Si algo hay que destacar, eso es la actuación de Aubrey Plaza, quien interpreta a una joven estudiante con conductas ninfomaníacas, y que en su desempeño entrega una de las escenas más graciosas hacia el final de la cinta, contribuyendo a que ésta no caiga estrepitosamente.
Finalmente, “Mi Abuelo Es Un Peligro” quizás logre su objetivo de diversión ante un público que todo lo permite y acepta. Pero la carencia de sutileza y la abundancia de vulgaridad sin sentido hacen de esta comedia un producto de ofensa gratuita, logrando sólo incomodidad, y que indudablemente se clasifique como un artilugio completamente olvidable en el tiempo.
Tiempos de dictadura, un hijo de exiliados políticos que vuelve a Chile por cuenta propia y un crimen de crueldad inconmensurable por parte de las fuerzas de orden. El tercer largometraje de ficción de la directora Tatiana Gaviola, “La Mirada Incendiada”, inicia con las palabras “Inspirada en un hecho real”, tomando como punto de partida el conocido Caso Quemados, atentado en el que Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri fueron víctimas de un ataque incendiario por parte de militares a plena luz del día en la vía pública.
Protagonizado por Juan Carlos Maldonado en el papel de Rodrigo, el filme prometía sin duda ser un aporte para la memoria de nuestro país, dada la historia en cuestión y su contexto, sin embargo, esta promesa metamorfoseó hasta convertirse no sólo en polémica, debido a la nula influencia que tuvo la familia de Rojas de Negri en materias de decisión cinematográfica, sino que también es una cinta que no cumple del todo con los objetivos que parece perseguir.
El inicio de la película muestra a Rodrigo volviendo a Chile con una cámara bajo el brazo y el propósito de desempeñarse cómo fotógrafo profesional. Tras andar un rato medio perdido, y luego de ser ayudado por una amiga vecina de su tía, logra llegar a la casa de esta y sus dos primas menores, quienes cariñosamente lo acogen a lo largo de la trama. Tras esto, se forjan lazos emotivos que dan cuenta de la personalidad dulce y templada del protagonista. De esta forma, se retrata claramente cómo Rodrigo influyó en la vida del resto de los personajes mediante escenas variadas, que muestran momentos íntimos en los que estos interactúan, desde conversaciones nocturnas y abrazos diurnos, hasta experiencias traumáticas que refuerzan vínculos.
A lo mencionado anteriormente, se suma la manera en que los personajes se comunican entre sí. Si bien, el guión resulta claro y conciso, los intercambios de palabras se articulan principalmente a través de diálogos medianamente breves y en ocasiones incluso un poco rígidos, cayendo en la sobre explicación del contexto dictatorial en el que ocurren los eventos una y otra vez, resultando en parte obvios. Además, el guión demuestra la clara intención de introducir gran variedad –y cantidad– de expresiones y/o dichos chilenos, dando así a entender una identidad lingüística acertada, que da cuenta de aspectos de nuestra cultura, pudiendo haber sido presentado de manera igualmente oportuna, pero a través de matices más sutiles.
Por otro lado, Rodrigo es retratado a través de conversaciones y acciones como un joven que no se encuentra realmente al tanto ni de la situación a nivel país, ni de las restricciones que esto implica, modificando el relato y añadiendo romanticismo mediante la presencia de un protagonista en parte inocente, que sueña con denunciar las injusticias del golpe sin pensar en repercusiones. En este sentido, resalta también el carácter poético que busca reflejar la voz en off de narradora de la historia –perteneciente al personaje de Carmen Gloria Quintana–, sugiriendo la existencia de una profunda relación previa al hecho incendiario entre Carmen Gloria y Rojas de Negri, interpelando acciones y decisiones tomadas por el protagonista. Esto agrega de manera similar un toque de romanticismo que resulta algo forzado y, sobre todo, algo lejano a la realidad de los hechos.
En cuanto a la atmósfera, la película logra reflejar el miedo colectivo y la tensión de la época, además de espacios y elementos característicos que resultan clave para retratar el período, tales como cacerolazos, protestas y allanamientos. Las escenas no son demasiado largas, por lo que hacen que la cinta sea dinámica y en su mayoría liviana, teniendo en consideración la carga del tema que trata. Sin embargo, esto mismo es lo que también genera que en algunas ocasiones se pierda un poco la continuidad entre una escena y la siguiente.
Por último, cabe destacar que, si bien las heridas dejadas por el flagelo dictatorial a lo largo y ancho de este territorio siguen estando cargadas de un rojo fresco y humeante, vale la pena que historias como estas vean a la luz en el formato cinematográfico, alimentando la memoria de nuestro país mediante expresiones artísticas cargadas de historia. Por desgracia, “La Mirada Incendiada” no cumple del todo con este objetivo, quedando al debe principalmente en temas de fidelidad con la memoria histórica nacional y la empatía hacia víctimas del caso, ya que, a pesar de que se deja en claro que el filme tan sólo se inspira en los hechos reales, este sin duda abre paso a preguntas que vale la pena hacerse. ¿Hasta qué punto es viable mezclar realidad y ficción? ¿De qué manera abordar temáticas delicadas de la manera más empática posible? Lamentablemente, en ese sentido “La Mirada Incendiada” desarrolla su narrativa omitiendo aquel elemento tan importante.
Título Original: La Mirada Incendiada
Director: Tatiana Gaviola
Duración: 102 minutos
Año: 2021
Reparto: Juan Carlos Maldonado, Catalina Saavedra, Gonzalo Robles, María Izquierdo, Cristina Aburto, Constanza Sepúlveda, Belén Herrera, Pascal Balart, Estrella Ortiz