Cuando se habita un paisaje tan accidentado como son los fiordos noruegos –estrechos laberintos de agua delimitados por escarpadas masas de roca–, tragedias como derrumbes o tsunamis provocados por los mismos son parte inherente de la historia local. Basada en la tragedia que se dio lugar el año 1934, que arrasó con la localidad de Tafjord y arrebató la vida de 47 personas, “La Última Ola” busca situarse como la primera película de desastres originaria del país escandinavo, en una suerte de advertencia de que la historia se puede repetir y que nunca nadie está realmente preparado para la catástrofe real.
Así da cuenta el equipo de geólogos que integra Kristian (Kristoffer Joner), quienes desde una estación de observación reciben datos anómalos sobre el movimiento de las rocas que componen el fiordo, sin imaginar el calibre del desastre que sus máquinas les alertan. Kristian, por su parte, deberá batirse también por alertar tempranamente a su esposa (Ane Dahl Torp) y dos hijos, tratando de mantenerlos a salvo durante y tras el incidente.
Al concebir la idea que origina “La Última Ola”, su director, Roar Uthaug, declarado fanático de los dramas hollywoodenses de desastre como “Twister” (1996) o “Armageddon” (1998), buscó combinar elementos de la cinematografía norteamericana con la realidad noruega, objetivo que logra ayudándose enormemente con el destacado trabajo en fotografía, quizá el aspecto que más resalta en la cinta.
Y es que los colores y las formas capturadas en la película sin duda hacen justicia a los imponentes paisajes de los fiordos nórdicos: abruptos riscos nevados, bosques de un verde resplandeciente, entradas de agua calma que a la vez funcionan como espejo de un paisaje provocador, y que además exploran las gamas de grises y azules de un cielo casi siempre nublado y mezquino con las cuotas de luz, particularidades que, por cierto, son un desafío a considerar para el ojo tras la fotografía de una película. Otros detalles como atardeceres rosáceos y anaranjados amaneceres completan la amplia paleta de colores utilizados en la película, en su mayoría obtenidos a partir de la naturaleza misma.
El trabajo de efectos especiales, imprescindible a la hora de recrear los grandes desplazamientos de roca y la ola gigante que azota la pequeña localidad, continúa fiel a la estética de contrastes dentro del monumental paisaje, dando lugar a una secuencia que no sólo impacta, sino que estéticamente es también muy atractiva. Con todo esto en mente, queda claro que los realizadores de la cinta conocen a cabalidad su escenario: sus colores, sus luces, y todo el potencial que hay en él para la realización de obras audiovisuales.
Sin embargo, una falencia importante recae en el guión. Ya desde el tráiler se logra advertir que la acción ocurrida en estos bellos paisajes no es más que un refrito de los acontecimientos más típicos en cualquier película de su tipo, ofreciendo poco y nada de novedoso incluso para el espectador que no frecuenta este género. Los personajes, poco ingeniosos en su concepción, carecen de rasgos que los singularicen, tornándolos obvios y poco sorpresivos. En este sentido, las actuaciones tampoco son exigentes y los intérpretes cumplen satisfactoriamente con este piso mínimo. Un acierto, eso sí, es la cuota de tecnicismos científicos tratados con un lenguaje sencillo, que facilita a su público la comprensión de por qué ocurren estos eventos.
“La Última Ola” es una película que se propone poco, pero esta exigüidad se encuentra muy bien lograda, lo que siempre se agradece. El mezquino trabajo en guión se ve contrapesado con una apariencia indiscutiblemente bella, no sólo por el paisaje que retrata, sino también gracias al diestro ojo tras las cámaras y un trabajo digital indispensable pero sobrio, que se encuentra propiamente a la altura de toda la producción visual. En definitiva, se trata de una cinta que, si bien no destaca en particular, cumple con el cometido de mantener la expectación pese a la obviedad, y que además logra alertar –¿o sobre alarmar? – a una población objetiva sobre aquel peligro latente tras el silencio de sus inocentes cerros rocosos.
Luego de estar en coma tras sufrir un complejo accidente en auto, hoy finalmente ha sido declarada como fallecida la actriz Anne Heche, luego de que su familia informara hace algunas horas que se había tomado la decisión de desconectarla del respirador artificial ante la imposibilidad de que sobreviviera tras las diversas lesiones que sufrió. Si bien al entregar la noticia todavía se encontraba conectada a la espera de los receptores de órganos, fue declarada legalmente muerta debido a las leyes del estado de California.
Heche sufrió una compleja lesión cerebral anóxica luego de chocar en su auto el pasado 5 de agosto, quedando en coma y en estado crítico, al punto que desde el primer minuto se informó que no sobreviviría. “Durante mucho tiempo ha sido su elección donar sus órganos y se la mantiene con soporte vital para determinar si alguno es viable”, señaló la familia en el comunicado que informaron sobre esta decisión.
La actriz es recordada por varios papeles en el cine y la televisión, su año más importante sin duda fue 1997, donde participó de varias películas como “Donnie Brasco“, “Volcano“, “I Know What You Did Last Summer” y “Wag The Dog“. Otras de sus cintas importantes fueron “Six Days Seven Nights” (1998, con Harrison Ford), “Psycho” (1998, remake de Gus Van Sant) y “Birth” (2004).