Después de que “[Rec]³: Génesis” (2012) no fuera lo mejor que el cineasta español Paco Plaza pudo entregar, el también responsable de la primera entrega en esa franquicia tiene algo que probar con su más reciente trabajo: “La Posesión De Verónica”. Ahora vuelve a tomar una de las temáticas clásicas del género, las posesiones, e intenta darle un giro más personal a esta película ambientada en los 90, época en la que él mismo creció, y esto es notorio en su propio avance como director y guionista, entregando un cuento mucho más personal y contenido que sus películas anteriores, pero también mucho más lento.
Verónica (Sandra Escacena), una adolescente encargada de cuidar a sus tres hermanos en ausencia de su trabajadora madre, decide adentrarse en el ocultismo. El deseo de comunicarse con su padre fallecido la lleva a usar una tabla ouija con dos de sus amigas, que, al romperse, deja a Verónica en un trance y cuya consecuencia es adquirir una sensibilidad ante lo sobrenatural, algo que parece perseguirla. La joven deberá proteger a sus tres hermanos menores, mientras intenta deshacerse de la presencia en medio de una importante etapa en su crecimiento.
Basada ligeramente en el Expediente Vallecas de 1992, el único archivo policial de España donde un oficial reporta sucesos que no puede explicar con la lógica, “La Posesión De Verónica” cuenta con una caracterización de personajes que resulta clave, donde lo nuevo no es demasiado. No sólo es importante la interpretación de Sandra Escacena en el papel principal, sino también la de sus hermanos menores, quienes dan cierta comedia, empatía y mucho realismo a la relación con la protagonista. Esto entrega una sensación de intimidad, al entrar a una familia liderada por una hermana mayor, muy solitaria y prisionera de su rol, que debe que cuidar a sus hermanos en vez de ir a fiestas y prefiere caminar escuchando a su banda favorita, Héroes del Silencio, cuyas letras resultan ser un narrador de la historia.
La temática del filme no es sólo la de una adolescente curiosa que se involucra con una entidad desconocida, diferencia que se hace clara rápidamente al poner a Verónica en contraste con sus amigas y sus diferentes motivaciones para usar una ouija, sino que también trata de una adolescente sola, aislada y forzada a tomar responsabilidades que no debiera tener a sus 15 años. Verónica extraña a su padre y lo necesita en el momento que vive, cuando se encuentra con que su propio cuerpo le es extraño y se ve acechada a la distancia por los hombres que comienzan a verla distinto en la calle. Ya no es una niña, y resulta claro al verla caminar a la escuela junto a sus tres hermanos, mientras parece estar rodeada de figuras masculinas a cada paso y en cada toma, haciéndole falta la figura esencial de seguridad que son un padre o madre.
Aunque a lo largo de los 105 minutos de duración la trama no avanza demasiado, Paco Plaza lo compensa con la estética mostrada, sobre todo en los exteriores al momento del eclipse inicial o las figuras proyectadas en Verónica. También logra una recreación realista de 1990, pasando por los jingles en televisión e incluso la paleta de colores y el estilo de edición, muy propio de la época. Y, por supuesto, la música de Héroes del Silencio, que a ratos parece incluida a la fuerza, pero resulta una parte integral de la protagonista, su aislamiento y sus temores.
A pesar de que no se logra traspasar el terror al espectador, si se transmite la incertidumbre en la que vive la adolescente, que es un miedo más sutil y lento. Esto crece mientras los sucesos sobrenaturales se apilan, pero resulta aún más inquietante la pregunta de cuánto es real y cuánto está en la mente de una joven que, evidentemente, se encuentra bajo demasiada presión y no tiene el apoyo necesario en su vida. Verónica se ve atrapada por una fuerza ajena, siendo su mayor motivación y fuerza el proteger a sus hermanos de este mismo ataque que la acecha, sea real o metafórico.
“La Posesión De Verónica” no es una reinvención del subgénero de posesiones, pero sí es efectiva en lo que se propone, sobre todo cuando tal vez exista algo acechando a la protagonista fuera de lo que la cámara nos muestra. Es en esa incertidumbre donde tiene uno de sus puntos más fuertes, a pesar de los temas poco explorados que contiene. Paco Plaza se habría favorecido de no incluir ciertos clichés del género que esta película claramente no necesita, incluso pueden parecer forzados cuando la dirección y temática se enfocan en un tormento adolescente y no en rostros horribles en primer plano acompañados de ruidos súbitos.
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