De vez en cuando surgen películas que pareciera apuntan un poco más alto que el resto. Juegan con, o incluso sacrifican, las formas narrativas tradicionales (especialmente la noción de historia, como una narración que parte en un punto y termina en otro, con un desarrollo y evolución de sus elementos entre medio) con el fin de capturar nociones más amplias, más difíciles de reducir a una sola historia que funcione como alegoría del concepto. Por lo mismo, estas obras suelen alzarse triunfantes y brillar, o caer en un desastre envuelto en llamas. El éxito del año pasado fue “The Master” (2012), y el de este, “La Grande Bellezza”, a pesar de llegar a los cines chilenos varios meses más tarde de su estreno mundial.
La película sigue la vida de Jep Gambardella (Toni Servillo, absolutamente inolvidable), un periodista solicitado y famoso, que también destaca –en un epíteto autoasignado- como “El rey de los mundanos”, al estar dedicado constantemente a dar las fiestas más lujosas y salvajes de la Roma actual. Tienen todo lo que puede desear, sus entrevistados se deshacen en disculpas y elogios, y parece ser el hombre más popular de Italia, pero aun así él está en la búsqueda de más.
“La Grande Bellezza” llega a los cines locales precedida por su éxito en los premios Oscar, donde ganó en la categoría de Mejor Película Extranjera. Pero este elogio le queda absolutamente corto; de hecho, si no fuera por la autocomplacencia de los premios a la hora de nominar, habría arrasado en las categorías de más peso. Todo en la película está tratado con minuciosidad, visión y mucho conocimiento estético: desde la fotografía y los paisajes, hasta los personajes.
Cada plano de la película rebosa belleza en sí mismo, incluso los que pretenden ilustrar lo contrario; con una ciudad como Roma de fondo suena fácil, pero la obra va más allá de lo común para crear un mundo real, pero que parece pintado con colores de ensueño. En este mundo se mueve Jep y sus acompañantes, personajes cuya complejidad es tal, que el mismo protagonista parece tener problemas para categorizarlos como simpáticos o insoportables. Cada conversación, e incluso cada gesto de Jep cuando está con alguien, da la sensación de pertenecer a un orden superior, pero no por lo que dicen (el guión se preocupa de mantener la verosimilitud a toda costa), sino por la forma en que lo hacen, con un convencimiento absoluto, pero que aun así suena aprendido, revelando que este rey Midas vestido de seda y sus acompañantes se esfuerzan en mantener el mundo que habitan como les gusta.
De esto se desprende la esencia de la película, que a pesar de subyacer a lo aparente, es palpable desde su inicio: Jep no se siente a gusto en su mundo, lo siente intrascendente e incluso irreal, una mera ilusión de algo fantástico, pero cuyos cimientos no resisten la más mínima briza. No obstante, a su vez, es esta cálida seguridad, ajena a cualquier duda, la que lo mantiene en funcionamiento.
Sus amigos, sus visitas, y todas las personas que conocem son intelectuales, cultos y artistas, respetados y famosos, pero viven a costa de exagerar estas características sustentadas en lo mínimo, si no es en nada; el mismo Jep reconoce que lo único de valor que ha producido fue una novela en su juventud, que al mismo tiempo fue su puerta de entrada a un mundo que esperaba más de él, pero que tampoco se molestó cuando Jep lo decepcionó.
Por muy amargo y agudo que pueda parecer el comentario que hace la obra, nunca se siente incómodo ni enojado. Para esto aporta mucho una importante cantidad de humor, muy refinado y natural, que opta por desvanecerse si la situación amenaza con tornarse ridícula. Da la sensación de que, más que enunciar los problemas del mundillo de Jep, el director optara por mostrarlo tal como es y dejar que sus fallas salgan a la superficie por sí mismas. El sentido de la película, en cuanto a la contraposición de la trascendencia y la inmediatez de algo que vaya a echar raíces para el futuro con los placeres inmediatos del presente, resulta inquietantemente contemporáneo. Con la aparente preponderancia de las marcas y el consumo por sobre las creencias y los proyectos de vida, “La Grande Bellezza” se siente a ratos como una fotografía de lo que podrían llegar a ser las cosas una vez que la generación actual haya madurado y envejecido; en cuerpo, al menos.
Sin un segundo de sobra en sus casi dos horas y media de duración, la película resulta tan entretenida como conmovedora, en base a su magistralmente logrado equilibrio entre ilustrar un maravilloso mundo, al mismo tiempo que destrozarlo desde su interior. Nunca antes una reflexión sobre la superficialidad y la falta de sustancia ha tenido un envoltorio tan bello.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.