Hace unos años, se discutía en los círculos económicos, si la filial de la editorial Marvel que se haría cargo de las producciones cinematográficas sería capaz de capitalizar la virtual “mina de oro” que significaba una gran variedad de personajes ya creados, tramas ya probadas y, por sobre todo, un público cautivo que vería cualquier adaptación de los superhéroes de esta casa comiquera. Si bien se tenían ejemplos favorables –la misma saga X-Men, aunque no producida directamente por Marvel, fue un éxito rotundo-, la meta era ambiciosa: poder rentabilizar a un panteón ya conocido, superando las siempre exageradas expectativas de los fanáticos. Con el tiempo, la apuesta dio sus frutos, siendo “The Avengers” una de las cintas del género más exitosas en todo sentido, con una recaudación billonaria y el apoyo casi unánime de los fanboys.
Sin embargo, quien abrió los fuegos en esta nueva era de los superhéroes en la pantalla gigante fue un personaje más bien secundario en las historias clásicas de Marvel, y que, por el contrario, en este soporte se convirtió en una de las caras más reconocibles del nuevo fenómeno comercial. “Iron Man”, estrenada en 2008, fue el primer film de Marvel Estudios, una sólida película de matiné, con un actor principal que supo capturar el espíritu del papel y que imprimió el carisma necesario a Tony Stark, haciendo a Robert Downey Jr. inseparable a la máscara de metal. Por esto, las expectativas generadas para la tercera (y quizás última) entrega de las aventuras en solitario del Hombre de Hierro son altísimas, ya que es esta la primera cinta de la segunda etapa del arco argumental que involucra a Hulk, Thor, Capitán América, entre otros.
Tony Stark (Robert Downey Jr.) ya no es el inconmovible genio, mujeriego y alcohólico de la primera entrega, ni tampoco el infalible héroe de la segunda entrega o de “Los Vengadores”. Luego de los eventos en Nueva York, sufre una especie de stress post traumático, con largas jornadas de insomnio donde se obsesiona con sus armaduras. Junto a eso, vive los altos y bajos típicos en su relación con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), quien es acosada por Aldrich Killian (Guy Pearce). En una especie de retiro voluntario de la “paz mundial”, delega la responsabilidad de ser el sheriff del mundo a James Rhodes (Don Cheadle), que ahora viste la nueva armadura Iron Patriot. Hasta que un terrorista llamado El Mandarín (Ben Kingsley) comienza una seguidilla de “lecciones” en el territorio norteamericano, estallando bombas imposibles de rastrear. Cuando una de ellas toca a un cercano, Tony decide involucrarse, amenazando al terrorista y poniéndolo en el blanco de la organización criminal.
“Iron Man 3” es quizás el evento cinematográfico comercial del año, y tanto en su factura técnica como su puesta en escena no defrauda. La decisión de reemplazar a Jon Favreau por Shane Black en la dirección da sus frutos, entregando una línea argumental sólida, inteligente, llena de giros falsos, que entretienen y soportan una cinta que no se desvanece, pese a que tres cuartas partes entregan la acción a cuenta gotas. El juego de máscaras y caretas funciona; fuera del círculo cercano a Tony Stark no hay nadie con el cartel de “bueno” o “malo” asegurado. Para los fanáticos también alcanza, con referencias a la cinta “The Avengers”, que son el pretexto para el desequilibrio emocional de Tony, junto a la que podría ser la escena post créditos más sencilla y cómica de todas las que ha proporcionado Marvel en sus 5 entregas anteriores.
Complementando un muy calculado texto, la construcción de personajes vuelve a ser impecable. Esto no debería extrañar: Robert Downey Jr. es prácticamente Iron Man; lleva cuatro cintas interpretando al multimillonario sabelotodo y combina de forma justa carisma, sentido del humor y credibilidad. En contraparte, los villanos son tan solventes como la pareja protagónica, ocultando sus caretas y revelándolas cuando el guión así lo exige.
Quizás, y sólo quizás, la ausencia de acción propiamente tal a lo largo del metraje pueda considerarse un error, pero no es tal. Black se da el tiempo para dotar de sentido cada giro en la trama, entrega con cuentagotas elementos para descubrir los secretos del guión y maneja la tensión entre los personajes con una sutil puesta en escena.
Finalmente, está claro que toda la adaptación cinematográfica de Iron Man funciona muy bien como una alegoría a la carrera armamentista, a la obsesión norteamericana con las armas, y a la cultura del terrorismo y la “seguridad nacional”. No se pretende descubrir la pólvora en esto, el cine siempre ha filtrado una visión clara, a veces irónica, otras veces proselitista, sobre eventos de la política nacional e internacional. Desde el arribo mismo del cinematógrafo en EE.UU. que el discurso es claro: son ellos los que salvarán al mundo. Lo que nunca dejan claro es ¿de qué? y ¿para qué? Porque –a veces, o muchas veces, o casi siempre- de lo único que necesitamos ser salvados es de ellos mismos.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.