El infierno es una figura usada por mucha gente en distintos niveles. Para varios implica el contrario al cielo, en una dimensión más onírica. Para otros, es una estética que se busca en el metal como parte de un espectáculo total. En tanto, para los más, el infierno es simplemente lo que les toca vivir a diario. La mezcla de estas tres sensaciones es lo que nos encontramos en “Last Days Here”, donde Don Argott y Demian Fenton siguen el proceso de redención en la medida de lo posible de Bobby Liebling, único miembro constante de Pentagram, banda ícono del underground metalero que fue ensalzada por lo icónico de su sonido y del propio Liebling.
Cuando se piensa en un documental que apela a los “últimos días” de Liebling, en verdad lo que refiere es a esa sensación de que Bobby está al borde de decir adiós, pero al mismo tiempo, con el look demacrado que posee, haciendo que luzca de setenta años teniendo 55 hoy y 53 para el tiempo de la grabación del filme. Así, el infierno está cerca en todas partes, en casa, frente y detrás de cámara, en el escenario y también en la música misma.
En casa porque Bobby vive con sus padres todavía, sin abandonar su natal Philadelphia; frente a cámara por que el tipo vive su personaje a concho; detrás de ella porque las opiniones de sus cercanos apuntan repetidamente a aquello; en el escenario porque Pentagram no para y su leyenda es arrastrada por el desgaste evidente de Liebling, que de todas formas no parece nunca terminar, brutal y errático; y finalmente, la música, que en Pentagram se incendia, vive y muere en medio del más grande de los infiernos, al borde del abismo, en una perfecta metáfora de Bobby.
En el documental, como dijimos, hay un proceso de redención, y es que alguien externo se encarga de intentar reflotar a Liebling, un fanático, era que no, llamado Sean Pelletier, de quien muchos dicen que él se aprovechó de Bobby para hacer realidad sus sueños a través de él, pero lo único que se puede indicar es que Pelletier fuerza las cosas tratando de revivir a Bobby como persona y también como artista.
Aunque tildarla de redención es algo que le corresponde a quienes vean a Bobby Liebling en todo su oscuro esplendor, con una novia nueva, con un Pelletier forzando situaciones, con Pentagram en escena, como nunca y como siempre, en medio de una infernal vorágine que retrata bien estos “últimos días”.
Porque “Last Days Here” es un documental frustrante, lleno de talento desperdiciado en las drogas y los excesos, lleno de desoladora soledad, carente de posibilidad alguna de echar las cosas a un chiste, donde Bobby es un perdedor que parece destinado al fracaso más terrible, el de una agonía eterna, y el olvido de su legado, o por lo menos su disociación del ser humano detrás de su obra. Frustración, dolor, empatía por las ruinas de un hombre y mucho más. O sea, el infierno en la tierra.
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