Florence Foster Jenkins fue una extravagante socialité de Nueva York; una mecenas de la música clásica y la ópera que se hizo conocida por ser fundadora del Verdi Club y seguir tardíamente una carrera de soprano, pese a carecer de calidad vocal y aptitudes necesarias para el canto armónico. Centro de burlas –por su pésima voz– y de admiración –por su tenacidad y recursos monetarios–, Foster Jenkins logró forjar una inusual popularidad en la década de los 40, principalmente producto de lo anecdótico y jocoso de la ‘vocación’ que desarrolló en sus últimos años de vida. Las experiencias forjan parte de lo que somos, de cómo nos presentamos al mundo, es por eso que su historia externa, pese a que tiene todas las características para refugiarse en los detalles humorísticos, en esta oportunidad propuesta desde un prisma de intimidad en la que se explora el trasfondo humano de su particular forma de ser, en una especie de biopic tragicómico con más sabiduría de la que esperamos.
Florence Foster Jenkins (Meryl Streep) tiene un sueño claro: presentarse en el mítico Carnegie Hall de Manhattan. Su fascinación por la ópera la llevan a tomar clases de canto y contratar al joven pianista Cosmé McMoon (Simon Helberg) para que la acompañe con las melodías. Pero su evidente falta de voz preocupa a su esposo St. Clair (Hugh Grant), que aunque apoya todos sus caprichos, teme que se transforme en el hazmerreír del círculo clásico neoyorquino.
El director Stephen Frears tiene un representativo modo de tratar a las icónicas protagonistas femeninas de sus cintas, otorgándoles un poder intrínseco, una fuerza interna que las mueve, tal como hemos podido constatar en grandes obras como “The Queen” (2006) y “Philomena” (2013). La belleza de las puestas en escena, sumado al meticuloso trabajo de fotografía y la presentación de personajes trabajados prolijamente desde el guion y la actuación, confluyen en películas llenas de significado según los temas individuales de cada una. Representando una vida de lujos barrocos, la filantropía y una obsesión casi enfermiza con el arte teatral y la música clásica, se conduce “Florence Foster Jenkins” por un camino que sobrepasa las impresiones burlescas de primer momento gracias a la honestidad desde la que se construyen los personajes y lo afable y humano de sus relaciones frente a los diferentes elementos en juego.
Y es por lo anterior que, más allá de la pomposidad novelística de la historia –armada con ciertos elementos teatrales–, el aura estrambótica de la protagonista es llevada con excelencia y gran calidad por Meryl Streep. La actriz ha dejado en claro que tiene pulmones de canto, por lo que escucharla interpretar las más variadas piezas clásicas es todo un espectáculo en sí mismo. Las grabaciones reales de Florence –fácilmente ubicables en internet– son tan extraordinarias como inimaginables, entonces la que creemos es una sobreactuada interpretación musical de Streep sorprende por lo parecido a la soprano –aunque, por supuesto, de mejor calidad–. Además, es capaz de imprimirle un aura dulce y demente a la vez, imitando con lucidez sus vicios y carisma con intencional satisfacción, logrando una cercanía inigualable.
Con una potentísima mujer a la cabeza no es exagerado creer, entonces, que un mejor elenco podría haber sido ensamblado. La tríada Streep-Grant-Helberg se lleva todos los aplausos, pues logran armar una conexión fascinante: Hugh Grant, como el devoto y preocupado esposo a sus pies, cumple cabalmente con un papel que representa interés y fervor como motores principales, pues su relación con la socialité es de una genuina complejidad sometida. Ambos se apoyan mutuamente y funcionan de forma elegante, sin decaer absolutamente en ningún momento. Simon Helberg cierra este triángulo demostrando sus dotes actorales –que pocas veces podemos apreciar–, otorgando gran parte del humor con sus notables expresiones y deleitándonos con su talento musical en el piano.
Omnipresentes son los acabados tonos dorados, plateados y rosados que acompañan las escenas, con mayor o menor fuerza, construyendo la burbuja que enfrasca el mundo y realidad de la cantante; por un lado excelso, por el otro pesaroso y terrenal. Los temas más humanos son mostrados con delicadeza, y los momentos cómicos y otros hitos se logran sin contrariar las intenciones básicas. Gracias a un tremendo elenco principal conectado en todo momento, “Florence Foster Jenkins” esquiva sus puntos débiles exhibiendo un drama visualmente elegante de un relato tierno y sensible, que toca hebras de pasión y problemas físicos con especial deferencia, logrando de alguna forma ser inspiradora.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.