Si bien, ha sido históricamente minoritaria, la incursión de las mujeres como protagonistas en el género del humor no es un fenómeno reciente. Lo que sí es destacable, es el evidente crecimiento en el espacio que ha ido ocupando este segmento más evidentemente desde la década de los 90, donde ha jugado un importante rol en la deconstrucción de los estereotipos de género de la mano de representantes como Julia Louis-Dreyfus o Tina Fey, ambas actrices que, tras ser partícipes de un episodio de “Inside Amy Schumer”, parecen haber dado su bendición a la protagonista de este show como representante de una nueva generación de mujeres comediantes. Y es quizá a causa del éxito alcanzado en este último tiempo, que la joven humorista ha decidido aprovechar esto como impulso para incursionar en la industria cinematográfica, esta vez en estrecha colaboración con Judd Apatow, quien figura como director.
Es así como la comediante nos introduce en una historia que, si bien es ficticia, fácilmente podría tratarse de escenas de su propia vida. Amy (Amy Schumer) es una mujer exitosa e independiente que, tras el divorcio de sus padres cuando ella aún era una niña, adquirió la idea de que la monogamia no es una opción realista, principio que seguiría al pie de la letra durante su vida adulta. Amy cumple con el clásico rol de personaje descarriado que lleva una vida llena de excesos, donde el alcohol y la fiesta son parte fundamental, y ella no tiene ningún problema en admitirlo, ya que nunca le ha significado un obstáculo real. Sin embargo, todo esto cambia cuando conoce a Aaron (Bill Hader), un médico de deportistas de la talla de LeBron James (acá interpretado por él mismo). Aaron llevará a Amy a cuestionar progresivamente sus hábitos desenfrenados gracias a la química instantánea que surge entre ellos.
Ya desde su más prístino planteamiento, se percibe que la trama de la película responde al que debe ser uno de los conflictos más manoseados en cuanto a comedias románticas se refiere, donde si bien no existieron resquemores en presentar esta disputa como argumento central, se deja entender que lo novedoso será el carisma y el agudo humor de Amy, una transposición al formato cinematográfico del mismo personaje que le ha significado toda su carrera humorística. Es así como su interpretación en esta cinta no dista mayormente de lo que ya la hemos visto hacer repetidas veces en el trabajo que la dio a conocer: no sólo es la misma actitud y los mismos rasgos en su personalidad, también son las mismas expresiones, mismos gestos, mismas reacciones. En este sentido, la producción deja ese sabor de que su fin último es situarse como una nueva plataforma para promover la imagen de Schumer, y con ello seguir coleccionando adeptos al personaje de la vida real, por sobre el objetivo de realizar una producción cinematográfica novedosa y de buena calidad.
No obstante, esta finalidad es flojamente conseguida. Mientras el fuerte de la artista son sus intervenciones rápidas e ingeniosas, cargadas de crítica a los estereotipos, especialmente aquellos que limitan la libre realización del género femenino, la Amy de “Esta Chica Es Un Desastre” pierde mucho en espontaneidad, donde los puntos altos en el humor –elemento que debería ser fundamental en el transcurso del film- son pocos y distantes entre sí, abriendo espacio a cuestionar su habilidad como guionista, o si es acaso la colaboración con Judd Apatow el elemento que no logra funcionar de forma satisfactoria.
Lo cierto es que la escritura de la cinta falla tanto en forma como en contenido, ya que el curso que toma el conflicto termina por jugar en contra del mismo personaje que Amy Schumer ha construido, para alcanzar el sitial que ocupa en el humor –y, aún cuestionable, en el feminismo- a escala internacional. ¿Su vida descarriada es producto de falencias personales e inmadurez? ¿No que el mensaje fundamental radicaba en que la mujer puede incumplir los estereotipos impuestos socialmente de “comportarse como una señorita” por decisión consciente y propia, sin que esto signifique un obstáculo en su realización personal? A todas estas debilidades en el desarrollo de la trama, se suma que el tercio final de la cinta cae inevitablemente en el tedio, con la resolución de los conflictos tomando una pista larga y engorrosa, alargándolo todo innecesariamente, como en una tímida búsqueda del remate contundente que selle positivamente la conclusión, elemento que finalmente no justifica la extensión otorgada a esta fracción de la película.
Es así como en una producción pobremente lograda en términos argumentales, y sin ninguna novedad en cuanto a aspectos técnicos, la plataforma que debía consolidar a Amy Schumer en su rol de humorista con fuerte carga hacia el feminismo, falla profundamente porque el mensaje entregado termina siendo contradictorio, ahogando la imagen que la comediante ha construido sobre sí misma en este corto tiempo. Esperemos que todo sea producto de la poca experticia justificada por la brevedad de su carrera, ya que la pasta para el humor y la crítica aguda –comprobada en otras apariciones- pareciera seguir ahí, latente, quizá esperando a manifestarse en una próxima oportunidad.
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