La ficción se ha ocupado de entregarnos asesinos en serie que descubren en sus actos una forma de expresión y a veces ocultan un discurso que es difícil de entender. Curiosamente, nos sentimos atraídos por la representación de estas historias en la pantalla, tal vez porque nos cautiva la posibilidad de apreciar la complejidad humana y cómo es llevada al extremo. No es casualidad que muchos de estos macabros relatos sean presentados a través del punto de vista del detective, quien nos hace observar desde la cordura a estos personajes oscuros y complejos, lo que también ayuda a explicar qué lleva a que el género aún siga concentrando atención y curiosidad.
El agente del FBI Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) se encuentra con una intrincada investigación cuando descubre un particular modus operandi en una serie de homicidios. Es por esto que decide acudir a un antiguo colaborador del FBI, el ya retirado Dr. John Clancy (Anthony Hopkins), quien pondrá sus habilidades clarividentes al servicio de la investigación. Juntos intentarán descifrar el torcido propósito que esconde Charles Ambrose (Colin Farell).
El guión original suponía ser una secuela de “Seven” (1997) de David Fincher, pero esa idea fue descartada y el proyecto se transformó en una historia totalmente distinta, cuya dirección quedó en manos del brasileño Afonso Poyart. Aunque hacer comparaciones puede ser tedioso, es innegable la influencia que tiene el segundo trabajo de Fincher en esta película, evidenciada primero en su estética y luego en el complejo rompecabezas que los detectives deben resolver para llegar al asesino. Sin embargo, el filme de Poyart se desploma por la construcción de relato que hace su guión, que subestima al espectador al excederse en explicaciones y albergar diálogos que carecen de sutileza. De ese modo, se entorpece la historia y se desencadenan situaciones forzadas y acciones inverosímiles.
Cuando se trabaja en el ámbito de lo paranormal y la clarividencia, se debe tratar con mucho cuidado su representación, pues existe una delgada línea entre lo serio y lo paródico. Por momentos la cinta juega en ese terreno, corriendo riesgos que pudieron haber sido evitados en favor de alcanzar el peso narrativo que caracteriza al género. Estos riesgos son evidenciados al momento de introducir al personaje interpretado por Hopkins, abusando del estereotipo y cayendo en diálogos que lo distancian de ser complejo u original. Lamentablemente, estas malas decisiones causan la desconexión con la narración y que se termine cuestionando la motivación detrás de ese y el resto de los personajes.
Eso no quita que la película pueda contener aspectos interesantes en su propuesta narrativa, como la manera en que se posiciona al asesino cuando es enfrentado a su rival, ya que ambos son perfilados como iguales en cuanto a sus capacidades extrasensoriales. Ahí nuevamente la carencia de ingenio en la ejecución de los diálogos, que abundan en sobreexplicar lo que ocurre en pantalla, hace que la propuesta en la trama extravíe valor y que a la larga, aunque es una buena premisa, en la confección misma se pierda la oportunidad de contar una buena historia.
Si bien en cuanto a su elaboración narrativa la cinta tiende a derrumbarse, los elementos visuales la protegen. Punto a favor es el trabajo en la dirección de arte y, como resultado, en su apariencia estética, la que crea la atmósfera necesaria para mantener la tensión. El trabajo de cámara y montaje acierta al intentar traducir las intenciones de los personajes y darle ritmo a la narración, y además existen ciertas decisiones visuales interesantes y dignas de revisión, en especial algunas secuencias oníricas que persiguen graficar los aspectos psicológicos de sus perturbados protagonistas.
De alguna forma existe una autoconciencia sobre el peso actoral y en este caso tener a Anthony Hopkins como protagonista no es casualidad, quien con su participación efectivamente logra sostener gran parte de la película. Resulta difícil hacer a un lado el personaje de Hannibal Lecter, y que esta vez Hopkins esté participando desde el otro lado y se enfrente al mal que representó en “The Silence Of The Lambs” (1991), por lo que ya con su sola presencia asegura que se mire con especial atención su despliegue a través de la cinta y ésta logre hacerse más llevadera.
Debido al importante volumen de representaciones fílmicas de asesinos en serie, es innegable la presencia que estas tienen en el imaginario colectivo, lo que provoca que no sea menor la exigencia al verse enfrentado a una película de este tipo. “En la Mente del Asesino” no logra encontrar el espacio que otras obras han ganado con holgura en el género, principalmente por sus numerosos desaciertos narrativos, que impiden que una historia original e interesante logre funcionar al momento de ser plasmada en pantalla.
Novedades sobre The Notorious B.I.G. Se dio a conocer el primer trailer del documental “Biggie: I Got A Story To Tell” acerca del músico asesinado en 1997 y quien fuera incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2020. La producción abarca entre los años 70 y 90 del rapero en Brooklyn, y su fecha de estreno es el 1 de marzo a través de Netflix.
La realización del filme demoró cuatro años, cuenta Emmett Malloy, director de la nueva entrega que abarca la carrera del artista. Y eso no esto todo, ya que, como productores, se encuentra la madre del protagonista, Voletta Wallace, y un colaborador cercano: Sean “Puff Daddy” Combs. Por último, está Wayne Barrow, manager de The Notorious B.I.G., quien tiene el rol de productor ejecutivo.
A continuación, te dejamos el trailer del documental: