A poco tiempo de iniciado su mandato, el polémico presidente estadounidense Donald Trump decretó un bloqueo en las visas entregadas a todos los ciudadanos de seis países musulmanes, entre los que se encontraba Irán, lugar de origen del destacado director y guionista Asghar Farhadi, quien ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera este año. Farhadi, a modo de protesta contra la medida, se ausentó de la ceremonia y envió a un reemplazo en su lugar. De esta forma el director se consagraba con su segundo premio de la Academia, esta vez gracias a su séptimo largometraje, “El Viajante”.
El joven matrimonio de actores compuesto por Emad (Shahab Hosseini) y su esposa Rana (Taraneh Alidoosti), se ve forzado a trasladarse de casa debido a que su edificio está pronto a ser demolido. En su nuevo hogar, el cual pertenecía antes a una mujer “de mal vivir”, Rana es atacada por un hombre. Este hecho traumático genera profundos problemas en la relación y embarca a Emad en un viaje de venganza, mientras que Rana, consecuencia de la sociedad que la rodea, prefiere el silencio y la contención.
Farhadi lleva tiempo en esto de escribir películas, y con los años ha sabido desarrollar una técnica infalible en cuanto a sutileza y cautela narrativa. Con esta habilidad el autor ha conseguido dar vida a un guion que fusiona tintes del buen thriller de Hitchcock con el drama híper realista. La progresión narrativa –dictada por cómo Rana reacciona ante la agresión que ha sufrido– fluctúa entre lo pasivo y lo agresivo, en un tránsito orgánico donde ambos protagonistas se pasan la antorcha como eje cinético del relato. Si bien, en un comienzo Emad sólo reacciona como mejor puede a las decisiones de su mujer, esta dinámica muta en 180 grados hasta que es ella quien debe detener las ensañadas acciones de su marido. Esto responde al evidente interés del autor por el rol femenino en la narrativa contemporánea, además de su afán por zurcir la estereotipada imagen de la mujer musulmana. En términos de relato, Emad es quien mueve las acciones que hacen avanzar la trama, pero el motor narrativo que dinamita el avance de los actos, los giros y la progresión de ambos protagonistas, está dictado exclusivamente por el actuar de Rana y su dual manera de abordar la conmoción post-traumática. Es este contrapunto en la cinética del guion el que le otorga a esta película una refrescante narrativa, que la vuelve disfrutable por todos los públicos.
Si la caótica metáfora inicial del edificio a punto de derrumbarse no es aviso suficiente de la espiral de destrucción emocional que se avecina para la joven pareja, el manto de misterio que cubre a la nueva propiedad de Emad y Rana funciona como advertencia para el espectador de que nada bueno ocurrirá en la cinta. Dicho caos se vuelve perfectamente digerible gracias al suave tratamiento de cámara y montaje, siendo este último el artífice de largas pausas y momentos de aparente calma, donde –gracias a sendos detalles de actuación– los personajes se desarrollan y sumergen más en una relación autodestructiva.
La película está plagada de momentos de aparente calma, siendo instancias perfectas para que la pareja –que parece ser un feliz matrimonio al inicio del filme– destruya poco a poco esos bastiones de amor que todas las relaciones tienen; el sueño de tener un hijo, el respeto mutuo y los secretos. La sutil violencia con la que Farhadi tiñe la cinta, se distribuye con silenciosa calma a lo largo de todas las esquinas de los personajes y, gracias a su magistral dirección, termina por envenenar sigilosamente toda la trama, generando sórdidos momentos que dejan al borde del asiento y que, por la tensión generada por el montaje y las actuaciones, logran instalar a esta película como un referente a considerar a la hora de hablar de un thriller contemporáneo.
Obviamente, un filme de este origen no está libre de la crítica social, de la cual Farhadi es muy consciente. Con la astucia que entrega la experiencia, el autor logra sortear delicados temas con habilidad y disimulo. Son pequeños guiños los que nos presenta a la hora de cuestionar ciertas costumbres de su cultura natal: la importancia de la exposición pública como modo de castigo, el miramiento en menos de las mujeres y la participación casi a modo de cameo del departamento de censura gubernamental. Si bien, el cine de Farhadi siempre ha tratado de decantar su atención en tópicos alejados a la polémica nacional, en esta cinta el autor acierta en plasmar en pantalla un elemento medular de la idiosincrasia de su nación como lo es el castigo en público, y lo ata con maestría a su relato de venganza.
Farhadi ha superado la maestría con la que nos presentó “Jodaeiye Nader Az Simin” (2011) y ha elevado su narrativa a un punto más allá de la madurez. El autor se posiciona como un crítico no sólo de su nación, sino del propio espíritu humano y de cómo la venganza como herramienta no lleva a nada. Dinámica, sorprendente y chocante, “El Viajante” es una vibrante experiencia cargada de metáforas visuales y de profundidad de personajes que nadie, pero nadie, puede dejar pasar.
Título Original: Forushande
Director: Asghar Farhadi
Duración: 124 minutos
Año: 2016
Reparto: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Mina Sadati, Farid Sajjadi Hosseini, Mojtaba Pirzadeh, Maral Bani Adam
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