Luego de que en 2001 Tim Burton decidiera reflotar la película original “Planet Of The Apes” (1968) , reemplazando a Charlton Heston por Mark Wahlberg en el protagónico, y a la alusión político-imperialista por su ya acostumbrada extravagancia estética, nadie esperó nada más de esta saga. Con la tumba ya saqueada y los huesos desperdigados, 20th Century Fox decidió relanzar la idea diez años más tarde como una franquicia basada en el surgimiento del susodicho planeta. La primera entrega, “Rise Of The Planet Of The Apes” (2011), fue una agradable sorpresa, donde los ejércitos simiescos dejaron lugar a una trama más íntima, en la que se detalla el comienzo de la dominancia animal del planeta por medio del primer mono súper inteligente, Caesar, encarnado por el maestro del CGI, Andy Serkis, a quien no le bastó con pasar a la historia como Gollum en la saga de “El Señor de los Anillos”.
Aproximadamente diez años después de lo ocurrido al final de la entrega anterior, la humanidad está al borde del exterminio debido a un virus que ellos mismos sintetizaron, el que a la vez fue el elixir de la inteligencia de los simios. Ambas especies coexisten en ambientes separados, inconscientes del otro, hasta que un grupo de humanos liderados por Malcolm (Jason Clarke) y Ellie (Keri Russell), se aventura al bosque de los simios buscando reactivar una represa, presionados por la crisis energética de su refugio.
Donde la primera entrega era la historia del surgimiento y desarrollo de Caesar, quien al mismo tiempo llevaba la explicación original del desfalco de la raza humana, esta segunda parte comienza con la sociedad simiesca ya asentada, y Caesar establecido como su líder, patrón y guía intelectual. En este sentido, la película es claramente una depresión entre medio de dos picos, enfatizando el funcionamiento interno de un grupo social una vez que el fulgor y emoción de la revolución ha quedado atrás, y es hora del aburrido trabajo para establecer la rutina.
En este aspecto, la obra trabaja constantemente con el paralelo entre las dos civilizaciones: por un lado el próspero y cada vez más avanzado asentamiento simiesco, y por otro la decadente realidad de los humanos. A pesar de contar con un par de actores capaces (Clarke sirve su propósito como el protagonista humano, a pesar de faltarle el carisma de James Franco, y Keri Rusell logra despegarse de su estereotípico rol de madre), y un monstruo de la actuación en Gary Oldman, los verdaderos protagonistas acá son los simios, y para eso ampliaron la paleta de personajes, incluyendo al hijo mayor de Caesar, y a Koba, el simio del tuerto de la primera.
Es este último personaje el que, en cierta forma, de inicio al conflicto: a diferencia de Caesar, quien fue criado por los humanos y, por ende, es más comprensivo con sus motivaciones, Koba es intolerante a otras razas, en especial frente a los humanos, a quienes guarda rencor por haberlo mantenido como sujeto de experimentos. Esta dicotomía entre el difícil y peligroso camino de la convivencia basada en la confianza, y la rápida solución que representa la eliminación de los otros diferentes, es el motor central de la película, el que también es trabajado en la oposición de Malcolm con Dreyfus, el personaje de Oldman, y paralelo humano de Koba.
A pesar de dedicarse más de la mitad de su tiempo a delinear estos conceptos e ir avanzando paso a paso a la inevitable resolución bélica, el gran valor de la cinta está en estos segmentos, lo que no va en detrimento de las escenas de acción, donde los efectos visuales de última generación no sólo fueron ocupados con maestría para forrar a Caesar y sus similares de un pelaje que se siente real (el a veces vapuleado 3D acá juega un papel fundamental), sino que también para realzar las escenas de lucha. De todas formas, en la película hay una clara preocupación por no sobre enfatizar este recurso, buscando distanciarse de los blockbusters descerebrados como Transformers, y acercarse más a la reflexión subyacente que han logrado las películas de Marvel, especialmente a “Captain America: The Winter Soldier” (2014), la más política de la saga.
Siguiendo este paralelo, donde en la obra de Marvel el subtexto era menos aparente pero único, en “El Planeta de los Simios: Confrontación” las lecturas más profundas dan para variadas tesis; en este sentido, decantándose por plantear una serie de problemas más que reflexionar conclusivamente sobre uno en específico. Desde la opresión de una raza por otra, a la lucha por los recursos básicos o la oposición entre la vía pacífica y la armada, la cinta se siente política sin parecer propagandística, debido en gran parte a su muy adecuado ritmo, donde cada capa de lectura se va desarrollando a la par.
A pocos días de su estreno en Estados unidos, ya se instaló la discusión sobre si la película es una alegoría sobre el conflicto israelí-palestino. Tomando en cuenta todos sus elementos, es una lectura adecuada, pero al mismo tiempo lo son un montón de otras, en una obra que se alza como una de las mejores entregas dentro de la reciente tendencia a la creación de blockbusters grandes y ruidosos, pero que esconden una serie de reflexiones y subtextos de absoluta contingencia, muchas veces complicados de tratar. Una entrega que deja la puerta abierta de par en par para una secuela que resuelva el conflicto, y termine por cerrar una trilogía que se asemeja cada vez más a las Batman de Christopher Nolan, tanto en su calidad, como en su ambición narrativa y simbólica.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.