La fascinación por la violencia desmesurada en las películas, no es un tema nuevo ni mucho menos de pronto acabar. Es una de las tantas hileras que se desprenden de los componentes del cine de acción por excelencia, profundizado por directores y aclamado por espectadores. Generalmente, si es un recurso que se utiliza adecuadamente, aun cuando se harte en sí mismo hasta el cansancio y se mueva en el borde de lo irracional, puede ser un componente intenso y satisfactorio por lo gráfico de sus imágenes que sacian ese zumbido sediento de gore calibrado. Efectivamente, en “El Justiciero” la violencia detallada no se toma a la ligera en cuanto a herramienta principal, dejando de lado la premisa y al mensaje vital embellecedor que lo justifica. Basada en una serie de los 80 del mismo nombre, pero ahora con Denzel Washington a la cabeza, la acción y la emoción son completamente funcionales.
Un hombre aparentemente normal, ordenado, sano, simple y cumplidor es Robert McCall (Denzel Washington). Su rutina se divide entre su trabajo como empleado en una ferretería, la ayuda desinteresada hacia sus amigos y sus horas libres las cuales dedica a leer. Un día se encuentra con Teri (Chloë Grace Moretz), una chica secuestrada por la mafia rusa que es maltratada y obligada a prostituirse. Con tanta corrupción, injusticia y violencia percibida por Robert, resurge en él la necesidad de hacer justicia con sus propias manos. Esto lo llevará a enfrentarse contra fuerzas extranjeras poderosas, llevadas a cabo por Teddy (Marton Csokas), un sanguinario sicario ruso.
Haciendo homenaje a su título, la justicia en manos propias es el detonador y subterfugio que colinda el motivo dramático. La trama intenta por todos los medios ser intricada y oscura, pero al final causa más gracia que la que debería. Tras sí va dejando bastantes cabos sin atar, aunque se esmera bastante en explicar la mayoría de los eventos. De la misma forma, la concentración en el desarrollo del personaje principal pone toda la atención y los esfuerzos en crear una atmósfera acorde a la idea humildemente violenta de ese tipo de justicia que define. De la mano y dirección de Antoine Fuqua, quien ya había trabajado con Denzel Washington en “Training Day” (2001) y que le valió un Oscar a Mejor Actor, no existe señal alguna de comparación entre las cintas, porque los enfoques y puntos conflictivos son distintos. Acá hay un impulso consecuente más caricaturesco y menos realista. Se advierte cierto conflicto entre los recursos dramáticos y las herramientas para lograrlo, sin embargo, cuando se muestran diálogos que francamente están de sobra, se pasa rápidamente a la acción como tal, levantando cualquier escena que se aprecia demás.
El personaje que encarna Chloë Grace Moretz es mucho más incidental de lo esperado, ocupado como un elemento atractivo pero que, en la práctica, no se aprovecha más allá de su limitado desarrollo. Algo parecido con lo que pasó con Bryan Cranston en “Godzilla” (2014), donde su nombre seducía con creces, pero su tiempo en pantalla era fugaz. No obstante, la joven actriz da casi todo de sí en un papel despojado de toda elegancia.
La cinta tiene una mirada moderna y actualizada, más allá del uso de la –cuestionable- tecnología, es un relato de ficción con bastante espectacularidad a trasmano: mucha arma clásica y nueva, explosiones y peleas a la orden del día, pero sobre todo muchas formas de morir a través de los distintos utensilios “de casa” que son ocupados por el personaje para luchar contra los enemigos. Casi recordando capítulos de “1000 Ways To Die”, se presenta una variedad de decesos, algunos más inteligentes que otros, pero todos unidos por la dureza del personaje que representa Washington. Idénticamente, el sicario despiadado que personifica Marton Csokas –con su notoria semejanza física a Kevin Spacey- lo hacen un antagonista agudo y versado.
La contemplación y el espacio que se da entre escenas, especialmente aquellas en slo-mo seguidas de close-ups, entregan un perfil muy superior en cuanto al relato no verbal y al aire legendario que se le consagra al personaje principal. No es un héroe cualquiera. Tampoco es que cuente con el perfil de antihéroe dada su perfección no-humana, pero es convenientemente ágil. Denzel Washington encaja perfectamente como un matón ridículamente sincero pero enigmático, sacando a relucir su poder para levantar casi cualquier historia.
En general no es una cinta que decepcione, aunque sí se intuye una pérdida de seriedad paulatina desde la premisa original, dando paso a una especie de sátira a través de su esencia de película de acción. Y si bien pareciera que se va contando en capítulos, es una lástima que su extensión sea tan exagerada: ahí se nota que hay cosas que sobran. Mas la cantidad de escenas épicas y memorables (especialmente la “masacre en su ferretería más cercana”) entregan las dosis necesarias para olvidar las fallas, sin juzgar mayores detractores, que dejan el espacio necesario para concentrarse totalmente en la acción.
Novedades sobre The Notorious B.I.G. Se dio a conocer el primer trailer del documental “Biggie: I Got A Story To Tell” acerca del músico asesinado en 1997 y quien fuera incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2020. La producción abarca entre los años 70 y 90 del rapero en Brooklyn, y su fecha de estreno es el 1 de marzo a través de Netflix.
La realización del filme demoró cuatro años, cuenta Emmett Malloy, director de la nueva entrega que abarca la carrera del artista. Y eso no esto todo, ya que, como productores, se encuentra la madre del protagonista, Voletta Wallace, y un colaborador cercano: Sean “Puff Daddy” Combs. Por último, está Wayne Barrow, manager de The Notorious B.I.G., quien tiene el rol de productor ejecutivo.
A continuación, te dejamos el trailer del documental: