Hace rato dejó de ser sorpresa que la industria estadounidense avanza cada vez más decidida a encontrar nuevas maneras de seguir con plena vitalidad. Desde los remakes y precuelas, pasando por la moda del 3D, hasta llegar a la jugada de dividir capítulos finales en dos, todo gira en torno a rentabilizar de la forma más descarnada la inversión. De otra manera no se podría entender que un libro de alrededor de 300 páginas sea transformado en tres películas de casi tres horas cada una. Si esa ha sido la decisión, el objetivo de una producción como esta debiera ser que pase lo más desapercibido posible el innecesario alargue. Por más que sea un placer regresar a la Tierra Media, hay límites que son traspasados. Esta es quizá la decisión más imprudente que se ha tomado jamás en el cine de entretenimiento, aunque eso no quiere decir que el resultado sea un desastre.
“El Hobbit: La Desolación de Smaug” comienza con la incesante persecución que emprenden los orcos contra la compañía compuesta por Bilbo (Martin Freeman), Gandalf (Ian McKellen) y los trece enanos, cuyo viaje hacia Erebor sigue en marcha. El propósito de la misión es claro: recuperar la Piedra del Arca, joya que permitiría la coronación de Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) como Rey bajo la Montaña y la unión de los reinos enanos. El inconveniente es que para llegar hasta allá deberán pasar toda clase de peligros, y que ese objeto se encuentra bajo resguardo del despiadado Smaug, el último de los grandes dragones de la Tierra Media que ha permanecido dormido durante dos siglos.
Una travesía hacia un fin claro, que en el camino se ve enfrentada a ciertos contratiempos, pero cuyo centro jamás se altera. Eso suena lógico para una obra de extensión breve, pero ¿también para tres nuevas películas de desmesurado metraje? La saga cinematográfica de “El Señor de los Anillos” tenía el beneficio de que se optó por hacer una cinta para cada libro. Simple. Fácil. Un filme, una novela. La adaptación evitaba así dificultades adicionales. Ahora los tiempos son otros y la maquinaria de Hollywood devora con más brutalidad todo asomo de sensatez y tino.
En consecuencia, Peter Jackson queda en una encrucijada que resuelve como puede: sumando unas cuantas subtramas y personajes, y dotando el relato de espectacularidad cada vez que tiene la posibilidad, lo que le debe bastante a que Tolkien en varias zonas de su libro no ahondó mayormente. Eso, al final, le permite armar una mejor película que la que hubiera resultado si mantenía todo intacto. Si bien por separado no todas las modificaciones funcionan adecuadamente, vistas con distancia suman una cuota importante de frescura. Qué dudas caben que la decisión de hacer una nueva trilogía es un despropósito por donde se le mire, pero el director con lo que tiene a su disposición arma una cinta correcta, e incluso levemente superior a su antecesora.
Probablemente la novedad más interesante –más que la inclusión de nuevos personajes y conflictos anexos-, es cómo va ahondado en el componente sombrío que en “El Hobbit: Un Viaje Inesperado” no era más que una estela. Acá eso toma ribetes más concretos y permite que la historia adquiera un matiz especial, aunque sigue sin forjarse un vínculo directo con la aventura de los enanos. La decisión parece tener una doble función: además del ya mencionado intento de sumar nuevos recursos, se encuentra el empeño de tender puentes hacia “El Señor de los Anillos” y dejar unidas ambas trilogías lo más estrechamente posible. Si bien sólo en un año más podremos saber con certeza si esto se queda en un guiño o efectivamente va a jugar un papel vital en el desenlace, lo concreto es que esa oscuridad se extiende al resto del relato y ocasiona que la película completa adquiera un tono de aventura más adulta. El filme, de esta forma, toma cierta distancia del matiz que poseía su antecesora –calmo y cándido-, que iba en sintonía con el libro de Tolkien.
En cuanto al apartado técnico, la cinta incontestablemente resplandece, con unas cuantas escenas que dadas la pericia visual son para el recuerdo, en especial aquella que revela la apariencia de Smaug. Es cierto que el filme tiene una visualidad que por momentos parece un tanto hiperdigitalizada, pero es comprensible en términos de que Jackson le quiere imprimir un sello diferente a la saga, lo que también incluye este nivel.
Quien busque encontrar en esta película los instantes de genuina emoción que tenía “El Señor de los Anillos”, generados a través de la épica o la ternura contenidas, se encontrará con una decepción. En reemplazo de eso, está una aventura que casi no deja tiempo para acomodarse en el asiento y cautiva al ojo, pero a la que le falta sustancia y capacidad para mover el espíritu. Y es que por más que Jackson meta nuevo material, no puede evitar ceñirse a lo que dicta la historia original y a que el relato pase por no más de seis escenarios. Es la condena que debe enfrentar por la elección de hacer nueve horas de cine a partir de un libro conciso. Lo que deriva en que, por ejemplo, la narración agarre fuerza y haga sentir pocos los minutos, cuando pasada la primera mitad el filme experimente un declive del que no logra recuperarse hasta la aparición de un personaje fundamental. Resulta innegable que entretiene en dosis importantes. Pero terminada la cinta, la sensación no es del todo confortable. Si se logra sacudir del efecto aturdidor que provoca sobe todo su porción final, es posible comprobar que siendo todo bastante simple ha progresado apenas un par de pasos. “El Hobbit: La Desolación de Smaug” es una película con tensión acrecentada, es más dinámica y con toda la acción que faltaba en la primera, pero que tiene imposible alcanzar las cotas de gran cine de la trilogía del anillo.
Lamentables noticias llegan en esta jornada de jueves, ya que Ray Liotta, veterano actor reconocido por sus roles en películas como “Goodfellas” y “Hannibal“, ha fallecido a los 67 años. La noticia fue reportada por diversos medios internacionales, quienes afirman que el interprete falleció mientras dormía en un hotel de República Dominicana, donde se encontraba filmando la película “Dangerous Waters“. La causa de muerte no ha sido revelada por el momento.
Entre la lista de películas que hizo durante su carrera, sin duda las más importantes son títulos como “Goodfellas” (1990), “Blow” (2001), “Hannibal” (2001), “Field of Dreams” (1989), “Cop Land” (1997). También es recordado por otros papeles más adentrado en los últimos años, como fueron las películas “Killing Them Softly” (2012), “Narc” (2002), “Marriage Story” (2019), “Identity” (2003), “The Place Beyond the Pines” (2012) y más recientemente “The Many Saints of Newark“, estrenada tan solo en 2021.
4 Comments