El circo Timoteo existe hace más de cuarenta años en Chile. Es una de las tradiciones circenses más duraderas y emblemáticas del país, pero una de las que menos se habla. Y es que no es un “circo-circo”, como explica uno de sus dueños. El circo Timoteo es un show de transformistas y comediantes que ha existido en la periferia de los grandes espectáculos en Chile, pasando por períodos de alta popularidad, pero que ahora se encuentra en declive.
El director del circo es René Valdés, y seguimos a este hombre que le ha dedicado casi su vida entera a Timoteo, pero también a los demás miembros del equipo. No es mediante entrevistas o testimonios, sino que desde la observación de los rigurosos ensayos hasta las cotidianas conversaciones que se tienen en los espacios donde se establecen, que vemos cómo es que funciona el show y entendemos el estado actual del espectáculo. El creciente desinterés del público actual y la agravante enfermedad del dueño, son algunos de los problemas que enfrenta el circo para mantenerse en pie, y contempla la posibilidad de cerrar a pesar de los años dedicados a evitar desaparecer.
En este documental de observación, los hechos se van dando con naturalidad. No es mucho lo que ocurre, pero el ambiente del circo –sobre el escenario y tras bambalinas- es tan particular, que una simple conversación puede ser interesante o reveladora. No hay un gran clímax o giro, más bien se sigue con tranquilidad la vida de los trabajadores y su creciente preocupación a medida que el circo intenta renovarse. Con esta misma naturalidad es que la directora Lorena Giachino aborda el material, no apuntando al morbo o a lo distintivo, sino enfocándose en los aspectos más íntimos de esta comunidad, que generan identificación y asemejan el relato más a una historia de una familia lidiando con una crisis.
Así también es la aproximación que se tiene hacia el show que proponen los transformistas. La cámara se queda en el público cuando ellos están en el escenario, como un espectador más. Tenemos acceso a este mundo, pero seguimos viéndolo como el show que nos ponen delante. Pero más cercana es la distancia tras bambalinas y en el día a día, a veces como un testigo, un miembro más de la familia que se entera de lo que sucede con el circo que la articula y especula sobre el futuro; y otras más escondidas, presenciando interacciones cotidianas que nos permiten acceder a su universo.
La figura de René es tratada con particular delicadeza y cariño. Se nos muestra como un hombre muy exigente y perfeccionista en el trabajo, al dirigir las coreografías y las rutinas, pero también como una persona bondadosa y perseverante, que ha sabido llevar exitosamente el espectáculo que quiso, a sabiendas de que no se trata de una propuesta popular o acorde a la norma. La revelación de su enfermedad y nuestra propia observación de su cansancio, son algunos de los momentos más fuertes que presenta la cinta.
“El Gran Circo Pobre de Timoteo” es un testimonio a una pieza importante de la cultura popular chilena, que es tratado con la misma naturalidad y orgullo que los encargados y artistas le asignan a su trabajo. Por atrevidas y fabricadas que pueden ser las presentaciones sobre el escenario, lo que se retrata aquí es una historia humana y con la que es fácil empatizar, de personas luchando por mantener vivo el fruto de un esfuerzo al que le han dedicado décadas y que han logrado distinguirse por su voluntad a ser diferentes.
La última de una larga seguidilla de reboots, secuelas y remakes de películas clásicas de la década del 80, “Top Gun: Maverick” de primeras cumple con su cometido. Es una perfecta secuela de “Top Gun” (1986), que, si bien cae en muchos de los mismos vicios, también la actualiza para las nuevas audiencias sin perder el núcleo que hace recordar a la original.
La historia empieza cuando Maverick (Tom Cruise) es enviado, a petición del almirante Iceman (Val Kilmer), su antiguo compañero, a volver a la academia Top Gun a entrenar a un equipo de egresados para una peligrosa misión. Sin embargo, en el grupo de pilotos se encuentra Rooster (Miles Teller), hijo de Goose, viejo amigo de Maverick que falleció mientras ambos estudiaban en la misma academia. Maverick tendrá entonces que enfrentarse a su pasado para poder entrenar al hijo de su amigo y poder cumplir la peligrosa misión que les ha sido encomendada.
Desde el primer momento “Top Gun: Maverick” deja sumamente claro que, más que contar una historia terriblemente original, lo que busca es de alguna forma transportar al espectador al mundo de la primera película. Esto la lleva a caer en varios de los mismos vicios. De hecho, casi se siente como si fuera la misma película, pero todo un poco más exagerado. Los personajes son inverosímiles, la forma de Maverick de relacionarse con el mundo se siente superficial y maqueteada, todo está diseñado para que cada momento nos recuerde lo talentoso e intrépido que es el personaje. Incluso los momentos más interesantes desde un punto de vista narrativo y que son el núcleo emocional de la película, es decir, la relación entre Maverick y Rooster, se ven sofocados en un mar de nimiedades estilísticas.
La peor de estas nimiedades es la trama romántica entre Maverick y Penny (Jennifer Connelly), con un romance bastante parecido al de la primera cinta, e igual de innecesario, ya que Penny lamentablemente no tiene una personalidad ni un objetivo, más allá de ser el interés romántico del protagonista. Lo anterior se siente casi como si hubieran metido al personaje sólo para mantener la misma estructura que la primera película, y porque Penny es una referencia a una línea de la misma.
Sin embargo, y a pesar de todos sus problemas narrativos, los momentos en que la “Top Gun: Maverick” brilla, realmente lo consigue. Las secuencias de vuelo, al igual que la de 1986, son dinámicas, entretenidas y tensas, pese a la falta de peso emocional que puedan tener, ya que durante las escenas de entrenamiento no se siente que los personajes tengan realmente mucho que perder. Son espectáculo puro y, al poner la cámara al interior de las cabinas de los F-18 que pilotean los personajes, se genera una experiencia sumamente inmersiva, emocionante y frenética. Esto se da particularmente en el último tercio, cuando a todo esto se suma el peso del combate real, generando una tensión que mantiene al borde del asiento a punta de velocidad y vértigo, a pesar de que los personajes no sean particularmente queribles.
Visualmente la película se cae un poco. Sufre del look genérico que tantas cintas de acción actuales tienen, donde no hay una dirección y estilo reconocible, fuera de que todo sea fácil de leer visualmente para que la acción en pantalla se entienda. Hay muchos guiños visuales a la primera película, pero esto sólo genera que, en el contraste con su antecesora, “Top Gun: Maverick” se sienta mucho más plana y genérica. Y aquello tiene sentido, puesto que esta no es una película de visión autoral, sino que un producto de nostalgia.
Y a eso se reduce de alguna forma “Top Gun: Maverick”, demostrando que es posible tomar una película muy propia de su época para actualizarla de forma exitosa. Sin embargo, no se siente como una sucia estrategia de marketing para ganar dinero, sino que como algo originado de un verdadero cariño y una real pasión por el cine de acción, por el estilo de películas que se hacía en esa época y que ha ido desapareciendo con el tiempo. Si bien no es una gran película, “Top Gun: Maverick” cumple con creces su objetivo de mantener vivo el espíritu de esa era, para bien o para mal.
Título Original: Top Gun: Maverick
Director: Joseph Kosinski
Duración: 131 minutos
Año: 2022
Reparto: Tom Cruise, Miles Teller, Jennifer Connelly, Jon Hamm, Glen Powell, Ed Harris, Val Kilmer, Lewis Pullman, Charles Parnell, Bashir Salahuddin, Monica Barbaro, Jay Ellis, Danny Ramirez
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