Hay un bosque en Japón, situado en la base del monte Fuji, llamado Aokigahara, más conocido como el “Bosque de los Suicidios”, un destino frecuente elegido por suicidas para acabar con sus vidas, hecho que ha suscitado leyendas en torno a él, con turistas reportando avistamientos de fantasmas y sonidos irreconocibles dentro de su vasto follaje. Parece la locación perfecta para una película de terror, y así lo pensaron los creadores de “El Bosque Siniestro”, que decidieron filmar la primera película situada en este lugar.
Sara (Natalie Dormer) es una estadounidense que llega a Japón tras ser avisada de que su hermana gemela, que allí residía, ha desaparecido luego de ser vista por última vez entrando al mencionado bosque. Sara está convencida de que su hermana no ha muerto, por lo que, con la ayuda de un periodista (Taylor Kinney), se adentra en el lugar en búsqueda de su gemela, a pesar de ser advertida de no hacerlo debido a los peligros externos e internos que deberá afrontar una vez dentro.
Jason Zada, el director de la película, es un reconocido y premiado publicista digital y director de videos musicales, pero si es que el artista estuvo realmente involucrado en la producción de esta película sin interferencia de terceros, no hay excusa para haber manejado el material de forma tan torpe, poco interesante y –lo más decepcionante de todo– obvia.
Nada en “El Bosque Siniestro” es original, lo que es lamentable cuando se tiene en cuenta su locación y premisa. Dice ser la primera película inspirada en la leyenda que rodea al mítico bosque japonés, pero teniendo en cuenta la locación privilegiada en la que se encontraban, al bosque no se le da ningún tratamiento especial desde la dirección o fotografía. Recurriendo a planos de establecimiento estándar, no se crea en torno a él la mística necesaria para traducir de forma palpable el terror que supone su leyenda, lo que, más que un paso en falso, se siente como una oportunidad desaprovechada en una película que peca mucho de aquello.
Todas las decisiones que la protagonista toma son convenientes para la trama (pasar la noche en el bosque, no pedir ayuda, adentrarse sola dejando a otros atrás) y sólo están en función de los mismos giros que las películas de terror repiten perezosa y formulistamente, justificándolas de forma igualmente ofensiva (obviamente ella estaba atormentada por un hecho terrible de su pasado). Si por último estos artificios fueran en pos de generar terror real, la cinta se sentiría menos decepcionante, pero tampoco logra asustar debido a una falta de certeza de qué es específicamente lo que debiera dar miedo en la película. No hay reglas ni lógica respecto a los aleatorios enemigos que enfrentan los personajes: a veces son monstruos o muertos, pero no se explica qué les harían o por qué querrían lastimarlos. Todo se justifica por la locura y alucinaciones que genera el bosque, sin embargo, cuesta que eso sea suficiente.
“El Bosque Siniestro” es una película demasiado absurda, de esas que llegan a enfurecer no tanto por sus convenciones y clichés, sino por haber arruinado cualquier promesa que su premisa podría haber generado, así como la posibilidad de hacer algo más interesante con la legendaria locación en la que decidió centrarse. Buenas películas de terror podrían hacerse en este bosque, dado lo interesante del lugar y su historia, pero “El Bosque Siniestro” no es el caso.
Desde prácticamente siempre, ha existido un odio irracional hacia las precuelas de Star Wars, aquella trilogía de películas que estrenada entre 1999 y 2005 que prometía conectar todos los hilos en torno a la historia que George Lucas iniciara en 1977. Amparado bajo una segunda explosión de popularidad de la saga, el director comenzó a principios de la década del 90 lo que sería la concepción de una idea que ya tenía cuando trabajaba “El Imperio Contraataca”, y que, según sus propias declaraciones en múltiples ocasiones, no le era posible filmar debido a las limitancias tecnológicas propias de la época. Así, el desarrollo del CGI hizo que Lucas pudiera adentrarse en la realización de una nueva trilogía, donde, más allá de su cuestionado argumento e innecesaria creación de fallas argumentales para la saga original, terminó por transformarse en una revolución gracias al elemento que fue más destacado por la crítica: los efectos especiales.
Fue en 1997 cuando comenzó el rodaje de “La Amenaza Fantasma” (1999) y, aunque se mantuvieron algunos elementos como la marioneta de Yoda y una utilización de escenarios reales con un cuidado diseño de producción, la transición se fue desarrollando de manera natural a lo que terminaría siendo “El Ataque de los Clones” (2002) y “La Venganza de los Sith” (2005), donde el uso de fondo verde fue más prominente que en ocasiones anteriores. Como dato curioso, y para reforzar la idea de que la animación digital fue el elemento principal de estas cintas, es sabido que no se construyó ni una sola armadura de trooper durante las tres películas, con dichos modelos siendo todos creados por computadora. A pesar de que el uso de CGI ya se había presenciado en otras películas previas –probablemente “Jurassic Park” (1993) siendo el caso más reconocido–, su utilización dentro de la producción de Star Wars significó todo un precedente, gracias a un innovador software donde se crearían los efectos visuales, al punto de que en la primera cinta existe una sola secuencia que no contiene efectos digitales.
A veinte años de su estreno, los efectos visuales en el cine son cosa de cada día, con prácticamente la totalidad de las cintas más taquilleras utilizándolo en su mayoría, lo que en un espectro más crítico ha terminado por omitir en el espectador el deseo de intentar diferenciar qué es real y qué no al momento de mirar una película. Asimismo, los directores actualmente pueden gozar de la misma libertad que Lucas describió a la hora de realizar las precuelas, pudiendo crear un guion a su antojo sin preocuparse de restricciones en torno a la producción, el desarrollo de personajes y, sobre todo, la creación de mundos y criaturas tan fantásticas como se ha caracterizado la saga desde sus orígenes. Todo lo anterior permitió también una reducción en los tiempos de rodaje, comenzándose a producir blockbusters en masa gracias a la implementación de la fotografía digital, y el uso de cámaras digitales que permiten grabar sin la necesidad de revelar el celuloide, pudiendo así montar y modificar escenas de una manera mucho más rápida.
Ya con la trilogía original Lucas había innovado en una serie de técnicas cinematográficas que eran prácticamente desconocidas para la época, pero todo ese trabajo fue opacado en cierta forma gracias al abrumador éxito que la saga tuvo más allá de la pantalla, transformándose en un icono de la cultura pop gracias a la explosiva venta de juguetes y una creciente popularidad que nunca decayó en el período de 1977 a 1983. Y es así como las tecnologías fueron evolucionando en pos de una saga que desde sus orígenes buscó una forma de deslumbrar y crear experiencias nunca vistas, algo que sin duda se logró con todos los contratiempos que pueda significar. Pasar de un aproximado de 365 tomas con efectos visuales en la primera cinta de 1977 a las más de 2200 que tiene la última de la era Lucas en 2005, habla de una necesidad de incorporar la tecnología con el fin de contar historias, derribando límites y permitiendo que la creatividad e imaginación de los realizadores pueda verse reflejada en la gran pantalla.
Hoy en día, con una nueva trilogía que llegará a su fin este 19 de diciembre, se puede ver como las técnicas de las otras seis entregas se van complementando para darle un romanticismo a la producción, omitiendo de plano un uso totalmente digital para seguir incluyendo animatronics, marionetas, maquillaje y otras técnicas de producción. Sin embargo, es imposible no reconocer el trabajo e influencia de George Lucas en el desarrollo del cine de fantasía como lo conocemos hoy en día y, más allá de cualquier falencia narrativa que haya cometido en sus cuestionadas precuelas, el cine y la tecnología comenzaron una relación que ha beneficiado tanto lucrativa como creativamente a la industria.
“Star Wars: El Ascenso de Skywalker” se estrena el próximo 19 de diciembre. Preventa AQUÍ.