“Spider-Man: Sin Camino a Casa” es la última entrega del universo de Marvel y, tal como tiende a ocurrir con esta saga, la película no tiene grandes faltas en su tono, ritmo, guión y dirección, entre otros factores, sino que es una perfecta ejecución de lo que es. Sin embargo, el concepto en el que está basada esta ejecución es la principal falencia de la cinta, ya que, al igual que gran parte de las películas del MCU, el foco de sus personajes va cambiando hacia la forma en que este título encaje dentro de dicho universo cinematográfico, y esto va en desmedro de contar una historia humana, original e interesante.
La historia comienza exactamente donde termina en “Spider-Man: Far From Home”. Luego de que Mysterio revela la identidad secreta de Spider-Man, todo el mundo sabe quién es, lo que conlleva una gran cantidad de dificultades para Peter y sus amigos. Él, agobiado por la culpa, le pide a su amigo Doctor Strange que haga un hechizo para que todo el mundo olvide que él es el héroe arácnido, pero el hechizo falla y tiene efectos inesperados: villanos de otros universos vienen por Peter Parker. Así, el Dr. Octopus y el Duende Verde, entre otros, harán todo lo posible por sobrevivir en este nuevo universo, y Peter necesitará de toda la ayuda posible para devolverlos a sus propias líneas de tiempo.
Si bien, la inclusión de estos villanos de las películas anteriores está relativamente justificada dentro de la trama (no es primera vez que escuchamos hablar sobre multiverso en el universo de Marvel, y ni siquiera en Spider-Man específicamente), es imposible sacarse la sensación de que es una decisión más ejecutiva que artística o narrativa, ya que la película parece estar al servicio de la nostalgia por estos personajes más de lo que ellos están al servicio de la historia. Y esto se siente tanto en los diálogos, como en la puesta en escena y la historia propiamente tal.
Aunque la trama fluye bastante bien –cosa esperable en una película de Marvel– y, si bien lo que está en juego tiene peso y relevancia, es difícil conectar con los personajes. Esto se debe en parte a que no hay grandes giros en sus personalidades y los eventos de la historia no los desafían realmente, pero también se debe a que todo se siente formulaico y poco auténtico. El estudio ha perfeccionado el tono y el ritmo de la película de superhéroes al punto de que llega a sentirse plástico y predecible, y parece transformar todo lo que toca en, simplemente, una película más de Marvel.
“Spider-Man: Homecoming” (2017), primera entrega de la nueva saga, se destacaba del resto de las películas de Marvel por la personalidad de su protagonista y del resto de sus personajes, generando una atmósfera muy especial de calidez y amabilidad, incluso al tratar a su villano. Pero esta nueva película parece haber olvidado completamente lo que hacía especial a esta encarnación de Spider-Man, y le robó gran parte de su personalidad en favor de más espectáculo, más personajes y referencias de Marvel, lo que contribuye aún más en hacer de esta entrega indistinguible del resto del MCU.
Visualmente, por supuesto, “Spider-Man: Sin Camino a Casa” funciona muy bien. Las peleas son divertidas y espectaculares, particularmente un pequeño encuentro entre Peter y Doctor Strange en la Dimensión Espejo, en que Peter utiliza sus conocimientos sobre ciencia y matemáticas en contra de Strange. Estas son las instancias en que la película mejor funciona, esos pequeños momentos en que los protagonistas se vuelven personajes más que peones al servicio de una historia que, a su vez, está al servicio de la nostalgia. Sin embargo, ni siquiera esto es capaz de sostenerla hacia el tercio final, que es cuando se hace realmente patente que la película era solamente una excusa para tener a la mayor cantidad de personajes reconocibles en pantalla al mismo tiempo. La pelea final es lenta y tediosa, sobrecargada de referencias a las entregas anteriores, y la solución al problema planteado en el primer acto es casi caricaturesca en su simpleza y ejecución. Un deus ex machina al pie de la letra sólo para darle algo que hacer a los nuevos personajes que aparecen. Todo esto deja con un mal sabor en la boca.
Cada vez más las películas de Marvel parecen privilegiar el fan service y las referencias pop por sobre construir historias con identidad visual, tonal y narrativa, algo que era mucho más común hace unos años. Películas como “Antman” (2015) o la misma “Spider-Man: Homecoming”, con sus historias más pequeñas, íntimas y personajes carismáticos, parecían bocanadas de aire fresco en contraste con la maraña de tramas y referencias en que se transformaron las películas de Los Vengadores. La escala de los conflictos parece ir creciendo, mientras que la personalidad y autenticidad va cada vez perdiendo más relevancia. Marvel ha estado ajustando y perfeccionando esta fórmula hace ya más de diez años, y es lamentable que justamente las películas que más valen la pena son las que se salían de aquella fórmula y ofrecían algo diferente. Ojalá que estas reglas sigan rompiéndose en el futuro y el estudio vuelva a sorprendernos.
Título Original: Spider-Man: No Way Home
Director: Jon Watts
Duración: 148 minutos
Año: 2021
Reparto: Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Marisa Tomei, Jamie Foxx, Tony Revolori, J.K. Simmons, Angourie Rice, Alfred Molina, Jacob Batalon, Jon Favreau, Harry Holland
La última de una larga seguidilla de reboots, secuelas y remakes de películas clásicas de la década del 80, “Top Gun: Maverick” de primeras cumple con su cometido. Es una perfecta secuela de “Top Gun” (1986), que, si bien cae en muchos de los mismos vicios, también la actualiza para las nuevas audiencias sin perder el núcleo que hace recordar a la original.
La historia empieza cuando Maverick (Tom Cruise) es enviado, a petición del almirante Iceman (Val Kilmer), su antiguo compañero, a volver a la academia Top Gun a entrenar a un equipo de egresados para una peligrosa misión. Sin embargo, en el grupo de pilotos se encuentra Rooster (Miles Teller), hijo de Goose, viejo amigo de Maverick que falleció mientras ambos estudiaban en la misma academia. Maverick tendrá entonces que enfrentarse a su pasado para poder entrenar al hijo de su amigo y poder cumplir la peligrosa misión que les ha sido encomendada.
Desde el primer momento “Top Gun: Maverick” deja sumamente claro que, más que contar una historia terriblemente original, lo que busca es de alguna forma transportar al espectador al mundo de la primera película. Esto la lleva a caer en varios de los mismos vicios. De hecho, casi se siente como si fuera la misma película, pero todo un poco más exagerado. Los personajes son inverosímiles, la forma de Maverick de relacionarse con el mundo se siente superficial y maqueteada, todo está diseñado para que cada momento nos recuerde lo talentoso e intrépido que es el personaje. Incluso los momentos más interesantes desde un punto de vista narrativo y que son el núcleo emocional de la película, es decir, la relación entre Maverick y Rooster, se ven sofocados en un mar de nimiedades estilísticas.
La peor de estas nimiedades es la trama romántica entre Maverick y Penny (Jennifer Connelly), con un romance bastante parecido al de la primera cinta, e igual de innecesario, ya que Penny lamentablemente no tiene una personalidad ni un objetivo, más allá de ser el interés romántico del protagonista. Lo anterior se siente casi como si hubieran metido al personaje sólo para mantener la misma estructura que la primera película, y porque Penny es una referencia a una línea de la misma.
Sin embargo, y a pesar de todos sus problemas narrativos, los momentos en que la “Top Gun: Maverick” brilla, realmente lo consigue. Las secuencias de vuelo, al igual que la de 1986, son dinámicas, entretenidas y tensas, pese a la falta de peso emocional que puedan tener, ya que durante las escenas de entrenamiento no se siente que los personajes tengan realmente mucho que perder. Son espectáculo puro y, al poner la cámara al interior de las cabinas de los F-18 que pilotean los personajes, se genera una experiencia sumamente inmersiva, emocionante y frenética. Esto se da particularmente en el último tercio, cuando a todo esto se suma el peso del combate real, generando una tensión que mantiene al borde del asiento a punta de velocidad y vértigo, a pesar de que los personajes no sean particularmente queribles.
Visualmente la película se cae un poco. Sufre del look genérico que tantas cintas de acción actuales tienen, donde no hay una dirección y estilo reconocible, fuera de que todo sea fácil de leer visualmente para que la acción en pantalla se entienda. Hay muchos guiños visuales a la primera película, pero esto sólo genera que, en el contraste con su antecesora, “Top Gun: Maverick” se sienta mucho más plana y genérica. Y aquello tiene sentido, puesto que esta no es una película de visión autoral, sino que un producto de nostalgia.
Y a eso se reduce de alguna forma “Top Gun: Maverick”, demostrando que es posible tomar una película muy propia de su época para actualizarla de forma exitosa. Sin embargo, no se siente como una sucia estrategia de marketing para ganar dinero, sino que como algo originado de un verdadero cariño y una real pasión por el cine de acción, por el estilo de películas que se hacía en esa época y que ha ido desapareciendo con el tiempo. Si bien no es una gran película, “Top Gun: Maverick” cumple con creces su objetivo de mantener vivo el espíritu de esa era, para bien o para mal.
Título Original: Top Gun: Maverick
Director: Joseph Kosinski
Duración: 131 minutos
Año: 2022
Reparto: Tom Cruise, Miles Teller, Jennifer Connelly, Jon Hamm, Glen Powell, Ed Harris, Val Kilmer, Lewis Pullman, Charles Parnell, Bashir Salahuddin, Monica Barbaro, Jay Ellis, Danny Ramirez