De temáticas alienantes tenemos bastante, pero ninguna llega al nivel de la Economía. Con mayúscula, como rubro, como ciencia. Tratar de entender su engranaje conlleva un dolor de cabeza que la mayoría de los mortales opta por evitar, de ahí que apenas dominemos la superficie, conociendo lo básico en términos de manual para novatos y, claro, cómo el sistema se beneficia de eso. Cómo los economistas deliberadamente inventan conceptos inconcebibles. Mientras no indagamos más allá de la pincelada periodística en la TV y no hablamos chino para traducir la letra chica de los documentos, somos víctimas de un robo sistemático. Con el mismo descaro de su inspiración, “La Gran Apuesta” hace de las suyas abordando el específico universo podrido del sector inmobiliario.
En 2008, occidente debió enfrentar una crisis económica que se originó unos años antes a partir de una burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, la que aparentemente nadie vio venir. Excepto que sí había sido prevista por sujetos desconocidos, como Michael Burry (Christian Bale), Jared Vennett (Ryan Gosling) y Mark Baum (Steve Carell), quienes no dudarían en sacar provecho monetario de su descubrimiento.
¿Para qué maquillar un drama con más dramatismo cuando la materia prima ya es lo bastante negativa como para redundar con un tratamiento ídem? McKay, entonces, propone tratar la previa a la desgracia de millones de personas con el sarcasmo más fino, tanto así, que puede parecer indolente. Basándose en el libro de Michael Lewis y cambiando los nombres de personas reales, es una desfachatez de principio a fin, sin lubricante. Con arranques de hedonismo. Pretenciosa, caprichosa. Rompiendo la cuarta pared porque se le antoja; ¿por qué no, si puede? Nadie se quejará de Margot Robbie bebiendo champaña en una tina.
El asunto es que funciona. Un desvergonzado salto de fe que se goza a concho. Crucemos los policiales semi-cómicos de Scorsese, Soderbergh y la sitcom “The Office”, y tenemos esta película. Vaya bomba, que por lo mismo de rupturista no tiene nada, pero igualmente sabe fresca. De forma orgánica relata cuatro casos distintos de sujetos desesperados por llenarse los bolsillos a costa de lo que será el declive de la década, enganchando a pesar del hostil tópico que los une; hablamos de textos repletos de tecnicismos que al poco andar corren el riesgo de causar rechazo, porque qué aburrido. No obstante, el cuento está hilado de tal manera, que sólo alguien extremadamente exhausto por factores externos desistirá de continuar viendo.
Usando fugaces planos referentes a la cultura pop contemporánea como conectores y manteniendo un ritmo que no se permite dar tregua, el montaje brilla de lucidez. Es, en efecto, un placer contemplar cómo el metraje avanza, cómo se desliza en el tiempo, fluido y sin errores cual máquina suiza. Vale hacer hincapié en esta virtud, puesto que el arte de la edición suele ser subvalorado –o derechamente ignorado– por el espectador casual. Hay que detenerse a pensar por qué no se siente el paso de una escena a otra, por qué nuestra atención no es desviada por algún elemento distractor, y por qué ese tonito cínico no nos deja de hacer eco: es el montaje, pues, el que no sólo establece el tempo, sino el que también acaba por enfatizar el punto de vista autoral.
Actuaciones redondas son hijas de una dirección de actores redonda. De entre puros puntos altos, destacan Gosling en la piel de un puntudo vanidoso, y Bale en la de un socialmente inepto. Ambos divertidísimos en sus respectivas características, calibrando para no cargarse demasiado; el primero con un humor tácito, el otro más soslayado. Brad Pitt es el menos bueno, se pierde un poco en el fondo, pero no queda claro si es por falta de motivación o el rol simplemente no era tan atractivo.
Una problemática sinvergüenza merecía una película acorde, es el emblema de “La Gran Apuesta”. Con sólo romper la diégesis ya instaura su postura de aquí estoy, me tomas o me dejas. Se le podría tildar de injusta, puesto que transforma en tragicomedia un evento que para innumerables familias fue, y quizás sigue siendo, una tragedia a secas, pero recordemos que el humor es también la expresión más astuta de denuncia. Dejándose de especular sobre intenciones, el film, como experiencia cinematográfica, es en estricto rigor un triunfo.
Título Original: The Big Short
Director: Adam McKay
Duración: 130 minutos
Año: 2015
Reparto: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, John Magaro, Finn Wittrock, Brad Pitt, Hamish Linklater, Rafe Spall, Jeremy Strong, Marisa Tomei, Melissa Leo, Stanley Wong
La mayor trampa de un documental musical es caer en el éxito objetivo más que en la potencia de los fracasos subjetivos. De hecho, cuando aquello ocurre, se olvida la fuerza de lo documental y se queda la predominancia de la música, de la figura, pero más allá de cualquier cosa, un hálito a discurso oficial que, pese a ciertos bemoles, no se advierte en “Mystify: Michael Hutchence”. Y eso es vital para que el trabajo evite quedarse a medio camino entre el brillo de una estrella de la música popular australiana y las tormentas que pueden aquejar a alguien que elige el aislamiento por sobre la petición de ayuda a los cercanos.
La historia de Michael Hutchence podría ser pensada como la del ascenso y caída de INXS, conjunto clave para el pop-rock australiano, con una influencia mundial que se desvaneció más rápido de lo debido. Pero lo cierto es que la vida de Hutchence, y todo lo que la rodeaba, exigía un trabajo puntilloso y bien hilvanado. Eso es lo que el director Richard Lowenstein comprendió a la perfección, desde el armado estructural de la trama hasta la sensible decisión de que el relato fuera coral, sin entrevistas en cámara, sólo material de archivo y entrevistas en off, lo que puede mostrar ciertas incongruencias a nivel de guion, pero sin duda que permite mirar con diferentes ángulos la vida de Michael.
En vez de mostrar los hitos de INXS, como haría un documental clásico, por ejemplo, “Queen:Days Of Our Lives” (2011), lo que se va construyendo en “Mystify: Michael Hutchence” es cada parte de la persona detrás de la carismática, sensual y misteriosa figura del vocalista de la banda. Sus relaciones sentimentales, incluyendo testimonios de parejas históricas, como Michelle Bennett, Kylie Minogue o Helena Christensen, van dando a conocer no sólo los detalles de esos pasajes de la vida de Hutchence, sino también construyendo las certezas y dudas que él tenía consigo mismo, generando un puente entre sus historias en el presente narrado y su pasado, sus raíces familiares, y también sus intereses más allá de la música.
Algo que llama la atención es el nivel de extensión del archivo propio que tenía Michael Hutchence, incluso en su adolescencia, con material en video que mostraba lo que había detrás de las imágenes ya conocidas, permitiendo así que el retrato sea aún más fidedigno porque no hay necesidad en rellenar el documental con registros en vivo o entrevistados en pantalla. En vez de ello, la presencia del cantante es intoxicante, con pocos respiros, en un cúmulo de información que aprieta el pecho y dificulta la respiración, entregando parte de la experiencia que implicaba para el protagonista ser parte de su propia historia.
El punto más cercano a la creación de una historia oficial sobre Hutchence puede ser la forma cándida en la que se habla de drogas en el documental, algo que puede llevar a equívocos respecto a la influencia de este tipo de sustancias en la historia general o en sucesos específicos. Pero, fuera de ello, los roces creativos, administrativos, sentimentales o familiares se exponen con la suficiente imparcialidad como para entender que había una acumulación de experiencias más allá de las drogas, y que tenerlas lejos de la mira no era un acto de saneamiento, sino que de perspectiva para comprender cómo una vida puede recibir tantos estímulos externos e internos, como para que las drogas no parecieran ser tan fuertes.
El mayor problema en este trabajo audiovisual –que en lo técnico está claramente pensado para una sala de cine, desde la mezcla de sonido hasta la disposición de textos en pantalla– está en el guion, que cae en las trampas del relato coral y deja cojas algunas patas de la historia. “Mystify: Michael Hutchence” es exigente porque la cantidad de información, descripción y emoción dispuesta en pantalla es grande, y puede ser un tanto desconcertante para quien no sea conocedor de la historia de INXS o de su protagonista, pero también es parte de la experiencia, que en este caso, tal como el título de la obra, intenta engañar a quienes creían conocer al artista sólo por la altura de su figura, dando cuenta de todo lo auténtico que en verdad tenía un creador cuya pérdida más terrible no es la musical, sino la humana.
Título Original: Mystify: Michael Hutchence
Director: Richard Lowenstein
Duración: 102 minutos
Año: 2019
Reparto: Michael Hutchence, Patricia Hutchence, Kylie Minogue, Helena Christensen, Bob Geldof, Paula Yates, Lesley Lewis