El horror característico de la guerra y sus consecuencias ha empapado diferentes producciones que centran su principal temática en el conflicto bélico. Por lo tanto, la exploración de aquella temática exige desde su concepción una variante que ayude a profundizar, o que sea capaz de agregar propiedades frescas a hechos históricos.
Inspirado en las historias que le contaba su abuelo, el director inglés Sam Mendes – “American Beauty” (1999) y “Skyfall” (2012)– centra su nueva producción en medio de lo más crudo de la Primera Guerra Mundial para contar una historia despojada de la grandilocuencia que implican las batallas, y enfocada en un relato sencillo y cargado al drama detrás del conflicto, utilizando a su favor herramientas audiovisuales que impulsan un relato del pasado.
A principios de la Primera Guerra Mundial, dos soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman), deberán cumplir con una misión casi imposible: cruzar el territorio enemigo para entregar un mensaje que podría salvar la vida de más de mil soldados, incluyendo al hermano de Blake. Con todo en su contra, ambos intentan cumplir con su cometido en el menor tiempo posible.
Consciente del acotado tiempo que se requiere relatar estos hechos en un solo día, la cinta entrega de manera adecuada la información requerida por el público para poder acompañar a estos dos personajes en la arriesgada e incierta odisea a la que se enfrentan. Sin grandes rodeos, los protagonistas son situados desde el punto A hacia el punto B y rápidamente se nos ubica como espectadores, pero casi como partícipes de un viaje que se encarga de ahondar en lo que ocurre en las trincheras, fuera de las estrategias propias de los que están al mando. De esta forma, no existe temor en representar a los soldados como individuos que, aun sintiendo miedo, deben realizar sus labores sin mayores cuestionamientos.
La decisión de contar una historia mucho más acotada y enfocada sólo en dos personajes ayuda a que el drama prevalezca, pero desde una perspectiva más cercana y concentrada en los detalles. Aquel peso queda puesto en los hombros de sus protagonistas, de quienes no tenemos mayor información, aunque se logra sentir con claridad la difícil prueba a la que están siendo sometidos. Apoyándose en diálogos acotados, pero hechos para entregar la información necesaria, la relación construida entre ambos soldados permite ver con honestidad la fraternidad y el cuidado entre ambos, hilo conductor para una historia que prefiere centrarse en particularidades.
La mayor y principal característica de “1917” es su construcción visual a partir de planos extensos, con la finalidad de simular un gran plano secuencia. Si bien, en algunos casos el uso de este recurso podría sugerir una ostentación técnica, lo cierto es que en esta cinta es aplicado como una necesaria herramienta narrativa desprovista de un interés antojadizo. Su uso cumple con el objetivo de darle continuidad a la misión, y en esta ocasión está medido y cumple con su principal objetivo, que es darle continuidad real a la misión de sus protagonistas, acoplándose naturalmente al relato como una necesidad propia de la historia que se está contando.
La experiencia de inmersión provocada por esta decisión técnica propicia una total conexión con la historia, llevando casi en primera persona el peso narrativo que propone la cinta, tal como si fuera un videojuego, pero sin los vicios de cintas que pretenden llevar esta experiencia a la pantalla. Además, es preponderante el trabajo en la dirección de fotografía a cargo de Roger Deakins, quien despliega una impecable labor en el uso de la luz y el encuadre, otorgando a cada cuadro una importancia narrativa que suma con creces al resultado final de la cinta.
El trabajo técnico empleado en “1917” construye una cinta que aprovecha cada minuto que tiene para poder entregar una película con una gran carga de tensión e inmersión, meta que es alcanzada gracias a las herramientas visuales empleadas con precisión y conveniencia. El resultado final es una obra que cumple con su propuesta y se posiciona con propiedad en un grupo de cintas asociadas con la guerra y sus consecuencias humanas, principalmente por los riesgos y la destreza técnica empleada.
Título Original: 1917
Director: Sam Mendes
Duración: 119 minutos
Año: 2019
Reparto: George MacKay, Dean-Charles Chapman, Richard Madden, Benedict Cumberbatch, Mark Strong, Colin Firth, Andrew Scott, Teresa Mahoney, Daniel Mays, Adrian Scarborough
“Lightyear” inicia con un pequeño título que dice que, en los años noventa, Andy, el personaje de la serie de “Toy Story”, recibió un juguete de su película favorita, y esta es esa película. Lo anterior podría llevar a imaginar que la cinta en cuestión tendría una estética noventera o tomaría elementos de películas de aventura de la época, de la misma manera que, por ejemplo, la serie “Stranger Things” se apoya en la estética y el estilo del terror de esa época, apropiándose de la narrativa y el estilo de esa década. Sin embargo, acá las referencias a la época comienzan y terminan con ese título inicial, y la obra rápidamente se transforma en otra simple película de aventura. Esto no es necesariamente malo, “Lightyear” es una película completamente funcional, entretenida y que, aunque a ratos se puede volver predecible, logra sorprender con algunos giros, pero esto genera que ese título inicial pierda sentido, y pone en cuestionamiento la razón de ser de esta película.
La historia comienza cuando, luego de quedar varados en un planeta hostil, Buzz Lightyear junto a su compañera Alisha hacen lo posible por llevar a la tripulación de vuelta a casa. Con la ayuda de científicos logran desarrollar un combustible experimental que podría salvarlos, pero durante los experimentos descubren que Buzz Lightyear, piloteando la nave de prueba, experimenta el tiempo de manera diferente: lo que en esa nave son minutos, en la superficie del planeta son años. Sin embargo, Buzz es incapaz de rendirse, y lo sigue intentando durante años y años, durante los cuales sus amigos y colegas envejecen mientras él se mantiene de la misma edad. Todo cambia cuando, al volver de uno de estos ensayos, descubre que algo ha cambiado: el planeta ha sido invadido por robots alienígenas. Con la ayuda de Izzy, nieta de su compañera, Lightyear deberá enfrentarse a estos robots para salvar al planeta y tener una oportunidad para volver a casa.
La de “Lightyear” es una trama que, a pesar de tocar temáticas interesantes sobre el paso del tiempo y la culpa, a ratos se siente muy complicada, ya que pasa mucho antes de que la trama principal siquiera comience. Esto hace que los tópicos que la película tratará a lo largo de su conflicto principal queden un tanto sobreexplicadas durante la primera media hora, lo que genera una desconexión entre lo que los personajes experimentan versus lo que los espectadores entendemos. Cuando Buzz se da cuenta de qué es lo que debe aprender para resolver el conflicto, es algo que se ve venir desde el principio de la historia.
Si bien, esto puede hacer que la película se sienta algo predecible desde un punto de vista temático, desde una perspectiva narrativa funciona bastante bien como cinta de acción y aventura. El universo que construye es visualmente rico y bastante especial, y se beneficia de diversas ideas sobre física cuántica que han sido exploradas en gran cantidad por películas de ciencia ficción, particularmente desde el aspecto de viajes en el tiempo.
Es interesante además que, a diferencia de muchos otros productos de nostalgia actuales, “Lightyear” se ve obligada a construir un universo completamente nuevo, puesto que las referencias que existen en las películas de “Toy Story” son sumamente vagas y genéricas, y es un desafío que el equipo tras esta película logra cumplir de forma satisfactoria. Buzz Lightyear, como personaje, es complejo e interesante, alejándose lo suficiente del juguete de sus películas madre para sostenerse como protagonista, pero logrando mantener suficientes elementos para sentirse familiar. Después de todo, el juguete supuestamente está basado en este personaje.
Por cierto, es difícil alejarse de las películas de “Toy Story”, no sólo porque “Lightyear” sea supuestamente el origen del juguete, sino porque está llena de referencias a la saga. La sombra de la tetralogía lo toca todo, tanto así, que a ratos pareciera que esta película es más una historia fan-made sobre el juguete que el verdadero origen del personaje. Y esto se debe a que no se siente como un producto de la época que supuestamente existe junto a los juguetes en el universo de “Toy Story”, sino que, en muchos sentidos, se percibe supeditada a los juguetes, tanto en sus referencias como en, incluso, un giro cerca del final de la historia.
Lo que queda es una sensación algo agridulce, ya que, cuando se concentra en ser sólo una película de aventuras, “Lightyear” funciona bastante bien, con un universo interesante, personajes coloridos y tensas secuencias de acción, incluso si no llega a los niveles de profundidad temática y madurez emocional de otras películas de Pixar. Lo anterior hace que se sienta como una oportunidad perdida porque como referencia a “Toy Story” no funciona tan bien como parecían ser sus intenciones, pero cuando se aleja de ella la historia marcha mucho mejor y queda la sensación de que hubiera sido aún mejor sin ninguna referencia, sólo existiendo por sí misma.
Título Original: Lightyear
Director: Angus MacLane
Duración: 100 minutos
Año: 2022
Reparto: (voces) Chris Evans, Keke Palmer, Peter Sohn, Taika Waititi, Dale Soules, James Brolin, Uzo Aduba, Mary McDonald-Lewis, Isiah Whitlock Jr., Angus MacLane, Bill Hader