Hace poco más de un mes, las salas de cine nacionales recibían a los primeros espectadores de “Batman v Superman: Dawn Of Justice” (2016), película con el que se da el puntapié quizás no inicial (eso lo hizo “Man Of Steel” en 2013), pero sí de manera oficial al universo de DC Comics en la pantalla grande. Todo esto, por medio del nacimiento cinematográfico de “La Liga De La Justicia”. Sin embargo, y obviando lo anterior, uno de los atractivos principales y más populares de esta cinta era el poder ser testigos del enfrentamiento de dos grandes e icónicos superhéroes, lucha que se proyectaba en los diversos trailers previos como épica, rodeada de sabrosos detalles de la mano de Zack Snyder. Independiente de los resultados de esta, Marvel no se podía quedar atrás, y valiéndose de la misma temática, se basó en aquellos relatos provenientes de los comics donde sus referentes, el Capitán América y Iron Man, se enfrentan. Es así que, de manera implícita –o quizás no tanto–, con el estreno de “Capitán América: Civil War” comienza la guerra de universos: Marvel Studios y DC Entertainment. Y en este primer enfrentamiento Marvel se lleva la victoria.
Tras los sucesos ocurridos en “Avengers: Age Of Ultron” (2015), la humanidad ha empezado a desconfiar de Los Vengadores, producto de los daños colaterales que sus intervenciones han causado en distintas situaciones y partes del mundo. Lo anterior ha dado paso a que organismos mundiales decreten que esta agrupación de superhéroes deba estar restringida y sometida a los intereses de una organización que los supervise y los haga responsable de sus actos. En este contexto es que Bucky Barnes (Sebastian Stan), antiguo amigo de Steve Rogers (Chris Evans), es acusado de distintos delitos y usado de ejemplo para impulsar estas leyes restrictivas. Ante esto, Rogers iniciará la defensa de su amigo, llevándolo a enfrentarse a Tony Stark (Robert Downey Jr.), defensor de una vigilancia más acabada sobre Los Vengadores.
Tanto en el universo de DC Comics como en el de Marvel, el argumento planteado es el mismo. ¿De qué manera estos personajes con tal capacidad de destrucción conviven con las personas corrientes? Pregunta que profundiza en el rol que estos deberán asumir en la humanidad. A simple vista, podemos notar la evolución en la temática, que ya no se basa en el enfrentamiento entre buenos y malos, y da un pie adelante en relación a la figura del superhéroe y las diferentes posiciones dentro de ellos mismos, siendo aquello el núcleo de ambas películas. En “Capitán América: Civil War” se logra expresar la tensión interna en sus personajes de manera correcta, quienes deberán afrontar disyuntivas que no sólo implican golpes y saltos, sino que destinando gran parte de la película a diálogos que profundizan en la temática central. Matices que –bien logrados, como en este caso– se agradecen para este tipo de entregas.
Por otra parte, si bien existen pasajes de más calma, en ningún momento se dejan de lado las secuencias de acción, que a diferencia de las presentadas en producciones anteriores de este universo, establecen orientaciones y direcciones más definidas. En otras palabras: todos los momentos de acción tienen un porqué y una consecuencia en el orden narrativo de la historia. Señalando, además, un muy buen manejo de la espectacularidad de estas, que pareciesen estar mejor ejecutadas y pensadas que en sus predecesoras.
Otro punto a favor es el manejo narrativo de la gran cantidad de personajes que desfilan en pantalla. Y es que acá cada uno de ellos entrega lo justo y necesario a la historia central, sin desbalancear y debilitar el núcleo, el cual más bien se ve fortalecido por las múltiples directrices que los personajes complementarios entregan. Casos notables de lo anterior son la incorporación de Scott Lang (Paul Rudd) y un muy joven Peter Parker (Tom Holland), ambos cargados al lado de las risas, alcanzando grandes niveles de humor.
Y sin duda alguna, el momento estelar es el enfrentamiento entre ambos bandos, instante donde los hermanos Russo dan cuenta de su experiencia. Es en esta secuencia donde todos los recursos usados en las previas cintas Marvel son puestos estratégicamente en el tablero, y en el cual cada pieza se mueve de manera armónica en relación a las otras. En este sentido, a diferencia de su análoga de DC Comics, esta batalla entre superhéroes sí deja satisfecho y generando expectación con respecto al futuro de este universo.
En conclusión, “Capitán América: Civil War” probablemente sea de las mejores entregas de Marvel en el cine. Consolida lo que por años se ha ido construyendo, solidificando personajes ya claves y proyectando la importancia de otros en un futuro cercano. Presenta un satisfactorio manejo del ritmo, lo que en un metraje de dos horas y media es una tarea no menor. Da espacios para variados matices, y el desarrollo de personajes distintos sin volver confusa la trama original, y a la vez profundizando en temáticas levemente menos superficiales que una lucha sin sentido entre el bien y el mal. Y lo más importante de todo: entretiene, lo que sin duda se agradece en este tipo de cintas, además de otorgar un verdadero enfrentamiento de superhéroes, y en este caso sí cumple. Victoria para Marvel.
“Minari” exhibe, a través de un relato sencillo, la historia de una familia coreana que llega a fines de los años ochenta a Arkansas, Estados Unidos, buscando la oportunidad de progresar a través del cultivo de vegetales coreanos, con el fin de venderlos a la creciente comunidad de dicho país. Desde que llegan al terreno donde se ubica la nueva casa familiar, el padre se ve obligado a contagiar de su propio optimismo al resto de la familia, en especial a su esposa, quien no puede evitar mencionar detalles que en un principio parecen anunciar la ruptura de la visión idílica del nuevo hogar.
Dentro de lo que parece ser una caravana sostenida sobre pilares y ruedas, se construye con resignación el nuevo hogar. Los niños parecen aceptarlo y adaptarse, pero la madre parece extrañar la ciudad desde un principio. La abuela llega de Corea con el propósito de acompañar a sus nietos, pero principalmente a su hija, a quien le cuesta lidiar con la soledad que provoca el aislado lugar.
En este punto la historia se convierte más que el sueño de una familia, en la concreción de los planes que el padre quiere cumplir para probarse a sí mismo de que es capaz de reescribir su historia, y eso resulta bastante original en la trama, ya que da espacio para que los demás personajes puedan abordar sus propias inquietudes en paralelo a algo común como el éxito de un proyecto que tiene el potencial de mejorar las condiciones de vida que afecta a la familia. También se percibe la necesidad de la madre no sólo de sacar adelante a sus hijos, sino que también de integrarse a una comunidad o, a lo menos, recuperar partes de su vida pasada, y con una poco convencional abuela ayudando a su nieto en la lucha silenciosa por superar sus propios límites.
El eje del conflicto de “Minari” se centra en la relación del matrimonio, que comienza a dar las primeras señales de un problema más profundo a través de los diálogos que se refieren a decisiones del pasado, cuyas consecuencias parecen situarse con más fuerza en el presente. Esto es justamente lo que coloca una mayor presión en el resultado de la cosecha, convirtiéndose en un acontecimiento decisivo, ya no sólo para mejorar las condiciones económicas de la familia, sino que también para evitar el desencanto definitivo de su mujer. Si bien, la premisa es bastante sencilla, la clave parece ser la naturalidad con la que transcurre la historia, y en este sentido no es necesario saturar al espectador de explicaciones o diálogos para imaginarse el camino por el que transitó la familia para llegar hasta ahí y lo que verdaderamente está en juego.
La película tiene varios elementos dramáticos, pero van develándose progresivamente, evitando la sensación de agobio que podría provocar este tipo de enfoque. En este sentido, aparte del conflicto principal constantemente presente, los acontecimientos cotidianos logran elaborar una construcción sólida de las características de los personajes y consiguen que el espectador empatice y, por momentos, se divierta con lo que sucede. El problema se presenta al mostrar las emociones de los personajes, ya que no se alcanza a profundizar en ellas, tornándose superficial a ratos en este aspecto. Esto lleva a que se vea un poco caricaturizada la figura de la abuela y que los sentimientos entre el matrimonio sólo se manifiesten en las partes en que discuten, mostrándose en las demás escenas su relación como en una especie de piloto automático. El intento de integración a la comunidad se anuncia como algo relevante, que termina por no tener ningún impacto, quedando como un antecedente más que hubiera sido interesante conocer.
En otras destacadas películas coreanas, el elemento metafórico también ha rodeado la trama, tal como se observa por medio de la piedra en “Parasite” (2019) y el palo de golf en “Bin-Jip” (2004). En el caso de “Minari”, Lee Isaac Chung incorpora un vegetal que, según entienden los mismos protagonistas, renace aún más fuerte después de morir, lo que deja entrever una luz de esperanza, pese al último acontecimiento que golpea a la familia. La planta también crece y se afirma en un lugar improbable, reflejo de la fortaleza de la acción de emigrar a una cultura absolutamente diferente, que en esta historia se transmite por el esfuerzo culminante para lograr el anhelado sueño americano que parece acercarse y alejarse en distintas ocasiones.
En definitiva, el mérito de “Minari” no se encuentra en la temática de fondo porque no es novedosa; se han hecho numerosas películas sobre inmigración que incluso muestran un camino mucho más sufrido. Lo que sí es posible destacar es la forma en que se exhibe la historia, dando un espacio a todos los personajes y mezclado una situación que puede parecer desesperanzadora con situaciones cómicas, dando un respiro a la trama, y la aparición de la abuela es clave para este fin, convirtiéndose poco a poco en un personaje que posiblemente será capaz de quedar en la mente de los espectadores. Estos elementos compensan el hecho de que las emociones no alcancen a tocar del todo a los personajes y pone el foco en el curso de la historia, que se acelera de forma muy efectiva en el desenlace, terminando en un excelente final.
Título Original: Minari
Director: Lee Isaac Chung
Duración: 115 minutos
Año: 2020
Reparto: Steven Yeun, Han Ye-ri, Youn Yuh-jung, Alan S. Kim, Noel Cho, Will Patton, Scott Haze, Eric Starkey, Esther Moon, Tina Parker, Darryl Cox
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