Nuevo año y nueva película de Woody Allen. Cabría preguntarse –una vez más-, ¿qué es lo nuevo que nos puede ofrecer el longevo director, en esta nueva aventura fílmica en el viejo continente? No esperemos una nueva “Match Point” (2005), o una nueva “Manhattan” (1979), y agradezcamos que no estemos ante una nueva “You Will Meet A Tall Dark Stranger” (2010). Lo cierto es que, a estas alturas, Woody Allen no tiene nada que demostrarle a nadie, y puede darse el lujo de hacer una película por el puro gusto de hacerla. Y eso es lo que transmite “A Roma Con Amor”, que en sus cuatro anecdóticas historias, dejan ver a un hombre que es amo y señor de un universo propio, al que le tiene demasiado cariño.
“A Roma Con Amor” se sitúa en la bella capital italiana, para contarnos cuatro pequeñas historias que se desarrollan entre las ruinas y monumentos de la ciudad. Leopoldo (Benigni) es un padre de familia común y corriente, que un día despierta convertido en una súper estrella, sufriendo el hostigoso acoso de la prensa. Jerry (Allen) es un productor musical retirado, y el padre de Hayley (Pill), quien se casó con un joven italiano cuyo padre es dueño de una voz única, la cual obsesionará a Jerry, quien tratará de convencer a su consuegro de entrar a la industria de la música. Antonio (Alessandro Tiberi) y Milly (Alessandra Mastronardi) son una pareja de recién casados, quienes llegan desde el campo a la ciudad, para conocer a la familia del novio y cerrar un trato importante que podría asegurar su futuro, pero la casualidad y el destino se unirán para cambiar sus planes. Finalmente, Jack (Eisenberg), es un joven estudiante de arquitectura norteamericano, quien esta viviendo con su novia en Roma. Todo va bien hasta que irrumpe en su vida Monica (Page), amiga de su novia, cuyo encanto seudo intelectual y “engrupido”, llevará a Jack a embarcarse en un romance destinado al naufragio.
Woody Allen lo pasa bien y si uno entra en su juego la diversión se contagia. Si hay algo que sobresale en “A Roma Con Amor”, es la total conciencia del director con lo que está contando, sin importar la verosimilitud de lo que vemos en pantalla. Todo trabaja bajo sus reglas, y sus reglas pueden ser pasadas a llevar cuando él lo determine. Si se es asiduo a su trabajo y se disfruta del universo narrativo del neoyorkino, se disfruta el largometraje. Ahora, si se quieren buscar razones, grandes reflexiones, e incluso profundidad dramática, este no es el Allen que están buscando, a pesar de que las inseguridades, delirios y cuestionamientos típicos del director y sus personajes vuelven a ser el móvil para la película, estos están condensados en un tono de comedia ligera, sin mayores complejos. La historia de Leopoldo se desarrolla en el más completo absurdo, pero la caricatura funciona, y su conclusión no puede ser más Woody Allen.
La idea es dejarse llevar y disfrutar del viaje, conscientes de que estamos frente al mundo de un autor único y sus obsesiones. Allen se encarga de acusar en todo momento que estamos ante una puesta en escena, introduciendo equipamiento de producción, tales como cañas y cables que se asoman desde los bordes de las pantallas, como queriendo decirnos en todo momento “Oye, estás viendo una película, todo esto es falso”, y el público es cómplice de aquello. Esta es la principal arma del filme, que en su narración multilineal maneja drásticas elipsis de tiempo y el factor fantástico está presente en cada una de las historias, causando momentos hilarantes, como la interpretación de una opera por un hombre cantando desnudo bajo la ducha, frente a miles de empaquetados intelectuales, hasta la intervención de un hombre maduro en la vida de un confundido joven enamorado, funcionando como una suerte de Pepe Grillo, que interviene en los momentos más inoportunos.
Una vez más, el elenco vuelve a brillar por su capacidad para amoldarse a la mente de Allen y sus diferentes encarnaciones, a quienes dan vida bajo unos diálogos inteligentes y con muy mala leche, siendo los más destacables los enunciados por el mismísimo Woody Allen, cuyo personaje es dueño de resentimientos, prejuicios y neurosis, que hacen de sus intervenciones lo más disfrutable de la película.
El estilo y forma del cineasta ya están más que recorridos y asimilados. “A Roma Con Amor” no es una gran película, y tampoco pretende serlo. Es un divertimento ligero que gana puntos cuando se trata de introducirse en el particular mundo del director de “Annie Hall” (1977). Los que quieren ver un nuevo hito en su filmografía, aguántense. Los que quieren disfrutar de su cine, la invitación está hecha.
Como cada semana, Centro Arte Alameda presenta su cartelera de estrenos con una serie de películas entre las que destaca “Memoria” (Apichatpong Weeraserhakul, 2021) y “Lightyear” (Angus McLane, 2022). Cabe señalar, que este spin off de “Toy Story”, que cuenta la historia del origen de Buzz Lightyear, el héroe que inspiró el juguete, nos da a conocer al legendario Guardián Espacial que acabaría contando con generaciones de fans. La cinta contará con funciones dobladas al español, detalles de días y horarios más abajo.
“Memoria” trata sobre Jessica (Tilda Swinton), botánica británica establecida en Colombia, que despierta una noche por un sonido que parece ser de otro mundo. La protagonista emprende un viaje hasta el corazón de la selva en busca del origen de este ruido que solo ella parece oír. A estas dos películas se suman “Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo” (2022) de Daniels, aún en cartelera, junto con otros títulos como “Retrato de una Mujer en Llamas” (2018) de Céline Sciamma, y mucho más que dejamos en detalle más abajo.
Como siempre, la venta de tickets está disponible mediante sistema PasslineACÁ, mientras que el detalle de películas y funciones te lo dejamos a continuación:
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