La epidemia del SIDA puede estar más controlada o concientizada que en décadas anteriores, pero aún es un problema que no está atendido completamente por las autoridades. En nuestro país, por ejemplo, hay cerca de cinco mil nuevos diagnosticados cada año, que se suman a las decenas de miles de afectados, muchos de los cuales no están vinculados a servicios de salud y una importante cantidad que desconoce siquiera su condición. El cine social, o que atiende problemáticas presentes, actualmente es una efectiva herramienta política para generar debate, discusión y conocimiento, y “120 Latidos Por Minuto” se siente necesaria el día de hoy por lo mismo: hay una urgencia en la forma en que está filmada y en la decisión de involucrar al espectador, que arraigan el tema al presente, prohíben la indiferencia e invitan a movilizarse y ser parte de una iniciativa preventiva que, lamentablemente, aún no logra su cometido.
La película se sitúa en los noventa, en las salas donde se reúnen los miembros de ACT UP París, la sede francesa de la organización internacional que busca concientizar sobre el SIDA. Sus miembros luchan por los derechos de los afectados, especialmente por inmigrantes, homosexuales, prostitutas y prisioneros, y vemos tanto las reuniones en las que se organizan como los resultados de sus debates; su presencia en marchas, intervenciones en las calles y enfrentamientos con farmacéuticas y organizaciones que manejan mal la entrega de información y medicamentos.
Al igual que “Entre Les Murs” (2008) –escrita y editada por el director de esta cinta, Robin Campillo–, la cámara se sitúa principalmente entre los asistentes de las asambleas, en una sola habitación donde los personajes hablan por encima de los otros, intentando ponerse de acuerdo y manifestando sus puntos de vista: aquellos que buscan llegar a acuerdos con las autoridades, otros que ya dejaron de creer en ellas y a quienes les apremia efectuar cambios antes de que se les acabe el tiempo. Es un realismo casi documental; una cámara móvil que busca la acción apoyada por un montaje rápido que dirige la atención a quien tenga la palabra, situando al espectador en medio del caos.
Estas reuniones son inmersivas no sólo por el naturalismo con el que están actuadas y filmadas, sino también por el peso del tema discutido, la rabia de los involucrados y su necesidad por cambiar las cosas. Lo interesante es ver los conflictos y diferencias de opinión (el grado de agresividad en la reunión con una farmacéutica, si presentar un discurso solemne o uno agresivo en la próxima marcha) entre personas del mismo bando. Porque la película no pone nunca en duda la validez de la lucha, sino que cuestiona la mejor forma de pelearla.
Después de gran parte del metraje en el que vemos como un colectivo a los personajes del reparto coral, la película empieza a distinguir a sus protagonistas. Son Nathan (Arnaud Valois), un recién llegado a ACT UP seronegativo, y Sean (Nahuel Pérez Biscayart), el impulsivo compañero con el que empieza una relación. El montaje fluido permite pasar de asambleas ajetreadas a los espacios íntimos que ellos habitan, y el paso del tiempo en ellos es ambiguo, lo que podría tratarse de meses o años.
La relación entre ambos se ve como una dinámica quizás demasiado inocente, donde no se evita el elefante en la habitación, el que a Sean le queda poco tiempo de vida. Su relación está llena de cariño y compañerismo, y le sirve a la película para ponerle cara al sufrimiento y que no quede sólo en discusiones teóricas entre asambleas. Los vemos, entonces, en su rol como activistas y en su vida en pareja, porque la película postula que lo personal es político y viceversa. Que el cariño que se tienen es también lo que los mueve, y que detrás de cada manifestación e intervención pública –por agresiva que sea– hay algo tan simple e irrefutable como el deseo de seguir viviendo.
“120 Latidos Por Minuto” busca apuntar a la razón y al sentimiento para presentar el mensaje y encarnarlo. Educar y emocionar. Es una película hecha con rabia, sencillez y elocuencia, retratando de forma realista un momento en la vida de un grupo acotado de personas que representan a miles más. En la impotencia de los personajes –que sufren la tragedia como presencia transversal a cualquier acto de rebeldía– la película encuentra su centro, su convicción y su solución: el quererse con urgencia y el no dejar de pelear, porque su vida depende de eso.
Título Original: 120 Battements Par Minute
Director: Robin Campillo
Duración: 143 minutos
Año: 2017
Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Adèle Haenel, Yves Heck, Arnaud Valois, Emmanuel Ménard, Antoine Reinartz, François Rabette, Félix Maritaud, Ariel Borenstein, Aloïse Sauvage, Simon Bourgade
A la edad de 81 años ha fallecido el destacado cineasta alemán Wolfgang Petersen, quien fuera reconocido por películas como “Avión Presidencial“, “Troya” y “La Historia Sin Fin“. El realizador murió en su casa, acompañado de sus seres queridos, luego de varias complicaciones por un cáncer de páncreas que lo aquejaba hace algunos años, según la información que proporcionó la familia mediante un comunicado.
Petersen se dio a conocer internacionalmente en 1981 con “Das Boot” y “Die unendliche Geschichte“, o más conocida como “La Historia Sin Fin” (1984), para luego irrumpir en el mercado Norteamericano. Su primera película en Hollywood fue “Enemy Mine” del año 1985, y su gran triada vino después con “In The Line Of Fire” (1993), dirigiendo a Clint Eastwood y John Malkovich, además de “Outbreak” (1995) con Dustin Hoffman y Morgan Freeman, y probablemente su película más popular: “Air Force One” de 1997.
Más adelanto, en los 2000 estuvo a cargo de cintas como “The Perfect Storm” (2000), “Troy” (2004) y “Poseidon” (2006), para luego dejar de dirigir durante 10 años, volviendo con “Vier gegen die Bank“, película que terminaría transformándose en la última de su carrera.